Golfo de Guinea: persiste la piratería

En mayo, la fragata ecuatoguineana Wele Nzas, y la patrullera hispana Serviola rescataron un buque con bandera maltesa de un secuestro en el litoral de Guinea Ecuatorial, tras un declive de tal tipo de rapto.

Lo ocurrido genera preocupación en África y Europa ante un posible reforzamiento de la piratería en el Golfo de Guinea, espacio marítimo estratégico donde confluyen costas de ocho Estados, entre ellos los principales petroleros del continente, como son Nigeria y Guinea Ecuatorial.

Angola, Camerún, Gabón, Guinea Ecuatorial, Nigeria, República del Congo y Congo Democrático, y Santo Tomé y Príncipe, con importantes fuentes del hidrocarburo, cubren gran parte de las necesidades energéticas del Viejo Continente, por lo cual garantizar el tráfico del crudo en los tanqueros es asuntos de seguridad compartida.

Ese patrón —también de seguridad colectiva— marcó las tareas de las fuerzas navales de los países africanos afectados, que, con el respaldo de las armadas europeas en el período 2017-2018 registraron una disminución de esa práctica delictiva, aunque no se erradicó por completó como se preveía.

Según estimados, los países del Golfo producen más de 5,5 millones de barriles de petróleo diarios que envían a Occidente, pero además los integrantes de esa zona de África occidental poseen otros recursos minerales de primer orden para el desempeño tecnológico, así como maderas preciosas y otros materiales no energéticos.

Cálculos conservadores plantean que a diario por el Golfo de Guinea circula el 40 por ciento de las importaciones de petróleo de Europa y cerca del 30 por ciento de las cantidades que se envían a Estados Unidos.

Barco secuestrado por piratas cerca de las costas de Benín. (Foto: Irin/Daniel Hayduk/Noticias ONU).

Lo anterior es un argumento imprescindible en el momento de definir inversiones y comercio, ambos factores tributarios de la seguridad, por lo que existe consenso en cuanto a la importancia de prevenir cualquier alteración en ese cuadro de relaciones bilaterales existentes, aunque a ese intercambio le falte equidad.

De hecho, la piratería, tanto en el oeste como en el oriente del continente, es un fenómeno inadmisible, pero si se analizan sus causas puede develarse que está asociada con la pobreza y el hambre, con la necesidad de subsistencia de comunidades víctimas del expolió de sus fuentes de empleo, entre otras tragedias.

Conforme con estudios de organismos internacionales, el número uno de la piratería marítima lo tiene África. Se considera que aproximadamente la mitad de los ataques piratas reportados a nivel mundial tienen lugar en el litoral somalí (donde disminuyó esa actividad delincuencial) o en el occidental Golfo de Guinea.

El profesor español Fernando Ibáñez refiere que escasamente se señala el ámbito en el que ocurre tal pillaje: “corrupción muy extendida, desempleo, abandono del Estado y robo de petróleo en tierra y piratería como salidas laborales que hermanan a poblaciones locales pauperizadas, militantes, fuerzas de seguridad y altos funcionarios y políticos”.

En 2018 se duplicó la cifra de asaltos de piratas en las aguas entre Costa de Marfil y Congo: allí se perpetraron seis robos de embarcaciones, 13 ataques armados contra buques y 130 personas fueron raptadas de 141 secuestradas en todo el mundo. Unido a las estadísticas está el criterio de que la piratería es un negocio cada vez más lucrativo.

Sin embargo, si bien las operaciones navales coercitivas ejecutadas por fuerzas europeas posibilitaron la disminución de los asaltos en las costas somalíes, expertos en el tema, diversos tanques pensantes y una parte de la opinión pública razona que absolutizar el empleo de la violencia no resuelve el problema del vandalismo marítimo.

Según la investigadora Vanda Felbab-Brown, las poblaciones del Golfo de Guinea observan en los piratas “una fuente de inversión, un incremento del consumo, una actividad económica local que crece e incluso oportunidades de trabajo”, lo cual arraiga en la ciudanía la controvertida imagen del “delincuente-benefactor”.

No obstante, de los 38 actos de piratería y robos a mano armada de embarcaciones ocurridos en mundo el primer trimestre del año, el Golfo de Guinea concentró un alto número, con 22 incidentes, indicó la Oficina Marítima Internacional (IMB), lo que equivale a que la amenaza persiste, pese a la fuerza empleada en su contra.

Es de notar que durante los primeros cuatro meses de este 2019 se registraron agresiones contra embarcaciones y sus tripulaciones en los países costeros de Benin, Camerún, Ghana, Costa de Marfil, Liberia, Nigeria y Togo.

Luego de registrarse una tendencia a la reducción, se confirma que en el Golfo de Guinea los asaltos ocurren todo el año, preferentemente de noche, contra barcos fondeados impedidos de realizar maniobras evasivas, se considera que allí tienen éxito el 80 por ciento de las agresiones.

Los secuestros son rápidos y en muchas ocasiones son para robar petróleo y venderlo en el mercado clandestino, donde coinciden compradores de diversa laya desde el traficante mayorista y minorista hasta poderosas empresas que se mueven en el lado oscuro del comercio, además, siempre es posible el pago del rescate por la embarcación.

Pese al daño que inflige la piratería en el Golfo de Guinea, solo se reporta uno de cada tres atracos, por razones como la desconfianza en la reacción oficial que no siempre responde a peticiones de auxilio de los buques y también porque las demandas al respecto pueden tener un alto costo económico o desenmascarar operaciones ilícitas.