Locas pretensiones

Es posible que todavía quede algún optimista por ahí, pero más que todo sería por falta de información objetiva.

Porque es más que evidente que, en la locura y el irracional capricho de mangonear el planeta a su gusto, la nueva administración norteamericana está colocando nuevamente a la humanidad en el filo de una conflagración nuclear que inevitablemente acarrearía, vale repetirlo hasta el cansancio, el fin del planeta y de toda manifestación de vida.

No es, por cierto, una casualidad que el reciente Premio Nobel por la Paz fuese entregado a una de las entidades mundiales dedicada desde hace muchos años a luchar por el fin de los arsenales atómicos, como tampoco es fortuito que esa decisión se adoptase en días en que Donald Trump, en plena Asamblea General de la ONU, amenazara con “quemar de punta a cabo” a Corea del Norte con el “arrollador potencial atómico” gringo, o que vetase las presunta mala conducta iraní con relación al tratado internacional sobre el programa persa para el uso y desarrollo pacífico del átomo, al punto de plantear que la Casa Blanca está lista para abandonar ese protocolo que suma a otras muchas naciones y al propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Pero si ya parecen demasiadas las triquiñuelas norteamericanas en esta sensible e incendiaria materia, valga considerar el reciente trascendido por el cual Donald Trump, en reunión con los mandos militares estadounidenses, manifestó su intención de “multiplicar por diez” las armas nucleares que el Pentágono acumula en sus arsenales, tal vez con la vanas esperanza de que, a más poder de destrucción, menos decididos oponentes externos a su notoria política hegemonista.

En efecto, dice la nota que, “impuesto por sus generales de la presunta reducción de los polvorines atómicos nacionales”, el presidente no dudó en mostrar “viva inquietud al respecto”, y por tanto promovió el criterio de elevar significativamente el número de artefactos de destrucción masiva en manos de la primera potencia capitalista.

Por supuesto, la historieta de la “debilidad nuclear” norteamericana es puro pretexto para seguir prodigando montañas de dinero a fines militares.

Y si no, acudamos a un reciente informe del Ministerio de Defensa de Rusia, que por intermedio del vocero de esa institución, Alexander Yemelyanov, permitió conocer que Estados Unidos está entregado a una loca carrera por elevar el monto de su armamento estratégico y consolidar la vieja intención de poseer una red global antimisiles en la creencia de que podría disparar sus armas atómicas contra cualquier pretendido oponente sin temor a una respuesta de igual categoría.

De hecho, prosigue la entidad oficial rusa, en Europa operan ya sesenta misiles norteamericanos antibalísticos, y otros 150 en la zona Asia-Pacífico, en tanto los planes agresivos apuntan a contar con mil artefactos de ese tipo para el 2022.

Como se comprenderá —indica la fuente del Kremlin— se está estableciendo una nueva carrera armamentista nuclear, toda vez que países como Rusia y China, blancos preferentes de esta parafernalia belicista, no pueden permitir que se les transforme en cómodos, impasibles e inermes objetivos.

En consecuencia, precisó el informe del Ministerio ruso de Defensa, Moscú está reforzando aceleradamente sus sistemas de defensa antimisiles para tener la certeza de poder responder de forma simétrica, y con absoluta, demoledora y rotunda dureza, a todo posible agresor.

Lo cierto es que, al decir del documento ya citado “el Pentágono ha empezado a construir complejos agresivos” con los que Washington podría realizar “un ataque nuclear global de carácter instantáneo”, por tanto “los planes de despliegue de esos armamentos estadounidenses amenazan el potencial de disuasión de Rusia”, algo totalmente inadmisible.