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miércoles, 2 de octubre de 2024

Pecado insepulto

La violencia se inflama por la frecuente muerte de ciuda-danos negros a manos de la policia norteamericana...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 09/07/2016
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Aseguran las estadísticas que, en lo que va de este año, ciento veintitrés ciudadanos negros han perecido en los Estados Unidos a cuenta de la brutalidad ejercida por los agentes del orden, y que en 2015 la cifra fue de doscientos cincuenta y ocho.

 Se trata, la mar de las veces —aducen los propios medios norteamericanos de prensa—, de acciones totalmente injustificadas y extremistas, documentadas incluso a cuenta de la profusión en nuestros días de medios personales que permiten a cualquiera filmar o fotografiar todo suceso que presencien. También, como aspecto indignante, la mayoría de estos casos son tratados por la maquinaria judicial de forma sesgada, de manera que los culpables, o quedan libres, o reciben penas insustanciales.

Y es que —precisan analistas—, a pesar de la presencia en la Casa Blanca en los últimos ocho años del primer presidente negro de la historia nacional, y de las taimadas concesiones que alguna vez los círculos políticos hicieron a cierto sector de afrodescendientes para abortar con maniobras oportunistas pasadas respuestas radicales frente a tanto vejamen (los tiempos del Black Power y el Partido de las Panteras Negras hace unas cuatro décadas y media atrás), lo cierto es que aún la sociedad norteamericana no se ha librado de las profundas huellas ultraconservadoras y racistas con las que vino al mundo en el siglo XVIII.

Las evidencias saltan a la vista. Negros y latinos representan el 30 % de la población norteamericana y más de la mitad de quienes hoy guardan prisión en el país, y sus niveles de vida están muy por debajo de los que registran los sectores blancos.

Por demás, perviven imaginarios supremacistas en muchos Estados de la Unión, y existe un importante número de gente que no solo odia y rechaza por el color de la piel o el origen étnico, sino que además cuestiona y abomina la propia autoridad federal sobre sus respectivos terruños.

De manera que el asesinato policial de ciudadanos negros no es obra únicamente de aislados agentes temperamentales, irresponsables y con tendencias iracundas. En el fondo, los prejuicios accionan e impulsan a disparar contra lo que se visualiza como “un ser inferior y peligroso” por antonomasia.

Los cientos de crímenes ya enumerados, y de los que el propio Barack Obama ha dicho que “…no son incidentes aislados, sino síntomas de un conjunto más amplio de desigualdades raciales que existen en nuestro sistema de justicia criminal”, tuvieron sus expresiones más recientes con la ejecución en plena calle de otros dos ciudadanos negros, Philandro Castile, de 32 años, en Falcon Heights, un suburbio de Minneapolis; y Alton Sterling, de 37 años, quien vendía discos compactos frente a una tienda en Baton Rouge, en Luisiana.

Los repetidos incidentes provocaron inmediatas marchas de protesta en Atlanta, Chicago, Los Ángeles, Saint Paul, Washington y en la emblemática Time Square, en Nueva York, donde 40 personas fueron detenidas.

Pero el estallido de mayor saldo violento se produjo en Dallas, la capital de Texas, donde cinco policías murieron y siete rersultaron heridos por el fuego de francotiradores apostados en la zona de las protestas raciales. Se trata, según la prensa local, del mayor número de agentes masacrados en un incidente público desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, que costaron la vida a 72 oficiales del orden.

El suceso desbordó los ánimos ultraconservadores de personajes como el ex congresista y comentarista radial Joe Walsh, quien como resumen de los sentimientos supremacistas aún vigentes en la potencia capitalista, no dudó en afirmar que el episodio en Texas ha iniciado una “guerra”, y que Obama y los “vándalos” del movimiento Black Lives Matter deben andar “con cuidado”, porque “el verdadero Estados Unidos viene por ustedes”.

Instó además a los “patriotas norteamericanos” (léase blancos) a unirse “contra quienes odian a los policías, desde Obama hasta los matones en la calle”.

Desde luego, Walsh no mencionó que el citado Black Lives Matter fue creado para demandar la acción de la ley contra los policías convertidos en asesinos de negros, y que además ha sido claro en rechazar aciones volientas contra los uniformados.

Pero, a pesar de ciertas modulaciones posteriores, lo dicho por el excongresista no es como para dejarlo pasar por alto, porque, ciertamente, resume los criterios y los sentimientos turbios de quienes aún estiman inferiores a sus conciudadanos de otras razas y creencias, y justifican cualquer desmán que les permita concretar a escala social el resentimiento y los prejuicios que conservan entre los “valores más preciados en el país de los elegidos”.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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