Mal cálculo

Está claro que la letra oficial de la Casa Blanca durante la reciente visita a Moscú del secretario de Estado Rex Tillerson era forzar al gobierno del presidente Vladímir Putin a retirar su decisivo apoyo militar a Damasco, so pena de ser considerado “cómplice del uso de armas químicas”.

Sin embargo, a medida que pasan los días se hace evidente que ni la alianza Siria-Rusia-Irán-Hizbulá contra los terroristas va a debilitarse, ni los episodios que motivaron el primer ataque castrense de Washington contra suelo sirio resultan tan “transparentes y contundentes” como los intenta presentar el aparato mediático hegemonista.

De hecho, a horas de concluida la presencia de Tillerson en Moscú, de donde se retiró sin lograr su objetivo primario, los gobiernos sirio, ruso e iraní confirmaron su apreciación de que el bombardeo norteamericano con misiles a una base aérea de Siria es una “flagrante e inadmisible violación del derecho internacional” y establece graves riesgos adicionales en el conflicto mesoriental.

 A la vez, las tres partes reiteraron su solicitud de que una equilibrada comisión de la Organización internacional para la Prohibición de Armas Químicas haga acto de presencia en Siria y corrobore la veracidad o no del ataque con tales artefactos que los Estados Unidos y sus aliados imputan al gobierno de Bashar al Asad. Demanda, dicho sea de paso, que ya cuenta con la expresa oposición de Washington y sus coaligados, tan apegados ellos —según afirman— a “la estricta defensa de la verdad”.

En conclusión, ni Siria, ni Rusia, ni Irán están dispuestos a abandonar sus responsabilidades en la lucha por destruir al terrorista Estado Islámico y a los restantes grupos yihadistas que, creados por los hegemonistas y sus coaligados, solo aspiran a descuartizar a Siria usando las mismas reglas impuestas a Afganistán, Iraq y Libia.

Y si Donald Trump puede sentir que de alguna manera la ley de la selva impuesta en las relaciones globales puede brindarle ciertos réditos frente a las altas cuotas de impopularidad que han marcado sus primeras semanas de presencia en la Casa Blanca, lo cierto es que la tendencia a calentar el planeta no solo conlleva serios peligros globales, sino que puede convertirse además en altamente contraproducente para su imagen y su desempeño político. Al final ese ha sido el destino público de aquellos presidentes locales que jugaron cartas similares en décadas no muy lejanas.

Por lo pronto, y lo recalcan fuentes oficiales y un buen número de analistas, no caben dudas de que, del lado de los pretendidos “malos de la película” no existe la menor intención de renunciar a los intereses que defienden en Siria, porque mal que le pese a ciertos sectores obtusos (y alguien lo reiteraba con muy buen ojo clínico), la primera potencia capitalista tiene que irse acostumbrando a que, para una buena parte del planeta, su arrogante voluntad va dejando de tener el peso de “dictado absolutista” de otros tiempos, y existen fuerzas e instancias que no pueden ser ignoradas, presionadas ni burladas a la hora de decidir y actuar en el escenario internacional.

Y si parte del discurso electoral del actual presidente fue la exaltación de que priorizaría el diálogo a la violencia una vez asentado en la Oficina Oval, sería muy útil que alguien dentro del equipo de gobierno revise los archivos y le recuerde tan edificante promesa, so pena de pasar a militar entre los demagogos de siempre.