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miércoles, 2 de octubre de 2024

Hillary si, pero…

Como se esperaba, la ex primera dama es la candidata demócrata a la presidencia. No obstante hay mucho de que hablar...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 28/07/2016
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Intentemos ser objetivos. Y para ello reconocer que, inobjetablemente, la nominación de Hillary Clinton como aspirante oficial demócrata a la presidencia de los Estados Unidos marca un hito en la política interna de esa potencia capitalista.

Porque resulta que, independientemente del personaje, se trata de la primera mujer que llega a semejante lance en la historia norteamericana, en una sociedad en el cual las féminas tuvieron que esperar hasta entrado el siglo veinte para que se les reconociera el derecho al voto, y donde ha sido rito inviolable la interpretación literal y ortodoxa de la Constitución cuando reza en sus párrafos iniciales que todos los hombres nacen con iguales derechos, etc, etc, etc.

Y si bien hablamos de un episodio positivo en materia de género, lo cierto es que pesan también en esta trama, y de manera seguramente decisiva, la características y antecedentes de la mujer cuyo nombre estará en una de las boletas puestas a consideración de los votantes estadounidenses, cuya presencia en los colegios, dicho sea de paso, muchas veces es inferior a la mitad de la cifra de aquellos con posibilidad de sufragar.

Y es que, según analistas, (y lo sucedido en la Convención Demócrata lo corrobora) para no pocos electores el ejercicio de noviembre girará en torno a darle el gane al menos malo de  los contendientes, precisamente entre la demócrata Hillary Clinton y el díscolo e impredecible magnate republicano Donald Trump.

Baste recordar la presencia en la tribuna de Filadelfia del aspirante de tendencia progresista Bernie Sanders, aclamado una y otra vez por la mayoría de los presentes, y que hasta último minuto disputó palmo a palmo con la Clinton su inclusión en la boleta demócrata.

 Un político que, sin dudas, ha mostrado un tremendo arrastre entre los votantes de a pie, y que pese a haber sido explícitamente vetado por la autocracia partidista, como se reveló públicamente en plena Convención, no ha dudado en apostar por la unidad frente a un enemigo fatídico, tal como personalmente califica a Trump.

Sánders ha sabido manejar además su relevante influencia popular para, ante ese hecho, solicitar el voto favorable de sus seguidores a la Clinton, no sin antes lograr que la plataforma programática demócrata incorporase muchas de sus demandas en torno a empleo, salud, educación, apoyo a los jóvenes sin recursos, respeto a los inmigrantes, redistribución de la riqueza, y control sobre los poderes omnímodos que hoy detentan los oligarcas y grandes financistas locales.

De manera que la ex primera dama, de la cual no pocos simpatizantes demócratas descofían e indentifican como participe en la actual maquinaria dominante en los Estados Unidos, de alguna manera se ha visto obligada a darle tonos radicales a sus más recientes intervenciones públicas, augurando que bajo su égida habrá cambios positivos sustanciales para todos los norteamericanos.

Que convenza o no a los votantes de su tendencia política sería otra cosa, incluso que llegada la hora de la verdad, sea capaz de convetir o no en realidades tangibles todo lo contenido en las actas programáticas al parecer consensuadas con Bernie Sanders.

Y justo ganar voluntades y apoyos dentro del electorado demócrata resultaría apenas un primer reto para la candidata. El otro es superar los efectos de la manera de actuar y conducirse de su rival republicano, Donald Trump, sin dudas un histrión que con mensajes fuera del contexto formal de la política republicana, ciertamente ha llamado la atención de no pocos ciudadanos.

La Clinton tendrá que saber demostrar y convencer acerca de que la  pretendida irreverencia de su oponente –que sin dudas puede atraer en un primer momento por sonar diferente -está cargada sin embargo de tintes altamente peligrosos y exaltados que, en las inevitables condiciones de unos Estados Unidos cada vez más internamente variopinto, supondría divisiones y enfrentamientos mucho más explosivos incluso que los que históricamente han marcado a esa sociedad profundamente estratificada.

De manera que la mesa está servida en materia de campos pretendidamente divergentes de cara a los comicios presidenciales de este año en los Estados Unidos… y  nadie se sorprenda con lo que pueda derivarse de esta puja entre dos personajes que no las tienen todas consigo.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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