Problema de ajustes

Durante su encuentro bilateral en la ciudad vietnamita de Danang, sede de la recién concluida Vigesimoquinta Conferencia Cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico, APEC, los presidentes ruso, Vladímir Putin, y el norteamericano, Donald Trump, convinieron en afirmar que la solución del conflicto sirio “no es militar sino política”, y que sigue siendo necesaria la “convergencia” de sus respectivas naciones en la “lucha contra al terrorismo”.

Desde luego, con todo es vieja, malsana y repetida la historia de las intenciones y factores que han convertido al extremismo islámico en una suerte de plaga universal.

No obstante, al menos de manera formal, es válido que uno de sus principales promotores, los Estados Unidos de América, asuma públicamente que resulta un inadmisible flagelo, y que concluya que en Siria el ruido de las armas que ellos mismos promovieron ya no constituye una salida a la explosiva situación allí provocada por el maridaje hegemonista, sionista y árabe-reaccionario.

No sé cómo lo vean otros, pero al menos desde mi parecer, los contundentes trastazos bélicos propinados a los terroristas por las fuerzas de Damasco con la decisiva ayuda de Rusia, Irán y el Hizbolá libanés, ya no pueden ser pasados por alto tan fácilmente en Washington, y  ante semejante disyuntiva, es tal vez preferible para los grandes promotores del desastre dejar un tanto atrás ciertas metas prioritarias como el defenestrar al hoy potente gobierno de Bashar el Assad, y dedicarse a recoger a sus terroristas, moverlos en calidad de reserva hacia otros puntos geográficos (Pakistán o Afganistán), y pretender, desde la porción territorial que ilegalmente ocupa en Siria la titulada Coalición Internacional liderada por la Casa Blanca, colocar cuanta cuña sea posible en los procesos políticos internos que en un futuro mediato pueden surgir en esa devastada nación mesoriental, y que ya incluso fueron esbozados por el gobierno legítimo.

Como indicaba por estos días el Imam iraní, ayatolá Seyed Ahmad Jatami, luego de la negativa evolución de los planes injerencistas en Siria, lo que ahora requieren los Estados Unidos y Europa “no es un Estado Islámico aniquilado, sino un Estado Islámico dirigido”, y junto a ello exacerbar la demagógica creencia de que la Coalición Internacional, que se entretiene únicamente en bombardear y asesinar a la población civil, debe mantenerse ilegalmente en Siria para ser garante de un proceso post combate antiterrorista “verdaderamente democrático y equilibrado”.

En pocas palabras, siempre sacar toda la lasca posible a tono con sus intereses, ya sea de una forma o de otra.

De modo que lo que se puede avizorar de forma más o menos inmediata es justo el final de la presencia en Siria del Estado Islámico (ya también en franca disolución en Iraq), y el inicio de una fase donde entraría a jugar otro paquete desestabilizador, pero esta vez sobre la mesa de negociaciones y referido a una posible restructuración del Estado sirio.

De hecho Damasco, en palabras del propio presidente Bashar el Assad, se ha referido a cambios constitucionales, análisis abiertos con las fuerzas políticas y voluntad de convergencia, y al parecer ese es el terreno donde la administración Trump tal vez considere ahora jugar sus cartas injerencistas.

De todas formas, Washington y sus aliados no deben pasar por alto, primero, que Siria no llega a este proceso como vencida, sino como amplia vencedora en el espacio bélico, y segundo, que mientras Rusia, Irán y Hizbolá están en suelo sirio a petición expresa de sus legítimas autoridades, la Coalición Internacional lo hace en calidad de neta invasora y violadora de la integridad territorial de la nación agredida.