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jueves, 10 de octubre de 2024

Estados Unidos trata de destruir la Revolución de Nicaragua

Cuarenta años después de su triunfo, los enemigos son los mismos...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 31/07/2019
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Estados Unidos-destruir la Revolución de Nicaragua
Enfrentamientos entre los opositores y la policía nicaragüenses. (Foto: hispantv.com).

Julio es un mes de celebración en Nicaragua, una nación centroamericana que hace 40 años atrás expulsó al tirano Anastasio Somoza para con la entrada victoriosa en Managua del Frente Sur ¨Bemjamín Zeledón¨, comenzara una etapa política sin precedentes en la que, desde un primer momento, tuvo como enemigo a Estados Unidos (EE.UU.), que ahora trata nuevamente de derrocarla.

Este aniversario que culminó con una gigantesca concentración popular se festejó en un contexto político diferente al de 1978, cuando en la llamada Operación Chanchera la guerrilla sandinista atacó el palacio presidencial en Managua acabando con los  últimos reductos de los Somoza. Pero antes el convencimiento revolucionario es el mismo.

Inspirados en el ejemplo de Augusto César Sandino, que con un pequeño ejército trató de liberar a Nicaragua y fue asesinado el 21 de febrero de 1934 por órdenes de EE.UU. el FSLN devolvió la dignidad y la soberanía a un pueblo que sufrió durante décadas el peso de una dictadura, y luego la intromisión externa que la persigue en tiempos de democracia.

Para los tecnócratas de Washington y sus secuaces internos y foráneos debió ser sorprendente la alegría y la confianza del pueblo nicaragüense en su Revolución, que el año pasado derrotó a la contrarrevolución financiada para acabar con el socialismo en ese antes empobrecido país de poco más de 6 000 000.de habitantes.

La Casa Blanca y sus aliados foráneos e internos intentaron derrocar al presidente-Comandante Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) mediante un frustrado golpe de estado desatado en las calles por mercenarios y disidentes que llevaron el luto a la nación centroamericana. .

El pasado día 19, el pueblo seguidor del FSLN demostró un absoluto respaldo a Ortega, quien dirige un gobierno de conciliación nacional y busca la paz interna, en peligro por la política de odio de EE.UU..


(Foto: AP).

Con su presencia masiva en los jolgorios y actos políticos en las principales ciudades, la población ratificó su adhesión al Frente Sandinista y su gobierno, sin olvidar a los  combatientes y comandantes revolucionarios, como los fallecidos Carlos Fonseca Amador y Tomás Borge.

Fonseca Amador y Borge son paradigmas para las nuevas generaciones, escudos de defensa de la Revolución que trajo una bocanada de felicidad a este combativo pueblo de Nicaragua, al igual que los de Venezuela y Cuba, decidieron de manera soberana la reestructuración de sus sociedades e implantaron proyectos socialistas supuestamente condenados a la desaparición por orden del presidente de EE.UU. Donald Trump.

El rubio mandatario, un multimillonario sin experiencia política, está malignamente asesorado por viejos y nuevos halcones imperiales que delinean las estrategias y ponen en ejecución planes destructivos para esos tres países revolucionarios. Hasta ahora, todos sus planes han fracasado.

Nicaragua es agredida de manera constante desde que Ortega asumió para el período 1979-1990 y después desde 2007. Perdió las elecciones del 90 gracias a la formación de una coalición de 14 partidos que situó en la Primera Magistratura a Violeta Barrios de Chamorro. Tampoco ganó las presidenciales de 1996 y 2001.

En su primera etapa como gobernante, EE.UU organizó a los llamados ¨contra¨, que eran grupos armados formados por mercenarios mayormente que incendiaron la nación en una batalla interna.

Ahora, la Casa Blanca y sus aliados declararon a Nicaragua una guerra no convencional, agazapados entre las mentiras transmitidas mediantes las redes digitales, los medios de comunicación hegemónicos, la instauración de la violencia en las calles, la continua agresión económica.

La solidez revolucionaria se puso a prueba el pasado año cuando las instituciones y la población que la apoya sufrieron una sorpresiva embestida contrarrevolucionaria de gran intensidad, bajo coordinación de la embajada norteamericana y la jerarquía de la iglesia católica, que aunaron personas resentidas, empresarios y delincuentes.

Tres meses, entre abril y julio, el proceso revolucionario se mantuvo bajo presión y los conservadores que ahora gobiernan un alto número de naciones latinoamericanas festejaban por adelantado la caída de Ortega.

Decenas de  muertos dejó la violencia derechista; civiles que fueron quemados vivos solo por ser simpatizantes del Frente, instituciones destruidas y la exigencia del establecimiento de un diálogo para restarle poder a la Revolución.

Se ha comprobado que EE.UU. financió a los contrarrevolucionarios que manejan miles de dólares lavados a través de Organizaciones No Gubernamentales.

La capacidad del partido sandinista, que reorganizó al pueblo, el cual implementó grupos de defensa de los barrios, permitió que la arremetida fuera derrotada bajo la conducción del FSLN. El costo en vidas y en la estabilidad nacional fue alto. Nicaragua aparecía como el país mas tranquilo de Centroamérica y su economía marchaba con prosperidad. Había paz, gobernabilidad, crecimiento económico y un notable avance en los índices sociales.

Una medida de Seguridad Social del gobierno, que no fue aceptada por varios grupos sociales, y de inmediato fue derogada, resultó el pretexto para lanzarse de lleno contra la Revolución. Los mercenarios  de siempre cogieron la calle. Ya no existía la regulación con la cual podían estar o no de acuerdo. El plan era aprovechar la coyuntura para mediante la violencia desestabilizar el proceso revolucionario.

Pero aunque la mejor posibilidad de alcanzar una paz duradera está en el triunfo del diálogo nacional, la Revolución Sandinista demostró de nuevo su fortaleza este mes de conmemoración.

La identidad con los pobres se traduce en la redistribución de la riqueza y es la clave del éxito de estos años, en peligro por la intransigente postura de los conservadores y la actitud provocadora de la cúpula eclesiástica.

Una encuesta convalidada por el Banco Mundial informó que Nicaragua está ganando su batalla contra la pobreza dejada atrás por un 70% de los nicas.

El gobierno sandinista decretó la gratuidad de la educación y la salud universales, el empleo formal creció una tasa del 7% anual desde el 2007 y el salario mínimo crece de manera paralela a ese porcentaje.

En la última década un millón de hogares conoció la energía eléctrica. Cuando asumieron los sandinistas solo 565 000 tenían esa condición.

Otro importante índice de la estabilidad existente antes de la intromisión norteamericana es que Nicaragua posee autosuficiencia alimentaria.

Los importantes avances sociales son posibles gracias a las estrategias de desarrollo basadas en programas como Hambre Cero, Plan Techo, Usura Cero, Merienda Escolar, Bono Productivo y Casas para el Pueblo, que buscan la erradicación de la pobreza con la estimulación de la inclusión social.

Hasta los sucesos de 2018, Nicaragua era una plaza sumamente atractiva para las inversiones extranjeras, en especial las procedentes de China, que siguen activas.

Por esas y otras razones, puede decirse que Nicaragua es un hueso duro de roer y que el Frente Sandinista es el único partido que posee una presencia nacional verdadera.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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