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viernes, 4 de octubre de 2024

Tiempos de idiotismo en la era del Gran Hermano

Que desde décadas atrás los medios y quienes los manejan dejaron de lado los valores que nos defienden para promover otros que nos dejan indefensos, es ya consabido…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 15/04/2020
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Gran Hermano te vigila
El show televisivo Gran Hermano, conocido globalmente, opera de esa manera, aislando a las personas durante meses en una especie de micro existencia donde los roles son banalizados al punto de ser totalmente falsos, una vida de mentiras sustituye a lo que en verdad sucede en el mundo concreto

Un fenómeno acontece en las ciudades del llamado mundo del desarrollo en estos tiempos de epidemia: el reallity show del idiota encerrado. Se trata de personas que hacen de estos tiempos una banalización más, y que registran en las redes sociales cada cosa más insólita que la anterior, de manera que el centro de todo sea ganar adeptos, puntos a favor, interacciones. Los medios se han hecho eco de esta manera liviana de matar el aburrimiento, signo de un tiempo que se hunde en el vacío de la existencia y que, aun teniendo toda la tecnología del mundo, solo atina a perderse.

En Instagram, un joven se arriesga a lamer el borde de un inodoro, ahí podemos ver la foto de su lengua sobre la cerámica aparentemente limpia. Hasta que luego se sabe que de esa manera se contagió con el virus. El reallity show hace del contagio un espectáculo, un minuto de fama que nos encandila y que llama a los incautos a quemarse en las luces artificiosas de los escenarios virtuales.

Idiota, proveniente del vocablo griego idios que significa enajenado, en aislamiento del exterior. En el mundo de la emergencia, la cultura se torna más superficial e incluso el tema de la muerte y la enfermedad se trivializa mediante estos mensajes casi burlescos, que lejos de darnos un aliento, nos dejan con el mal sabor de una pieza del absurdo, donde las víctimas protagonistas somos nosotros, los habitantes de este momento tan precario.

El show televisivo Gran Hermano, conocido globalmente, opera de esa manera, aislando a las personas durante meses en una especie de microexistencia, donde los roles son banalizados al punto de ser totalmente falsos, una vida de mentiras sustituye a lo que en verdad sucede en el mundo concreto. Tal es la aspiración de los poderes mediáticos, banalizar a tal punto todo, que las personas no hallen resortes ni un sujeto identitario desde los cuales resistirse a los engaños, manipulaciones y medias verdades que dicen las diferentes matrices informativas. En la teoría del caos, el único ganador es quien controla los hilos, el que maneja más información que los otros. Finalmente, Gran Hermano opera para todos, se ha mundializado la idiotez.

Este virus nos ha mostrado el verdadero rostro del sistema global y sus políticos, si bien el nivel de ceguera de la gente es tan mayúsculo que, aun teniendo la verdad frente a sus ojos, no la ven, simplemente porque las pantallas de los celulares y las tablets muestran luces con destellos mayores, de más colores y estridencias.

La novela Fahrenheit 451 del norteamericano Ray Bradbury nos narra un futuro donde las protagonistas de la vida son personas virtuales, detrás de paredes de cristal, que acompañan a los seres humanos con chistes, risas incomprensibles y una alegría decretada, que había que mantener por encima de lo que fuera. El tema aparece en estos escenarios distópicos, muy parecidos al actual momento, que además del ruido y las redes sociales, no ofrece más respuestas, solo quedarse en casa, siendo parte de un día a día en el registro de la banal existencia. De esta manera la clase política mundial tiene espacio y tiempo para hacer la ingeniería social que estime, aprovechando los momentos de desespero para sus matrices de opinión o lucrando, como ocurre ahora mismo con las empresas farmacéuticas, a partir del acaparamiento de medicinas por parte de los pobladores.

Gran Hermano es el decreto de una falsa alegría que, más allá del optimismo, nos pide que no nos preocupemos, que hay tiempo, que dieciocho meses de encierro esperando una vacuna no son nada. En el cuento Tu cara triste del alemán Heinrich Boll, un hombre es llevado preso por no expresar felicidad. En un tiempo sin motivos para reír, el personaje se siente incapaz de entrar en el reallity show del simulacro y cae víctima de su propia sinceridad. El policía que lo detiene solo atina a decir, cuando explica la detención: “Tu cara triste”. De manera que el idios, como motivo literario, pudiera estarse generando como una ingeniería social colectiva, mediante las actuales condiciones de encierro, en una humanidad carente de valores identitarios fuertes, como la lealtad, el espíritu solidario, la conciencia del peligro y el instinto común de la especie.

De hecho, la propia banalidad de los que participan en el show es una manera, en su lenguaje, de decir que ellos también tienen valores, que existe una identidad de grupo, un aparente orden dentro del absurdo. Para gente que vive en el mundo del vaivén del mercado, expresar “responsabilidad” mediante una vida de encierro y excentricidad en las redes es el sueño realizado. Ese idios que se nos presenta como el modelo de la vida correcta, oculta que, luego de dieciocho meses, fecha que hasta hora se nos da como la mundialmente aceptada, no seremos los mismos y nadie sabe cómo estará repartido cada espacio, cada oportunidad de inserción en la realidad. Ahí está la trampa.

Pareciera que la ingeniería paulatina que ha venido haciéndose en los medios de comunicación por décadas y luego en las redes sociales haya saltado a un plano totalitario, copando cualquier resquicio, sin que haya otra alternativa que aceptar las nuevas reglas del juego.

¿Hacia dónde va todo? Solo quienes están detrás de los controles, los dueños de las redes, los accionistas de los mass media, aquellas figuras influyentes que controlan el noventa y nueve por ciento de la riqueza mundial, lo saben, o tienen todas las papeletas para ser los primeros en enterarse de ello. En un ámbito de compra y venta, los mercaderes tienen las llaves del templo.

Situado en trending topic mediante algunos hashtag de las redes vemos incluso el slogan “Quédate en casa, estúpido”, donde, si retiramos la coma, la frase ya toma el sentido real de dicho imperativo: permanece idiota, alejado, húndete en ese abismo, paraliza tus sentidos. Y no es que haya que salir a la calle, lo cual es un enorme peligro, sino que se haga del encierro algo bondadoso, moralmente superior, un acto casi sagrado que nos coloca al fin en un sitial honorable como seres humanos. Hay que protegerse por ahora, pero los eslóganes y las voluntades debieran estar más situados en la solidaridad como valor identitario y la búsqueda rápida de una solución, más allá del show del encierro, del Gran Hermano magnificado hasta el punto de ser una filosofía de vida.

El peligro es la perpetuidad y la profundización del idios sin que haya otra alternativa, sin que concienticemos que este mundo de todos ya estaba mal repartido antes de la epidemia y que ahora pudiéramos estar en camino de un peor momento en términos de equidad y acceso a los derechos. Ese idiotismo, además, amenaza con convertirse en la única forma de la cultura, aplastando cualquier tipo de manifestación más allá del trivial gesto que genera seguidores, con solo enseñar músculo en las redes o salir con una tanga que no se podrá estrenar este verano de encierro.

Que desde décadas atrás los medios y quienes los manejan dejaron de lado los valores que nos defienden para promover otros que nos dejan indefensos es ya consabido. Pero no sabíamos cuánto ha calado la banalidad del mal, hasta que vemos, en el momento cero y de crisis, que casi todo lo que se produce tiende a la carencia de matrices unitarias, humanas, comunes. En tiempos del idios, lejos de ser como los personajes de El Decamerón, que dieron muestras de ingenio, humor, ironía cortante, se impone el espectáculo que trivializa, adormece, invisibiliza la catástrofe. Mientras, otros tienen el tiempo suficiente de repartirse lo que nos pertenece a nuestras espaldas.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 1 comentarios


Carlos de New York City
 15/4/20 9:47

 " El colmo de estos idiotas y existen , sobre todo en la JUVENTUD " hace poco dias " unos muchachos y  niñas de entre 16 y 19 años , Toman a un Sr mayor ,  y uno  le pega un piñazo en la boca,lo tiran al Piso " aquellos se rompieron de la risas ,  aquello que tantas alegrias como si HUBIERAN respirado COCAINA "   daban Brincos y saltos como Monos dentro de una Jaula ? Que creen que Hicieron Despues ? " Filmaron aquel abuso y AGRESION Y lo Subieron a Youtube.com  y como esos  hay miles de cientos ' son tan Tontos y estupidos , tan anormales que estan Fueron detenidos por su misma IDIOTEZ y el Colmo de la Humanidad < " Yo siempre dije que hay animales mas inteligentes que el hombre " que hay Crias y Animales que quieren mas a sus CRIAS y son mas leales que el Mismo Hombre " Un salvaje animal , mata a la Mujer  y tan tonto que sube el Video a facebook , diciendo que se habia molestado porque ella no le habia echo caso y ella muerta tirada en el Piso y Otros  mas inteligentes " rodeados de miles de dollares y con armas , ? donde esta el cerebro de estos Tontos IDIOTAS ?

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