//

miércoles, 2 de octubre de 2024

El Conflicto Árabe-israelí, asunto todavía pendiente (Parte I)

Cualquier reivindicación territorial de Israel sobre Palestina no está basada en ningún argumento que excluya un acto absoluto de despojo, como ocurría en la antigüedad...

Luis Edel Abreu Veranes en Exclusivo 29/05/2021
0 comentarios
Bombardeo a Palestina
En mayo de 2021 emergió una nueva ola de violencia entre ambos países.

En el extenso itinerario de la historia de los pueblos que ocuparon el Levante, zona de confluencia civilizatoria milenaria, se inscribe con un sello particular el pueblo judío, cuyos orígenes se encuentran en las sagradas escrituras de dos de las grandes religiones monoteístas universales y reveladas, el judaísmo y el cristianismo.

Aproximadamente dos milenios antes de nuestra era, la historia del pueblo de Abraham se entronca con la tierra de Canaan para seguir un extenso viaje de encuentros y desencuentros en una accidentada, milenaria y permeable relación entre comunidad y tierra, que marcaron definitivamente la construcción identitaria del pueblo judío. El pueblo de Moisés a lo largo de casi cuatro milenios de historia estuvo envuelto en migraciones voluntarias o forzosas, debido a la yuxtaposición étnica y civilizatoria de dicha región, cuyo tormentoso paso se relacionó con la conquista de pueblos e imperios que dejaron un resultado negativo para la comunidad judía en Palestina. Pero lo que sí, no cabe la menor duda, que la tierra de los cananeos y los filisteos era una región habitada y el pueblo de Abraham formó parte de ese intenso empaste multicultural de la antigua tierra Palestina. Las conquistas de los asirios, babilonios, persas y romanos a lo largo de casi un milenio barrieron escalonadamente con la grandiosidad de la comunidad judía y su peso demográfico en el codiciado territorio. En los primeros siglos de la presente era el Imperio Romano desapareció lo que quedaba del esplendor de los antiguos Judea e Israel.

Cualquier reivindicación territorial de Israel sobre Palestina no está basada en ningún argumento que excluya un acto absoluto de despojo, como ocurría en la antigüedad, incluso legitimado por la propia Biblia, en el contexto de rivalidades de reinos y tribus que ambicionaban el control sobre la rica y estratégica tierra. Pero en este punto se debe precisar que el conflicto Árabe-Israelí como lo conocemos hoy en día, es un proceso relativamente contemporáneo cuyo origen se encuentra en el Sionismo político que se desarrolló a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

Los judíos, después de su capítulo antiguo en Palestina, quedaron dispersos en una gran diáspora mundial, en la que se visualizan claramente dos grandes colectividades, los askenazis y los sefarditas que sobrevivieron en medio de las tendencias antijudías de la vieja Europa, y de rechazo y de expulsiones masivas que marcaron siglos de diáspora judía. El pueblo de David sobrevivió porque se produjo una introspección de la identidad y de su reproducción social y comunitaria que ya no tenía tierra, ni templo de Jerusalén, pero proliferaron las sinagogas y los rabinos, dando paso a la preservación del pueblo sobre los cimientos de la religión, los estudios religiosos, las sagradas escrituras “(…) aparece un nuevo paradigma rabínico-sinagogal para esa Edad Media judía que no fue interrumpida por ninguna Reforma y que no terminaría hasta la llegada de la Ilustración moderna”. Pero la Revolución Francesa le concedió derechos a los judíos que les permitieron la salida de los guetos y una inserción social que facilitó la asimilación, principalmente en aquellas naciones influenciadas por los vientos de la revolucionaria Francia. Esto dio paso a una prosperidad económica de algunos miembros de esta comunidad, siempre bien llevada con los negocios y las actividades económicas y financieras. No obstante, aquellos cambios no se reflejaban de la misma manera en los países de la Europa Oriental, donde los judíos no estaban asimilados étnicamente con el resto de la población y sus costumbres habían quedado todavía muy arraigadas, dentro del contexto de los guetos.

Independientemente de los cambios sociales y económicos arriba mencionados, fueron los de naturaleza política relacionados con los anteriores, durante la segunda mitad del siglo XIX, los que constituyeron el verdadero punto de inflexión histórica de esta comunidad, con relación al problema que nos ocupa. En el contexto del surgimiento de los imperialismos empieza a nacer y recrearse el Sionismo Político, como un proyecto viable entre los esquemas coloniales de las potencias de finales del siglo XIX. Grandes hombres de la comunidad como Moshe Hess con su obra Roma y Jerusalén y León Pinsker con Autoemancipación planteaban el establecimiento de los judíos en una tierra propia, pero todavía no había mucha definición en esa dirección, aunque hubo una primera “aliyá” hacia Palestina, debido a los proyectos económicos financiados por la familia Rothschild, que hizo incrementar el número de habitantes en el territorio “(…) de unos 8000 a principios del siglo XIX a cerca de 75000 en el fin de siglo”. Pero el verdadero artífice del Sionismo Político fue Theodore Herzl, quien sensibilizado por la situación del caso Dreyfus y el nuevo rebrote antijudío, escribió su gran obra en 1896 “El Estado judío”, que se convirtió en una herramienta ideológica y práctica para el desarrollo de los planes del sionismo.

El movimiento sionista entró en una fase, durante el epílogo del siglo XIX y los albores del XX, caracterizada por una intensificación de la diplomacia judía representada por la Organización Sionista Mundial, que se dio a la tarea de buscar un patrocinador y realizaban congresos con una periodicidad anual, mientras paralelamente apoyaban los proyectos de emigración hacia territorio palestino, todo ello amparado por el poder económico judío y las crecientes influencias en las altas esferas de la política europea. No obstante, en este período la comunidad tenía otras prioridades migratorias, fundamentalmente hacia Norteamérica. En los años previos a la Primera Guerra Mundial se produjo la Segunda Aliyá, favorecida por el fracaso de la Revolución Rusa de 1905 y la implicación de muchos judíos socialistas. Estos fueron los protagonistas de los conocidos Kibutz al aplicar un modelo económico cooperativo para el desarrollo de la agricultura.

Hasta el término del siglo XIX no podía hablarse concretamente de un conflicto Árabe-Israelí pues en territorio palestino dominaba el Imperio Turco Otomano y la comunidad judía era minúscula para aquel entonces, sí había un problema judío en el escenario europeo debido a las recurrentes oleadas de antisemitismo, pero era un conflicto de siglos y quedaba fuera de los marcos de la Palestina Otomana. Para inicios del siglo XX existían ligeras señales de descontento árabe, con relación a los asentamientos promovidos por el Sionismo, pero aquello no estaba ni cerca de avizorar la dimensión del verdadero conflicto. Por otro lado, muere Herzl en 1904 y Chaim Weizman se convirtió en el rostro más visible del liderazgo del movimiento sionista. Pero fue en el ambiente bélico de la Primera Guerra Mundial que el sionismo dio un paso de no retorno y que abriría la larga historia del conflicto Árabe-Israelí, la Declaración Balfour de 1917 en que el gobierno británico prometía al sionismo el establecimiento de un Hogar Nacional Judío en territorio palestino:

“El Gobierno de Su Majestad ve con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de ese objetivo, quedando plenamente establecido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías de Palestina, o los derechos y status políticos de que disfrutan los judíos en cualquier otro país”.  

Resultó que el patrocinador de la causa judía fue la principal potencia victoriosa de la Primera Guerra Mundial, a quien se le otorgó el Mandato sobre Palestina por la Conferencia de San Remo en abril de 1920. A partir de aquel momento la Declaración Balfour se transformó en una herramienta política de la potencia mandataria y comenzó el drenaje sin límites de la diáspora judía hacia Palestina, durante la época de entreguerras. Las crisis económicas y el antisemitismo facilitaron la emigración, fundamentalmente desde Europa, situación que se agravó con la llegada y el desarrollo del Fascismo. El proyecto sionista fue parte consustancial de la ecuación política mandataria de los ingleses durante casi todo el período con una agencia judía que era prácticamente un gobierno paralelo para la comunidad de los hijos de Abraham.  Esto se atemperó un poco a finales de los años treinta debido a la revolución palestina de 1936 y al ambiente europeo enrarecido, previo a la Segunda Guerra Mundial, que se reflejó en el Libro Blanco de 1939 o Memorándum MacDonald que planteaba la culminación del mandato, la limitación de la inmigración judía y el establecimiento de un Estado Independiente. Pero llegó el previsible estallido de la Segunda Guerra Mundial y el Sionismo estaba entrenado en el ejercicio de la pesca en río revuelto, como había ocurrido durante la Gran Guerra.  

La creación del Estado de Israel y las guerras del conflicto Árabe-israelí

 El fascismo y el holocausto incrementaron la entrada de judíos en Palestina y el “Programa de Biltmore”, resultado de la conferencia donde habían participado los miembros más prominentes del sionismo en mayo de 1942, retomó con más fuerza la posibilidad de la creación de un Estado judío sin límites para la entrada de los hijos de Abraham.      El holocausto del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial creó alrededor de dicha comunidad un fenómeno de victimización en la psicología de las naciones que salieron del conflicto y se integraron posteriormente en la Organización de Naciones Unidas. A pesar del intenso drenaje demográfico de la comunidad judía, una vez terminada la guerra, todavía el yishuv contaba con la tercera parte de la población en relación con los árabes. Pero las simpatías internacionales y el fortalecimiento militar de los sionistas estaban inclinando la balanza hacia los intereses judíos. La fuerza militar desarrollada por la Haganah, dirigida por la Agencia Judía y otras organizaciones armadas de carácter ilegal fortalecieron el poderío industrial-militar del sionismo. La campaña de terror desarrollada entre los años 1946 y 1947 contra los árabes y la propia potencia mandataria llevó el asunto a la Organización de Naciones Unidas. En la espiral de violencia el Reino Unido decidió abandonar sus funciones en el Mandato y el problema se trasladó posteriormente a los salones de la nueva organización internacional. Las gestiones diplomáticas desembocaron en el Plan de Partición promovido por la ONU. La votación del 29 de noviembre de 1947 dio un resultado favorable a la partición y en contra de la federación planteada por los árabes, un proyecto en el que el yishuv de los judíos recibiría el 57% del territorio con la tercera parte de la población, mientras que la mayoritaria población árabe quedaría relegada a un 43% de su territorio, y la capital Jerusalén quedaría bajo una tutela internacional.

Finalmente, los judíos proclamaron su Estado de Israel en mayo de 1948, con la capital en Tel Aviv, los árabes por otro lado no tenían un liderazgo visible y unificado y no pudieron hacer nada parecido a la creación del Estado de Israel. El resultado de todo esto fue la guerra de 1948, la primera guerra del conflicto Árabe-israelí que fue una catástrofe para el pueblo palestino, la Nakba como se le conoce condujo a la ocupación de un 80% de territorio por los israelíes, a pesar del apoyo de una coalición de países árabes a favor de los palestinos, pero en el escenario militar los judíos tenían la ventaja.

Desde aquella primera guerra del conflicto cada década ha estado marcada por una nueva escalada militar, en 1956 con la incursión de Israel, Gran Bretaña y Francia por la nacionalización del Canal de Suez, Israel pretendió adueñarse del canal, pero la presión soviética y de los Estados Unidos condujo a una retirada, por lo que la situación volvió al status de 1948.Los palestinos comenzaron a construir un liderazgo propio a través de Al Fatah y posteriormente, en 1964 se creó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que tenía sólidos lazos con el mundo árabe y su principal organización, la Liga Árabe. Para el año 1967 se produjo un tercer conflicto que dejó un saldo mucho más negativo para los palestinos por la ocupación por Israel de toda Palestina, incluso las Alturas del Golán en territorio sirio y la península del Sinaí, en Egipto. Esto fue un gran golpe para el nacionalismo árabe que había sido un gran abanderado de la causa palestina en el escenario internacional en la voz de Gamal Abdel Nasser, el presidente de Egipto y principal líder del nacionalismo árabe. Esta última guerra creó el germen para un próximo estallido en 1973, considerada la cuarta guerra, en la que los Estados fronterizos afectados por el conflicto anterior, Egipto y Siria buscaban recuperar sus pérdidas territoriales. Para estos objetivos los árabes aprovecharon la conmemoración de la principal festividad judía, el Yom Kippur o ayuno de expiación, pero la intervención de la ONU hizo que no se produjeran nuevas modificaciones.

Mapa: palestinalibre.org

El éxodo palestino hacia el territorio del Líbano, favoreció que se involucraran en los conflictos comunitarios de dicha nación y que armaran su resistencia contra Israel desde el sur del Líbano, provocando la intervención sionista en 1978 con una réplica mucho más vigorosa en 1982, cuando ocurrió la ocupación de casi todo el territorio libanés y las conocidas masacres en las en los campamentos de Sabra y Chatila, en la capital del país de los cedros. Por otro lado, Egipto ya había abandonado la causa panárabe después de la muerte de Nasser, proceso cuyo acontecimiento más visible había sido los Acuerdos de Camp David firmados en marzo de 1979, cuando recuperó el Sinaí ocupado por Israel. Desde los años ochenta se observa la continuidad de varios procesos concomitantes en el desarrollo del conflicto Árabe- israelí como las nuevas escaladas militares que se suceden con periodicidad, los intentos de negociación del conflicto con la presencia de actores internacionales mediadores, la aprobación de resoluciones por la Organización de Naciones Unidas para una salida a muchos de los momentos de crisis o del conflicto en general y el protagonismo de la política exterior norteamericana y la influencia de su lobby judío en la política hacia Israel. El gobierno israelí ha buscado marcar el protagonismo en todo momento con una intensa política de asentamientos que cada vez ha usurpado más espacios a la población palestina. A fines de los años ochenta se produjo la llamada Intifada o Guerra de las Piedras contra la incursión israelí en los territorios ocupados. La estrategia de Israel ha sido ocupar, colonizar y luego refrendar y lograr el reconocimiento del hecho consumado. La influencia islamista en la región, como resultado de la Revolución de Irán y el declive del nacionalismo laico, tuvo un reflejo local en Palestina a través de la creación de Hamás, el Movimiento de la Resistencia Islámica, en la región de Gaza.

Sobre el conflicto árabe-israelí en el siglo XXI hablaremos en un próximo trabajo.


Compartir

Luis Edel Abreu Veranes

Profesor de Historia de África y Medio Oriente. Departamento de Historia de la Universidad de La Habana


Deja tu comentario

Condición de protección de datos