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lunes, 30 de septiembre de 2024

Vivir con SIDA también es vivir

La cinta logra mostrar los primeros esfuerzos para darles dignidad a los infectados con el VIH y más...

Diany Castaños González en Exclusivo 03/02/2015
2 comentarios

Dallas Buyers Club, titulada en Hispanoamérica El club de los desahuciados, es una película biográfica del año 2013 dirigida por el director y guionista canadiense Jean-Marc Valléey protagonizada por Matthew McConaughey.

Cuenta la historia de Ron Woodroof, quien, en 1985, era un cowboy -homófobo hasta los tuétanos- que vivía en la ciudad norteamericana de Dallas, en Texas, rodeado de vaqueros y toros salvajes. Una relación sexual desprotegida con una mujer enferma le provoca SIDA; cuando Woodroof va al hospital los médicos le estiman 30 días de vida.

Por aquella época el desconocimiento hacía pensar a las personas que todo enfermo de VIH era homosexual, y Ron comienza a sufrir, simultáneamente, la homofobia que él mismo practicaba junto con los síntomas de su enfermedad.

Solo y repudiado –sus supuestos amigos evitan tocarlo- comienza a consumir AZT, la única droga aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos en esa época. Pero esta sustancia resulta demasiado tóxica para su sistema inmunológico, y lo lleva al borde de la muerte. Woodroof busca tratamientos alternativos en medicinas antivirales provenientes de distintas partes del mundo, incluso en aquellas que aún no estaban permitidas ni disponibles en los Estados Unidos. Con el tiempo, comienza a vender a otros pacientes con SIDA los medicamentos que a él le ayudaron. No le es difícil convencerlos de la eficacia de los medicamentos que promueve: él es la prueba viviente de que funcionan.

Con la ayuda de la doctora Eve Saks (Jennifer Garner) y la paciente transexual Rayon (Jared Leto), Ron crea el Dallas Buyers Club (Club de Compradores de Dallas), que tiene como objetivo proveer de tratamientos alternativos para el SIDA a todos sus miembros. Este club, que es una manera ingeniosa de evitar ser catalogado como traficante de drogas, (pues los medicamentos no se venden, solo se paga la afiliación al club; el resto es gratis), llama la atención de la Administración de Alimentos y Medicamentos y de la industria farmacéutica. Ron Woodroof dedicará el resto de su vida a luchar contra estas industrias en una batalla donde la ética y la moral se contrapondrán a la fuerza tenebrosa del dinero.

En tribunales norteamericanos expone su caso: sus 30 días de vida se extendieron cuando suspendió la prescripción de la pastilla legal AZT y comenzó a tomar medicamentos ilegales acorde con lo estipulado en EEUU. Woodroof se convierte así en un promotor de lo ético y un denunciador de la labor cuestionable de los laboratorios farmacéuticos poderosos, quienes experimentaban con los enfermos infectados con VIH como si fueran ratas de laboratorio.

Todo ser humano, nada más por el hecho de serlo, tiene derecho a vivir la vida que desee, y ser respetado por ello. La cinta logra mostrar, no solo los primeros esfuerzos para darles dignidad a los infectados con el VIH, sino también los conceptos necios y discriminadores de la población heterosexual en contra de lo que para ellos eran unos “sidosos maricas”.

La historia de El club de los desahuciados se estructura bien: su discurso no altera la intensidad del argumento o de la narración propiamente dicha, donde el desequilibrio emocional de sus personajes -tan bien diseñados que cobran ya vida, junto a las personas que los inspiraron- es convertido en puntos de intensidad del relato.

Es difícil imaginar esta película sin Matthew McConaughey; sin acciones gratuitas ni diálogos vacíos, este excelente actor logra aplicar el ardor exacto para que su personaje sea tan deslumbrante como inolvidable. No en balde esta cinta le valió una nominación al Oscar como mejor actor principal en el año 2013. Y teniendo en cuenta que a Hollywood le gusta premiar personajes desusados, lisiados o proscriptos (recordemos a Al Pacino (Perfume de mujer), Dustin Hoffman (Rain Man), Tom Hanks (Filadelfia, Forrest Gump), Charlize Theron (Monster), Colin Firth (El discurso del rey), es raro que el Oscar del año 2013 se lo haya llevado Daniel Day-Lewis por su interpretación de Abraham Lincoln. Pero qué importa el Oscar. (De todas maneras McConaughey lo ganó por Doce años de esclavitud, en  2014).

En El club de los desahuciados Matthew McConaughey muestra una intensa, pulida y milimétricamente calculada actuación. No solo bajó 51 libras para impactar con su delgadez extrema, sino que demostró que es un actor capaz de manejar cualquier empresa y cualquier género. Fue la tercera opción para interpretar el papel de Woodroof (después de Brad Pitt y de Ryan Gossling), pero es imposible imaginar a otro que hubiera caracterizado al machista y promiscuo texano tan incorregiblemente bien como él lo hizo.

En definitiva, El club de los desahuciados: un guion sólido, honesto, que muestra la fobia contra la población LGBTI, los prejuicios que cada vez son menos, pero que existen, sin cursilerías ni lugares comunes. Una lección de respeto por las personas diferentes, que son, llanamente, aquellas a las que no entendemos.


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Diany Castaños González

A aquella muchacha le gustaba acostarse soñando imposibles, hasta que despertó una mañana segura que, durante la noche, había dormido apoyando su cabeza sobre el ombligo de Adán.

Se han publicado 2 comentarios


Pamela
 7/2/15 20:38

Tema interesante y a la vez difícil, aun en nuestros días. nos ayuda a ver la situación desde otra perspectiva. Finalmente se trata de formar una sociedad más incluyente, tolerante y empática. Me encantó la reseña, invita a ver la película.

jane
 3/2/15 11:41

Muy bueno el artículo; pero considero oportuno aclarar que McConaughey sí ganó el preciado Oscar como actor principal por este personaje. La cinta también le valió a Jared Leto quien interpretó a Rayon, paciente transexual mencionada en el artículo, el Oscar como actor en un papel secundario. Así que fueron los dos actores de esta película los premiados en dicha ceremonia.

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