//

jueves, 10 de octubre de 2024

Garrote sin zanahoria

Estados Unidos se extralimita. Toda sanción provoca daño y es como el bumerán: retorna de muchas formas a quien lo lanza...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 14/08/2018
0 comentarios
Palo sin zanahoria
Hoy desde la Casa Blanca blanden una prepotencia exaltada, ya sin los justificantes ideológicos de antaño, para que Rusia se someta.

Una vieja fábula cuenta sobre un granjero iracundo que amarró una antorcha a la cola del zorro que incursionaba en sus sembrados. El resultado fue la destrucción total del huerto. Moraleja: quien no mide bien sus acciones concluye autodescalabrado. La enseñanza sugiere el empleo de la prudencia y el comedimiento como armas a usar con debida templanza, para resultados convenientes cualquiera sea el empeño.

Viene a la mente esa antigua advertencia viendo cómo Estados Unidos se desborda escalando sanciones, particularmente las concebidas contra Rusia, sin que falten otros al mismo tiempo. Cuba carga un arbitrario y abusivo fardo de ese tipo, expresión de una indignante política con castigos económico-financieros aplicados también hacia varios países en distintas medidas. Las mayores agresiones actuales van contra Irán, Siria, Corea del Norte, Venezuela  y hasta Turquía pese a ser miembro de la OTAN. No olvidemos que antes o ahora esa fórmula imperial de sojuzgamiento nunca la usaron contra infractores probados y merecedores de sanos correctivos.

En la actualidad y con propósitos de otra naturaleza pero no menos censurables, se comienza a penalizar a terceros, cuartos o quintos,  a través de los aranceles impositivos dirigidos contra China y Europa, también buscando que ambos bajen la testuz y trazándole nuevas rutas a las prácticas del hegemonismo.

Los subterfugios varían. Las recientes penitencias impuestas a Rusia usan el llamado caso Skripal, apellido del ruso que vendió información sobre sus colegas al Reino Unido y que fue juzgado en su país de origen y puesto en libertad gracias a un intercambio de espías posterior. De haber tenido algún valor para el Kremlin no lo habrían excarcelado para matarlo años después, cuando solo resulta útil a quienes quizás estén empleándole como pantalla.

Y bien, imaginemos hasta lo extraordinario. Si están tan seguros de la culpabilidad de Moscú, deben presentar pruebas. No hay mejor fiscal que aquel con evidencias indiscutibles. Pero si se precisa tragar en seco las imputaciones, surgen sospechas al saber que en Port Down, localidad cercana a Salisbury, donde encontraron a Skripal y su hija, exista un establecimiento donde fabrican distintos agentes neurotóxicos, como el que dicen que usó Rusia, pero desarrollados en laboratorios militares británicos.

De seguir conjeturando posibilidades se chocará con infinitas interrogantes y una saltando como atleta obstinada sobre una cama elástica es: ¿por qué EE. UU. asume penalizaciones sobre Rusia excesivas, superiores a las decretadas por Londres? Cuando promueven el incidente, actuando por encima de los restantes  aliados, Washington expulsó al mayor número de diplomáticos rusos. Ahora emprende castigos económicos por igual superiores a los decretados desde donde, teóricamente, ocurrieron los hechos generadores de esa reacción. Esos golpes extra se suman a los ya implantados debido al regreso de Crimea a la Federación y, mientras, dejan pendiente acrecentar peores escarmientos a corto plazo.

El nuevo repertorio prohíbe, entre varios acápites, la exportación de un grupo de productos tecnológicos hacia Rusia, país al cual exigen que se someta a una inspección para garantizar que no poseen armamento químico, aun cuando esos arsenales fueron eliminados de forma verificada hace un año. Acusar sin pruebas es poco decente y siempre impugnable. Acudir al fantasma de las armas químicas tiene impacto inmediato. Es muy efectivo, lo emplearon para basar de inicio cuanto concluyó destruyendo a Libia o para darle base a los bombardeos en territorio sirio. Con todo, resulta incongruente, pero quienes exigen poseen las mayores y más letales cantidades de esos productos en todo el mundo.

Este asunto "evidencia un complot entre EEUU y el Reino Unido" para "demonizar a Rusia", señaló María Zajárova, portavoz de la cancillería rusa.  En tanto, Dimitri Peskov vocero oficial, recordaba  que la decisión de la Casa Blanca es contraria al clima constructivo alcanzado en Helsinki por Vladimir Putin y Donald Trump. Desde luego, es tan contradictorio como lo son hechos similares con respecto a mantener el boicot económico-comercial a la República Popular de Corea tras la cita en Singapur entre el mandatario estadounidense y Kim Song-un. En ambos casos –basten de ejemplo- se están traspasando límites y se ingresa a un perjudicial contexto.

Desde su propia óptica, el primer ministro Dimitri Medvedev considera que Rusia "ha existido en los últimos cien años bajo una constante presión sancionadora", destinada a "eliminarla de entre los poderosos competidores en el campo internacional". Estas últimas penalizaciones buscan "restringir nuestro país", algo hecho "en repetidas ocasiones", aseguró, alertando sobre una inminente guerra comercial nociva para todos.

El canciller ruso, Serguéi Lavrov, trasladó al secretario de estado norteamericano Mike Pompeo, el “rechazo categórico” a las nuevas sanciones y la falsedad de una hipotética “participación de Moscú en el llamado caso Skripal”. El versado ministro recordó a su similar estadounidense que “desde el incidente de Salisbury, ni Estados Unidos ni el Reino Unido, ni ningún otro país ha presentado un solo hecho para probar estas acusaciones”. Tampoco aceptaron la oferta de Moscú de ayudar en las investigaciones.

Los registros ubican los finales de los años 90 como la ruptura de un cuasi-idilio Washington-Moscú postsoviético, roto por la intervención norteamericana en Yugoslavia que concluye con la destrucción de aquel país y la posterior trama para convertir a la provincia serbia de Kosovo en república independiente (enclave donde radica una de las mayores bases militares norteamericanas en el exterior). Tampoco hubo coincidencias con la injustificable invasión de Irak o la tampoco honrada ni inocente expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas. De hacer un inventario, se cuenta con suficientes incidencias de carácter ofensivo, en contraste con tantísimo posible de emprender si en lugar de dárselas de exclusivos y todopoderosos, unieran voluntades en muchos campos de acción.

Mirando hacia atrás, hay numerosos momentos de fuertes tensiones como parte de la confrontación este-oeste, cuando no faltaron procederes carentes de fundamento, buscando que la URSS se doblegara. Hoy desde la Casa Blanca blanden una prepotencia exaltada, ya sin los justificantes ideológicos de antaño, para que Rusia se someta o buscando recortarle restaurados vigores. Si Moscú no cede, prevén aumentar los garrotazos hasta extremos peligrosos.

Rusia tiene respuestas y algunas fueron publicadas por el ministro de Finanzas, Antón Siluánov, quien afirmó que serán reducidas las inversiones en los valores estadunidenses y van a usar monedas nacionales o el euro en el comercio del petróleo, tanto por la volatilidad de la divisa norteamericana como por los actos hostiles estadounidenses.

Toda sanción provoca daño y es como el bumerán: retorna de muchas formas a quien lo lanza. Los disparados por la actual administración norteamericana no solo son demasiados y en muchas direcciones, sino al propio tiempo autodestructivos, en una etapa de desorbitadas complejidades. Esta, en definitiva, es una historia con infaustos e inconclusos lances por narrar.


Compartir

Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


Deja tu comentario

Condición de protección de datos