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miércoles, 9 de octubre de 2024

Pasaje a lo desconocido

El Cuerno de África —conformado por Somalia, Yibuti, Eritrea y Etiopía— registra antiguos y fuertes problemas...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 03/07/2018
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Etiopía y Eritrea
El primer ministro etíope Abiy Ahmed (centro izquierda) da la bienvenida a la delegación de Eritrea el 26 de junio de 2018, primera visita oficial en 20 años que pudiera allanar el camino para conversaciones de paz.

Existen conflictos que justifican la comparación con las bolas de nieve que se inician en pequeños volúmenes pero son capaces de tomar una gran corpulencia. Puede no ser la mejor analogía, pero se acerca a lo sucedido entre Etiopía y Eritrea a través de disputas dirimidas más con violencia que con la diplomacia.

Fue lo ocurrido en 1998, cuando entablaron hostilidades militares mantenidas durante dos años de sangrientas batallas (80 000 muertos) y muchos desplazamientos, pese a los variados empeños externos para rehermanar a esas comunidades compuestas por varias etnias, pero conglomerados históricamente cercanos dentro de su múltiple diversidad.

En diciembre del 2000 se logró un acuerdo fronterizo, pero la pugna continuó expresada de diferentes maneras, incidiendo sobre otras zonas, pues los expertos creen que la disyuntiva influye en las complejidades de países vecinos y hasta en buena parte de las padecidas por el continente.

Un cambio sustancial se registró recién, cuando las autoridades etíopes anunciaron estar dispuestas a ceñirse al acuerdo sobre límites territoriales suscrito quince años atrás. Los estimulantes anuncios se vieron opacados por un hecho vandálico ocurrido durante un acto masivo en Adís Abeba en apoyo ciudadano al recién estrenado primer ministro etíope, Abiy Ahmed, miembro de la coalición Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope. Casi al término del evento hubo una explosión que provocó víctimas mortales y heridos.

Se desconoce la autoría del atentado que hizo temer otro naufragio para el propósito de establecer vínculos razonables entre las partes tanto tiempo en desafío. Comenzó a respirarse mejor el 27 de junio, tras el arribo de los representantes de Eritrea a Etiopía, encaminados a viabilizar negociaciones de paz y los términos para llevarlas a buen final. Los tratos, por fuerza, incluyen la redefinición de los territorios litigados hasta el momento con enfoques nada simples de remontar.

Cuando en abril de este 2018 se hizo el anuncio de materializar el acuerdo firmado en Argelia en el 2000, en Badme ocurrieron manifestaciones en contra de pasar esa ciudad a la administración de Eritrea, pues la mayoría de sus habitantes se consideran etíopes.

Delimitar con exactitud a quien corresponden las razones —todas o solo algunas— no es tarea cómoda. Se supone que de origen, la disputa tenga entre sus motivos un descuidado trazo geográfico hecho por los italianos que tuvieron a Eritrea como colonia desde1890 y la mantuvieron bajo mandato de Roma hasta 1941, cuando son depuestos por fuerzas aliadas a cargo de despejar los sitios ocupados por los fascistas de Mussolini. Después, pasa a mandato británico hasta1952.

Durante los nueve años siguientes, Eritrea se convierte en estado federado primero y luego provincia del imperio etíope, con el emperador Haile Selassie I, quien en 1974 renuncia al trono cuando ocurre el alzamiento de oficiales que da inicio a un proceso revolucionario encabezado por el teniente coronel Mengistu Haile Mariam.

Eritrea recibe en 1987 la condición de región autónoma. En tanto, fue tomando cuerpo un movimiento independentista con distintos derroteros hasta que en 1993 logra la soberanía y es reconocido como Estado por los organismos mundiales pertinentes.

Con posterioridad, los eritreos enfrentaron dificultades territoriales también con Sudán y Yemen, aparte de mantener las discordancias con Adís Abeba. Cuando suscriben el Pacto de Argel, los dos gobiernos trasladaron las definiciones sobre Badme al Tribunal de La Haya, cuya comisión de límites resolvió a favor de Asmara, pero Etiopía no lo aceptó y hasta el momento mantiene al pequeño pero simbólico enclave bajo su jurisdicción.

Esos problemas, aparte de las bajas y la destrucción de toda guerra, provocaron el surgimiento de campos de refugiados, con familias que perdieron, junto a sus emplazamientos naturales, muchas esencias de su origen. Así se considera por especialistas que aluden también a una fuerte emigración voluntaria de eritreos.

No faltaron en tan convulso panorama tensiones étnicas muy serias el pasado año entre las dos regiones etíopes más importantes (Oromia y Ogadén), y se mantienen querellas por otras comarcas en la frontera con Eritrea, susceptibles de ser despejadas también.

Es importante el interés que esta área tiene para Estados Unidos y las potencias europeas, debido a su emplazamiento estratégico como ruta de los barcos mercantes y petroleros. Se infiere que de muchas formas haya influjos externos también en la problemática propia de toda la región. No por exageración los expertos lo califican como uno de los conflictos más ariscos de África y tienen cuidado al seleccionar los términos para calificar cada aspecto del asunto, procurando no aumentar susceptibilidades.

Los observadores del área, desde fuera, juzgan al presidente eritreo Isaías Afewerki como un jefe de Estado con mano dura y al bisoño premier etíope de conciliador, que trabaja por la avenencia con su vecina e impulsa numerosas reformas. Hechos y tiempo dirán qué mérito o desperfecto, con exactitud, les corresponde.

De momento, las expectativas se dirigen a lograr una pacificación de la zona que posibilite el comercio y la cooperación entre vecinos con el cese de la prolongada acritud, muy nociva para los dos ámbitos, en un suelo castigado por intemperancias naturales y humanas, obviamente en demasía.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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