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miércoles, 9 de octubre de 2024

¿Está loco Donald Trump?

El de Corea es asunto demasiado especial y peligroso como para juguetear con el futuro

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 31/05/2018
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Trump y coreano
Donald Trump en la Casa Blanca junto al presidente surcoreano, Moon Jae-in, admitió el martes 22 de mayo que hay una posibilidad "sustancial" de que la reunión prevista para el 12 de junio en Singapur para pactar la desnuclearización de Pyongyang se aplace o se cancele.

Los dichos y hechos del mandatario estadounidense pueden parecer lunáticos, pero eso no asegura que esté propiamente chiflado, incluso a despecho de lo asegurado por un panel de psicólogos el pasado año, cuando emitieron un dictamen sobre la sanidad mental del presidente, sobre quien consideran arriesgado confiarle los botones nucleares.

Lo que le ocurre a Donald Trump es su estilo de “nuevo rico”. Al menos se parece a aquellos que gustan de la ostentación y distorsionan o trasgreden los modelos de conducta prudentes o refinados. Suelen ser cojas las comparaciones, pero otro alto dirigente caracterizado por actuar de modo similar fue Silvio Berlusconi, tres veces premier de Italia y reprobado debido a su biografía cargada de escándalos.

Il Cavaliere usó durante sus mandatos métodos similares a los empleados en sus negocios privados. Se comenta que ese fue uno de los motivos para que el país transalpino se encuentre en situación económica comprometida, y por influir de cerca o como secuela, en la crisis institucional que sufre Italia en este momento.

Trump parece pertenecer a la misma tribu de Berlusconi. Al menos en lo referido al procedimiento de hacer a escala de país —el más poderoso, se dice— lo usualmente aplicado con sus negocios. Sobresale en esa estratagema el tira y afloja propio de quienes regatean buscando más ventajas que aportes. Un método que quizás sea adecuado en temas de bolsillo personal, pero imprudente, sobre todo si lo usan en política exterior.

Una agravante de ese estilo proviene de quienes le rodean. Su principal asesor para asuntos de seguridad, John Bolton, nunca necesitó estímulos como cuantos tributa el presidente, para expresar sus criterios extremistas e infundados. Recuérdese aquel con el cual quiso darle apoyo a una agresión militar a Cuba, acusándola de fabricar armas biológicas. Ahora fue —recordemos— quien expuso de forma pública que con Corea del Norte aplicarían la estrategia usada en Libia.

Dejemos aclarado que Libia nunca tuvo armas atómicas. Cuando Muammar Kadhafi negoció con Occidente, a cambio del levantamiento de sanciones, entregó centrífugas de refinación radioactiva todavía dentro de sus cajas, sin usar. Abreviando, dígase que el país norafricano ni siquiera dio inicio a algo que pudiera sobreasar la categoría de un proyecto, clausurado antes de nacer. Pero la República Popular Democrática de Corea (RPDC) sí desarrolló capacidad y recursos nucleares para su defensa, pero como los demás, con capacidad ofensiva también.

Ocurre, sin embargo, que lanzar (Bolton/Pompeo) el epítome referente a Libia equivale a que se baraja la opción más destructiva o caótica, sin desdeñar que se trate de una fanfarronería para meter miedo al oponente y que este ceda a cualquier exigencia por desventajosa o injusta que fuere.

En el saludo de año nuevo, Kim Song-un propuso desnuclearizar la Península. El detalle lo pasan por alto en Washington o lo evalúan como resultante de las presiones contra los norcoreanos, como si estos no hubieran resistido ya muchísimos apremios y lesiones anteriores.

Fuera de esa manía para auto-otorgarse valores ajenos, la administración Trump pretende, eso sí, exprimir al máximo la oportunidad en busca, como si de operaciones de lucro se tratara, del mayor rédito en su favor. Ese enfoque equivale a vender un producto sin beneficios de postventa ni garantías.

La táctica de “te exijo todo a cambio de boberías”, no va a funcionar. Por eso se esperan fuertes discusiones en el proceso para convenirlo que pretende Estados Unidos y la seguridad comprobable, sólida, que Corea del Norte demanda para su pueblo. Son los preámbulos a debate en la cumbre de junio, si se hace, en Singapur.

De momento, Corea del Sur tiene enormes esperanzas (también oponentes fuertes dentro) en la posible distención. El presidente Moon Jae-in hizo una sorpresiva visita a su homólogo del norte y ha declarado que entre las proyecciones de crecimiento en su país se cuenta con la RPDC como factor favorable encaminado a un mayor desarrollo.

Al cierre de estas apreciaciones el vicepresidente norcoreano, general Kim Yong Chol, arribaba a EE.UU., el prominente canciller ruso Serguei Lavrovviajaba a Pyongyang y Shinzo Abe, premier japonés, anunciaba una visita a Washington previa a la todavía incierta cita de Trump con Kim Song-un. Movimiento diplomático de primer nivel demostrativo de la relevancia del caso que, de ningún modo, se acuna en los limitados márgenes de una aparente paranoia, aunque esté bordeando riesgos gigantescos.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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