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lunes, 25 de noviembre de 2024

Nada nuevo que esperar

En su gira mesoriental Barack Obama reiteró que Israel tiene el uno para Washington...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 23/03/2013
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Obama
Obama se mostró desenfadado al hablar de la “paz para el Oriente Medio”

Nada diferente. Ha sido únicamente la reiteración de lo ya sabido, conocido, llevado y traído. Lo dijo con toda claridad Barack Obama tan pronto puso un píe en Tel Aviv: “Tenemos un compromiso inquebrantable con la seguridad de Israel…nuestra alianza es eterna.”

¿Alguien afirmaría lo contrario? No, y con más razón cuando el mismo presidente norteamericano sentenció que esa “amistad” resulta más que imprescindible “en este momento de cambio histórico en Oriente Medio”.

Instante en que –apuntan analistas- desde los círculos oficiales norteamericanos se consienten sin mayor rubor los ataques sionistas contra suelo palestino, fue defenestrado el incómodo gobierno libio, se ataca sin miramientos a Siria, y se apuesta contra Irán a cuenta de su “amenazante” programa para el uso pacífico del átomo.

Y acto seguido, de la mano del primer ministro sionista, Benjamín Netanyahu, quien agradeció con euforia  la anuencia de la Casa Blanca a las “acciones de legítima defensa” de Tel Aviv, el ocupante de la Oficina Oval admiró una batería antimisiles producto de la añeja colaboración militar norteamericano-israelí, y que fue trasladada hasta la pista del aeropuerto para tan solemne ocasión.

Por demás, Obama se mostró desenfadado al hablar de la “paz para el Oriente Medio”, pero sin mencionar por un instante el drama palestino, lo que indica que no existe disposición de alimentar la menor tirantez con uno de sus principales aliados internacionales.

Y es que, en el fondo, la “recomposición” de Oriente Medio y Asia Central en que se empeña Washington en su camino hacia un acariciado hegemonismo mundial y el cerco a Rusia y China, requiere de un Israel agresivo, desafiante, poderoso militarmente y capaz de asumir tareas de contención real y efectiva frente a un universo árabe-islámico de rumbos inciertos, fundamentales riquezas energéticas, y envidiable posicionamiento geoestratégico.

Resulta, en pocas palabras, la continuación de la historia de maridaje imperial-sionista que hizo que la Casa Blanca reconociera oficialmente la existencia de Israel apenas once minutos después de proclamado el titulado estado judío el 14 de mayo de l948, sobre el exterminio y la forzosa diáspora de cientos de miles de palestinos.

El mismo devenir que convirtió a Tel Aviv en un aliado preferente norteamericano con asignaciones multimillonarias para preservar su seguridad y expansión.

De hecho, Israel recibe alrededor de tres mil millones de dólares en asistencia directa cada año, que representan un quinto del presupuesto norteamericano para ayuda al exterior, lo que lo convierte en el mayor receptor mundial de tales asignaciones Made in USA.

Es la complicidad que permitió además armarle con un dispositivo atómico no consignado ni controlado internacionalmente que se cifra en más de doscientos artefactos de muerte, y hacer del estado sionista la quinta potencia nuclear mundial.

Un maridaje del que cuida celosamente el titulado lobby judío en los Estados Unidos, el cual, según los criterios de los propios estudiosos norteamericanos, sostiene que Washington se ha mostrado siempre dispuesto a promover los intereses de Israel, y que la política impulsada en Medio Oriente por la Casa Blanca es conducida principalmente por ese grupo afín al sionismo, definido como una "coalición de personas y organizaciones que trabajan para dirigir la actividad exterior norteamericana en favor de Tel Aviv.”

En consecuencia, es evidente que para cualquier administración norteamericana dejar intactas semejantes estructuras es un asunto “de principio”…y de final, más allá de alguna eventual “carita” o del fortuito manejo de cualquier pronunciamiento demagógico-oportunista.

Y es que el “consentido” nunca dejará de serlo.

 

 

 


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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