El fuego siempre quema

En efecto, los agrios altos mandos del Pentágono han reaccionado como “inocentes criaturas tomadas por sorpresa” ante las “malvadas” revelaciones hechas por el presidente ruso, Vladímir Putin, sobre los sonados avances del programa de modernización de las fuerzas armadas nacionales.

Y es que días atrás el jefe del Kremlin, en un informe al país, dedicó amplios espacios a enumerar los dispositivos bélicos de nuevo tipo que están y estarán entrando en servicio en las diferente ramas combativas del ejército local, y que, según sus propias consideraciones, superan con creces la tecnología militar existente en otras partes del planeta.

Se trata, por ejemplo, del cohete balístico intercontinental Sarmat, lanzado desde submarinos, con alcance “prácticamente ilimitado”, capaz de destruir objetivos tanto a través del Polo Norte como del Polo Sur, y para el cual “ningún sistema antimisiles es un obstáculo”.

O del complejo de misiles Kinzhal, ya instalado en el distrito militar del sur, que incluye el Mar Negro. Un sistema hipersónico y de precisión que se lanza desde aviones, capaz de maniobrar en todos los tramos de su trayectoria, que supera la velocidad del sonido en diez veces, y que tiene un alcance de más de doscientos kilómetros.

Putin también habló del complejo coheteril Avangard para vuelos intercontinentales en capas densas de la atmósfera y de las armas basadas en rayos láser con las que, según dijo, ya han comenzado a ser abastecidas las tropas rusas.

En fin, un compendio de artilugios estratégicos que ahora los mandos militares norteamericanos intentan presentar como “diabólicos”, destinados a “desestabilizar el orden internacional” y que desafía seriamente “la superioridad militar norteamericana” en el Viejo Continente… al menos esas han sido las palabras textuales del general Curtis Scaparrotti, jefe del Mando Europeo de los Estados Unidos.

Lo que sin dudas el exaltado jefe militar no tomó en cuenta a la hora de proyectarse públicamente es que, precisamente, en su discurso admitió que el Pentágono (al que se suman sus restantes aliados de la OTAN), ciertamente “posee mayoría” beligerante en Europa, y que el “orden internacional” que no quiere ver alterado es justo el que brinda ventajas agresivas a Washington.

Ya es vieja la historia de que en todos estos años, luego de la desaparición de la Unión Soviética, las Federación Rusa pasó a ser uno de los nuevos blancos en la mira belicista del hegemonismo Made in USA, de modo que ha debido enfrentar el premeditado avance de la OTAN hacia el Este, incluida Ucrania, las muchas acciones expansionistas en Oriente Medio y Asia Central, y el despliegue en el Viejo Continente del sistema antimisiles norteamericanos que pretende dar a la Casa Blanca la posibilidad de propinar golpes nucleares a sus “oponentes” sin el riesgo de una respuesta similar de las víctimas.

Y todo ello induce a pensar, si se es simplemente objetivo y lógico en el juicio, que la precisa y acelerada modernización de las fuerzas armadas de Rusia está más que justificada en tanto respuesta defensiva legítima, indispensable, y hasta obligatoria, ante la maquinaria hostil puesta en marcha en su contra.

Por demás, esta puja y las reacciones que concita corroboran lo que ya hemos repetido más de una vez, y es que en términos estratégicos y de geopolítica, el planeta ya dejó de ser el acariciado espacio libre para el absolutismo gringo, por tanto, o los hegemonistas obsesos entran en razón ante una nueva realidad global que no tiene marcha atrás, o el futuro de la especie humana no vale un centavo, porque una nueva guerra mundial sería la última… y sin testigos ni a quienes contarle lo sucedido.