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domingo, 6 de octubre de 2024

Otro desatino Made in Trump

Washington potencia nuevamente la injerencia en los asuntos internos de China a propósito de Hong Kong...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 29/05/2020
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Mike Pompeo-secretario de Estado-E.U
Pompeo es ahora el portador de una reiterada injerencia gringa en los temas internos de China.

A inicios de su gestión presidencial, Donald Trump pareció inclinarse a una virtual luna de miel con China, y hasta invitó a su palacete floridano al presidente Xi Jinping, aunque más que a amabilidad e intimidad todo indica que el gesto obedeció a su desbordada vanidad y enfermiza inclinación al autobombo.

Lo cierto es que cuatro años después el máximo ejecutivo gringo pretende convertir a Beijing en uno de los asideros políticos sobre los cuales intentar asentar su “indoblegable figura” ante el electorado que en noviembre podría otorgarle un nuevo período en la Casa Blanca.

Y ahora el asunto dista en mucho de encuentros, conversaciones y visitas gentiles. Su programa es de neta demonización de China y de presentarse como el jefe de la Oficina Oval capaz de plantar cara a los pretendidos desmanes económicos, políticos y hasta sanitarios de tan formidable competidor.

En consecuencia, su campaña va desde denunciar las presuntas turbias maniobras económicas y comerciales del gigante asiático, hasta culparle sin evidencia alguna de generar y expandir la pandemia de la COVID-19.

A tono con la artificiosa fabricación del “demonio amarillo”, Washington ha tensado la cuerda militar en el Mar de China, ha provocado una costosa guerra arancelaria contra el gigante asiático, la ha emprendido contra las empresas de esa nación, y no se cansa de repetir que la primera víctima mundial de la COVID-19 es en realidad su gestora para “utilizarla contra el poderío y la gente norteamericanos”.

En pocas palabras, que el gran enemigo al que Trump personalmente se enfrenta como “adalid” del universo gringo se ubica definitivamente en el Lejano Oriente y debe ser batido con la fuerza, la entereza y el vigor que, según el presidente de los norteamericanos, forman parte de su “arrolladora” imagen de líder.

Y no es para sorprenderse si tanta bazofia finalmente le otorga a su inflado ego otros cuatro años en la Oficina Oval en una sociedad donde no son pocos los fácilmente impresionables por los shows mediáticos y las poses ensayadas.

Y en esa cuerda hostil, hace apenas unas horas el Departamento de Estado, a través de su jefe Mike Pompeo, anunció el desconocimiento por la potencia capitalista de la categoría de territorio autónomo de Hong Kong como parte de la República Popular China.

Se trata, así de simple, de tirar a la basura de manera unilateral el acuerdo que en julio de 1997 terminó con la tutela británica sobre ese territorio, impuesta por la fuerza desde mediados del siglo diecinueve. Según Pompeo, a los ojos de la Casa Blanca “Hong Kong ya no es políticamente autónoma de China, por lo que deja de merecer un trato especial bajo la legislación norteamericana”.

Hasta ahora ese territorio, incorporado al gigante asiático mediante su política de “dos políticas un solo Estado”, dejará de gozar del trato económico y comercial preferencial que se le dispensaba por Washington desde su status como posesión británica, lo que afectaría los niveles mutuos de tráfico de mercancías e inversiones existentes hasta ahora.

Pompeo adujo que la medida responde a la decisión de Beijing de poner en vigor en la zona una ley de seguridad nacional frente a las manifestaciones violentas que se vienen sucediendo en Hong Kong desde hace meses alentadas justamente por los Estados Unidos y otras naciones occidentales.

En su primera reacción, Beijing condenó una medida que implica una abierta intromisión gringa en los asuntos internos del gigante asiático, y precisó que se reserva el derecho a toda respuesta adecuada ante semejante acto ilegal e irresponsable, a la vez que enfatizó que China es una e indivisible.

Mientras, analistas se preguntan cómo reaccionaría la Casa Blanca si un buen día el gigante chino decidiera no reconocer la estadidad gringa de Texas, California, Alaska, Luisiana o La Florida, territorios robados violentamente por la Unión a México, o adquiridos en ventas bajo presión a Rusia, Francia y España, respectivamente.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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