Batiendo el chocolate

Arriesgado, incluso temerario, tomar por exactas las revelaciones dadas por The Washington Post, diario donde se publicó que fuentes de Inteligencia norteamericanas creen que “Corea del Norte construye nuevos misiles en la misma planta de donde salió el misil balístico intercontinental (ICBM) con capacidad para llegar a ciudades de la costa este estadounidense”.

De acuerdo con el mismo reporte, Pionyang continúa avanzando en su programa de misiles balísticos, aun cuando, dicen, el supuesto evento no indica una ampliación del potencial norcoreano en la materia. No es la única incongruencia de la noticia —si de ese modo puede ser calificada. Si no se trata de la creación de nuevos misiles y hay constancia a través de otros medios confiables sobre el desmantelamiento de una importante instalación de lanzamientos en la costa oeste de la península y de un sitio donde se fabricaban los poderosos motores para esos recursos, ¿qué es?

The Washington Post fue el órgano que apenas ocurrir la cumbre de Singapur publicó otro “informe de inteligencia” en esa oportunidad, afirmando campanudamente: “Corea del Norte intenta dejar oculto sus recursos atómicos o continuar su desarrollo pese a los compromisos iniciales obtenidos entre los dos jefes de Estado”. ¿Repiten ahora la ruin maniobra engañosa? El si-pero-no en la nota de prensa pareciera instigado por quienes no desean un arreglo en la península asiática.

No sería difícil enmarcar el posible bulo en la estrategia demócrata (asistida por algunos republicanos), enfocada por un lado en obligar a que la actual administración cumpla con la agenda de su contrario (seguir malquistados con Rusia, por ejemplo) y de otra parte, buscando corroer los eventuales éxitos de la administración Trump, alguien no necesitado de muchos empujones para estar siempre al borde del precipicio por sí solo.

Intentando ser objetivos y sin excluir gazapos, pues las torpezas tampoco dejan de hacer lo suyo con frecuencia, cabría poner ojo en los acontecimientos recientes y las prolijas acciones entre las dos Coreas en busca de apaciguamiento y equilibrio para ambas. No es ocioso repetir que si solo de Seúl y Pionyang dependiera, los arreglos llegarían con mayor rapidez y limpieza. Transcurre un momento excepcional y quizás no se repita. Debería ser nutrido pero no dañarlo.

Si el encuentro en Singapur el 12 de junio pasado entre Donald Trump y Kim Jong-un fijó un antes y un después de incuestionable importancia, está trascurriendo, en la misma ciudad, otro evento donde se aborda, por la veintena de naciones miembros de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) o asociados a ese conjunto, el tema de la desnuclearización coreana y el consiguiente acercamiento entre los dos países.

Al momento de emprender estas reflexiones se esperaba una entrevista entre los máximos representantes de las coreas en esa 51 Reunión de Cancilleres de la ASEAN, importante marco regional de intereses compartidos en Asia-Pacífico, donde, además, parece inevitable que Rusia y Estados Unidos, a través del secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo y el canciller ruso Serguéi Lavrov, intercambien también sobre el caso y… no solo sobre él.

En el ínterin existen avances de cierta relevancia a destacar en un grupo de acciones y encuentros avanzados entre funcionarios de las dos Coreas. Unos de carácter militar (los segundos a nivel de generales en apenas mes y medio) —buscando crear un clima de confianza— y la disminución de eventualidades negativas —dando alivio a las tensiones fronterizas.

Pese a la reserva propia de esta esfera, pudo conocerse que entre los temas discutidos estuvo la reducción de los respectivos montos en pertrechos y soldados del área desmilitarizada y, como otro aspecto sensible, trataron sobre la búsqueda conjunta de restos de los combatientes caídos durante la guerra en los años 50. Sobre el intercambio se comunicó de modo oficial: la República Popular Democrática de Corea (RPDC) y la República de Corea acordaron rebajar las tensiones y detener “todos los actos hostiles”.

Además está en los más recientes esfuerzos para poner en marcha de nuevo el complejo industrial nor-surcoreano de Kaesong, y el beneplácito del presidente Moon Jae-in, al empresariado del sur aceptándoles participar en futuras inversiones y variados emprendimientos. Deben ser consideradas diversas señales. Se cita la visita hecha al “otro lado” del viceministro de Unificación de Corea del Sur, Chun Hae-sung, al iniciarse agosto, para inspeccionar los sitios donde va a efectuarse a finales de mes el encuentro de familias separadas desde hace 60 años.

En este momento los diplomáticos de la Península trabajan con denuedo en conformar una declaración de paz para sustituir el armisticio hecho al término de aquella conflagración. No lo tratan como una formalidad a secas, sino en rango de inicio imprescindible para darle base y solidez al correspondiente proceso de armonía en lo que fuera una sola nación con cultura y tradiciones comunes. En medio de esa voluntad —para bien o para mal— se interpone EE. UU. y los poderes especiales adquiridos sobre Corea del Sur.

Llegados a este momento en el repaso de lo reciente y sin olvidar el valor de la cumbre norcoreano-estadounidense por imprecisa que fuere, o el encuentro norte-sur- y sus progresos, vale preguntarse si la RPDC “jugaría” a perder lo alcanzado por unos cohetes de más o de menos, mal o nada ocultos. Repito: todo es posible, pero de atenernos a lo entrevisto por parte de Kim Jong-un, su deseo es continuar desarrollando a Norcorea y la mejor prueba está en el aumento del crecimiento, las aperturas nacionales y los movimientos externos hechos bajo su mandato.

De cualquier modo, no será levantando fantasmas o vagas circunstancias que se logre algún buen remate de algo pidiéndolo a gritos. La irracionalidad actual establece récords. De absurdos está repleta la historia de la humanidad y no sería la primera ocasión en que lo sensato concluye bombardeado por intereses inconfesables.