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lunes, 7 de octubre de 2024

Santiago Álvarez, now is the time! (+Video)

Para hombres como Santiago Álvarez, el periodismo es una cuestión endémica, una esencia propia del hombre que piensa y devuelve lo pensado con la genialidad más útil...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 06/03/2019
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Santiago Alvarez cátedra
No en balde, grandes del celuloide como Jean Luc Godard y Oliver Stone reconocen el lenguaje irreverente de nuestro cineasta

El documental acompaña a las eras, existió mucho antes que el cinematógrafo ya que surge en la mente humana, llena de imágenes que remedan una realidad confusa y sin estructuras visibles. Le toca al intelecto esa armazón de líneas de pensamiento, ese collage donde la Historia se cuenta mil veces, para caer o acertar, una constante que incluye retrocesos, victorias retóricas y brillanteces.

Para hombres como Santiago Álvarez, el periodismo es una cuestión endémica, o sea que no se trató de algo aprehendido, sino de una esencia propia del hombre que piensa y devuelve lo pensado con la genialidad más útil. Y reside allí la genialidad de este hacedor de verdades, en la posible imagen que define lo concreto, en la pantalla que preferimos antes que el retoricismo académico, en el periodismo de compromisos.

Muchas veces se nos reprocha a los profesionales de la comunicación el estar regidos por una escuela liberal de pensamiento, con los adelantos y las falencias que eso implica, pero en el caso de Álvarez tuvimos de esos atisbos de un periodismo de paradigma otro, donde se vislumbra la praxis marxista de cambiar el mundo interpretándolo.

Esto lo podemos ver a través de la disección de sus obras, calificadas por la crítica de totales, ya que allí se nos muestra una técnica que sin detenerse en el preciosismo nos lleva de a lleno al pensamiento crítico. En “Now!”, Santiago Álvarez nos mezcla la música con la imagen, en un logro intertextual, donde vemos al hombre oprimido real por encima de contextos, aunque ya sabemos que el tema referencial es la segregación en los Estados Unidos.

Este narrador de múltiples recursos, no solo abordaba los hechos a partir de la historia, sino de la mitología, y así en Hanói Martes 13, a partir de construcciones, collages, cintas quemándose, Álvarez nos muestra a la guerra tal y como es y nos propone un discurso novísimo y antibélico. No en balde, grandes del celuloide como Jean Luc Godard y Oliver Stone reconocen el lenguaje irreverente de nuestro cineasta.

Él hizo un cine más allá de lo inmediato, donde el tiempo se diluye y la belleza nos muestra su lado comprometido. En realidad, la metáfora supera al cine como medio y el hombre va más allá de los recursos que la pantalla le ofrece, puesto que lo que interesa es contar una verdad que no vendría ni en cables ni en agencias.

Sin ser periodista, no podemos hablar del periodismo sin este genio del trópico, sin ser documentalista, no se concibe el documental sin su aporte. La política y la historia de los pueblos oprimidos, en las manos de Álvarez, devenía en la denuncia bella, haciendo evidente de que las ideologías emancipadoras no estaban divorciadas de la estética.

De hecho, ese es uno de los grandes moldes rotos por este cineasta, que siempre denunció, sin dejar de lado los presupuestos que dominan el lenguaje de la comunicación y que nuestra causa necesita. En tiempos en que se sabe que el audiovisual es el arma de montaje y postverdad más fuerte que existe, aquel hombre nos lega la mejor manera de contraponernos a las mentiras: mediante el trabajo y el esfuerzo, el talento natural, el compromiso como paradigma. Todo eso, que algunos llaman hoy “muela”.

Y es que la “muela” solo lo es en el sentido del divorcio estético,  del retoricismo, de la machaconería que hemos padecido en audiovisuales. Para Álvarez, compromiso fue además belleza y la relación dialéctica entre esas dos cuestiones definió una obra bien vertebrada, que aún hoy decodificamos.

Cuando veo, vía YouTube, series en las que se denigra a la verdad, donde participan otrora figuras de nuestro arte, veo por qué gente como Álvarez tiene mucho que aportarnos. Él surgió en medio de la era sin Internet, pero podríamos ver algunos de los atisbos de la actual técnica mediante su legado documental. Por otro lado, la fortaleza en la ética profesional la necesitamos para el desmonte de mil y una fake news.

Hemos visto que, en el manejo de lo verosímil, lo que los públicos denominan como verdad depende de las hechuras del poder, por tanto, el uso crítico del collage (una forma gráfica del desmonte filosófico) por parte de Álvarez, es más que una técnica, es la mayéutica de nuevo tipo que nos lleva a la ironía y el alejamiento.

Oliver Stone, en su meteórica carrera como documentalista, ha reconocido la obra de Santiago Álvarez, porque en un mundo regido por el mercado son pocas las técnicas y las escuelas que han quedado en manos de los proyectos emancipadores. Si bien el pueblo, la masa, consume cine sin cesar, esta industria cultural devino en un ente paralizador. De manera que la guerra ideológica ha tenido su punta del iceberg en una producción que privilegia más las versiones y el “basado en hechos reales”.

Santiago Álvarez es inmortal en esos sentidos y no lo digo por “muela” porque esa la tenemos de manera constante, mediante las mil mentiras, intromisiones hacia el odio y verosimilitudes venenosas que nos llegan vía audiovisual. Así que ante la “muela” neoliberal, vale acercarnos en la validación de un hombre que fue mucho, y que lo sigue siendo a pesar de tanto artista y obra fake que hoy sufrimos. 


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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