//

miércoles, 9 de octubre de 2024

¿Los guajiros, pueden ser grandes artistas?

El arte, sobre todo determinadas manifestaciones, son elitistas, pero en el buen sentido...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 14/03/2018
1 comentarios
Gala del Ballet Nacional en la Universidad de la Habana
Cuba cuenta con el Ballet Nacional, insigne pieza y escuela de relevancia en cualquier escenario (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

“Los guajiros no podemos ser artistas”, dice siempre un amigo instructor de danza de la Casa de la Cultura Agustín Jiménez Crespo de Remedios, además me abunda sobre el paquete de premios que tiene encima de un buró de su casa, sin que ello signifique un estímulo eficiente a labor que desde décadas realiza a cambio de un magro salario. Por mi cercanía con trabajadores de la cultura, he vivido intensamente procesos de duro ostracismo hacia talentos que en otro contexto hubiesen florecido. El arte, sobre todo determinadas manifestaciones, son elitistas, pero en el buen sentido.

Cuba cuenta con el Ballet Nacional, insigne pieza y escuela de relevancia en cualquier escenario, además de todas las figuras de la danza que prestigian la isla desde lo clásico, hasta lo tradicional y lo popular. El criollo sigue bailando improvisadamente la salsa, el merengue y otros ritmos. La pasión por el movimiento, esa que reflejara Alejandro García Caturla en sus piezas, no se ha frenado en la isla de los mil ritmos. Pero danzar “en serio”, hacer del reflujo del cuerpo una carrera, podrían ser proyectos de vida bastante peliagudos si usted no vive en la ciudad indicada y en el tiempo justo.

A pesar de la democracia con que se realizan las pruebas de captación y de la innegable capacidad de los profesores encargados, no puede confiarse todo a un centro o un grupo de centros, marginando lo que en la periferia pudiera significar luz. ¿Cuántos bailarines, instructores de arte de primer nivel, se van al turismo y abandonan sus cátedras en las Casas de Cultura? No es sólo el factor económico, pues la remuneración tiene mucho de espiritual, y ser guajiro no debiera significar una precondición para el fracaso. La enseñanza del baile en Cuba marcha, hay proyectos atrevidos como el de Carlos Acosta, pero lo peligroso del asunto reside en el apoyo, en la democratización de los recursos, en la llegada hacia todos los rincones del gran arte danzario.

Remedios, por sólo poner un ejemplo de antiguas plazas de enriquecido pasado cultural, hace mucho no recibe al Ballet. Primero porque su teatro, uno de los de mejor acústica en Cuba, tenía dañado el tabloncillo, y ahora porque tras el huracán es una ruina. Mucha preocupación debiera generar el Villena, como se le conoce, pues en el pasado fue el escenario de estreno y de brillo del gran Caturla. Los pequeños pueblos, las ciudades medianas y de larga tradición cultural, no reciben el impacto de esa danza necesaria. Lejos estamos pues de aquellas presentaciones del Ballet Nacional a los campesinos, a los guardias del Servicio Militar, a las montañas. Quizás el ejemplo de Silvio Rodríguez yendo a cárceles y barrios no debiera yacer solitario.

Como en el caso del canto, hay muchos talentos por allí, que bailan por hacer unos quilos en el turismo, cuando pudieran brillar al más alto nivel. ¿Hasta dónde el acceso a esa enseñanza de lujo está siendo apertura y no valladar? ¿Por qué esperar el mecenazgo de los promotores de Cantando y Bailando en Cuba, forma por demás peligrosa de asumir la promoción del talento dentro de la cultura? Conozco de bailarines del nivel internacional, salidos de mi ciudad, pero debieron abandonarlo todo en pos de aquel sueño y con no pocos sacrificios personales en una Habana a veces gélida y no agradecida.

La primera vez que vi al Ballet Nacional fue una versión de “La Bella Durmiente”, en el Gran Teatro Alicia Alonso, de eso hace ya más de diez años. Mis pupilas no pudieron abarcar tanta belleza, no alcancé en una noche a definir la experiencia que significan el nivel de precisión, los pasos exquisitos, el escenario, el vestuario. Uno se siente en otra época, en otro lugar y sí, en efecto, lejos del campo. Aquello me trasmitía un elitismo sin igual, recuerdo que alguien del público lanzó un ¡brava!, a  una bailarina y varias voces se burlaron del adjetivo mal conjugado. Lo snob y lo real se daban la mano en el mismo instante, sin que pudiéramos definirlos.

Para todos los que fuimos, provincianos, aquello era tremendo. Un amigo de Pinar del Río me contestó con una palabrota de entusiasmo cuando le pedí su opinión. Éramos guajiros y el gran arte nos había traspasado y recordé entonces a tantos que desde épocas inmemoriales se iban de sus pueblos para hacer su obra en las cortes de los reyes. Lamenté sacar cuentas de que quizás las cosas habían cambiado poco, porque éramos guajiros y cualquiera de nosotros pudo soltar ese ¡brava!, en medio de las lunetas.

Hace años ya que nuestro país derogó mucho dinero para la formación de profesionales de la enseñanza de la danza y de la apreciación de la misma, cabe preguntarnos qué se hicieron o qué se están haciendo, si luego de pasar por esas escuelas ellos pueden aspirar a más, a ser realmente artistas. Si los núcleos de poder siguen desplazando al talento no citadino, terminaremos en la aridez de copiar todo del extranjero, secaremos el cauce creativo del cubano. Johan Sebastián Bach no nació en Berlín, sino que fue siempre un organista de provincia, un aprendiz de una iglesia pequeña y aislada, pero la música no sería la misma sin ese a quien Beethoven llamó “el dios inmortal de la armonía”.

Que la apertura en la enseñanza y la apreciación sean totales y brille la justicia en el degustar del arte, así podríamos balancear mejor el maltrecho mundo del consumo cultural tan hegemonizado por la banalidad de altos precios. En Remedios, Frank Fernández y José María Vitier, han desbordado los espacios del teatro y de la Iglesia Mayor, también las visitas de la bailarina Viengsay Valdés fueron acontecimientos. Si eso sucede en provincias, quizás los guajiros sí puedan ser aristas.  

 


Compartir

Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 1 comentarios


Andrews
 15/3/18 10:34

Hoy acabo de leer sobre la internet en 12 puntos de la Sierra Maestra, y lo malo de eso es que llega y la gente sigue pensando como provinciano, no entienden que aun con muchas dificultades comienzan a ser ciudadanos del mundo desarrollado y que pueden competir en el, pues hay mas de 4 000 millones que todavia no tendran internet ni en los proximos 20 años. Pero si usted tiene el talento, con tan solo un celular usted puede promocionar su obra y comercializarla aunque usted este en un paraje intrincado. Pero internet no es nada mas para ver facebook y leer noticias de otros, es para que usted trabaje y le muestre al mundo su valia.

Deja tu comentario

Condición de protección de datos