Roberto hubiera cumplido noventa y cinco años este 9 de junio del 2025. Por puro intento de distanciamiento emocional que me permita decir algo sin que el dolor lo impida, no suelo referirme a él como “mi padre”, sino como “Roberto”.
La Casa de las Américas, su casa por más de cinco décadas, organiza un panel en el cual participan alumnas y alumnos suyos, entre los que se incluye el actual presidente de esa institución, Abel, y jóvenes que trabajaron a su lado. El título de dicho encuentro no puede ser mejor: “Retamar persona”, que alude no solo a un texto suyo (“Lezama persona”), sino que intenta brindar una visión amplia de quién fue Retamar más allá de su entrega a la Universidad de La Habana y a la Casa de las Américas, de la multiplicidad de tareas que asumió (editor, director de revistas, fundador del Centro de Estudios Martianos, presidente de la Academia de la Lengua, escritor, poeta, ensayista, diplomático, redactor de artículos periodísticos, entre otras). Mejor sería resumir diciendo que fue un pensador. Lúcido, anticolonial, latinoamericanista, y fervorosamente martiano.
Si me preguntaran cuál es la cualidad que más destaca en su fecunda existencia, diría que la honradez. Fue un hombre que se mantuvo fiel a sí mismo, fiel a sus creencias a favor de las cuales polemizó con quien fuera necesario, sin el mínimo temor a las consecuencias de sus actos, es decir de su pensamiento. Ni aún en las peores circunstancias dudó del camino que por decisión propia había escogido.
Como me tocó el durísimo acompañamiento hasta su último instante (“tendrás el privilegio de verme morir”, me dijo), puedo dar fe de su honradez no solo intelectual, sino también personal. Roberto jamás pidió nada para sí, aunque lo necesitara.
Vivió y murió con hidalguía, estoicamente, sin proferir jamás una queja, ni reclamar algo material. Solo existe una excepción: los libros. Su requerimiento permanente, su necesidad constante, su obsesión era mantenerse leyendo todo el tiempo, para lo cual solicitaba incluso en su lecho de muerte que le diéramos materiales de lectura.
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Desde que se publicara su primer libro, en 1950, con apenas veinte años de edad, hasta pocos meses antes de morir en 2019, no detuvo su insaciable sed de conocimientos. Ni su increíble fecundidad. Por todo esto, celebro que a continuación del panel “Retamar persona”, se lleve a cabo el lanzamiento de su libro Alternativas de Ariel, publicado por la Editorial UH gracias al empeño de Baujín, libro del cual Roberto estuvo pendiente hasta el último de sus días. No alcanzó a verlo publicado, pero sí supo del orden de sus trabajos, del formato que tendrían, y fue suya la idea de agrupar materiales que no habían visto la luz hasta entonces.
No estoy segura de que llegó a saber que al final del volumen se incluirían algunos de sus poemas. En todo caso, sé que los aprobaría. Lo sé porque meses antes de que entre los dos organizáramos Alternativas de Ariel, ambos nos dimos a la tarea de hacer públicos varios trabajos de mi madre, recientemente fallecida cuando emprendimos dicha labor. Me refiero al libro Arte fuera del museo, que reúne textos inéditos de Adelaida de Juan. Lourdes González, amiga y directora de Ediciones Holguín, acogió la idea, a solicitud de Roberto, y logró la publicación de dicho volumen, repito, preparado entre él y yo.
Recuerdo que me dio todas las indicaciones de dónde buscar los materiales, y me pidió que fuera yo la encargada de escribir el prólogo. Ambos estábamos devastados por la muerte de quien fuera su compañera, mi madre, y nos servía de pálido consuelo trabajar para, por, con ella. A duras penas escribí breves palabras introductorias, y al final, decidimos incluir varios de los poemas que él le dedicara a la mujer de su vida.
Por eso pienso que no hubiera rechazado la idea de que como epílogo de su libro Alternativas de Ariel, estuvieran presentes poemas, que son de variada índole. La mayoría, fue inspirada en nuestra propia familia (sus nietos, yo misma, mi madre), aunque no es exclusivamente una selección de temas familiares, sino también poemas dedicados a grandes amigos como Bella García Marruz, Claudie Julien, José Emilio Pacheco, Cintio y Fina, Juan Carlos.

A propósito, dejo para el final de esta última parte el nombre de Luisa Campuzano (a quien está dedicado el poema “Trébol para Raúl Hernández Novás”), porque Luisa es la responsable del explícito, excelente prólogo a Alternativas…, donde el lector, la lectora, encontrará las claves del libro todo.
Los ensayos que encabezan y nutren el volumen tienen significaciones específicas, derivadas de distintos eventos en los cuales Roberto participó, y otros, en los cuales tuvo la impostergable necesidad de dejar plasmado su pensamiento, según el contexto político. No pretendo detenerme en cada uno de estos textos, porque como ya dije, Luisa explica de forma impecable en su prólogo la línea evolutiva de los trabajos, pero no puedo abstenerme de regresar a lo que dije al inicio: la honradez de Roberto.
En “Jorge Mañach, el fundador más joven”, texto leído el 30 de mayo de 2016, en ocasión de los noventa años de creada la Academia Cubana de la Lengua, no solo recorre la vida intelectual del autor de Indagación del choteo y de José Martí el apóstol, sino que a través del reconocimiento de algunos comportamientos erráticos de Mañach, lo reivindica citando “era, sin disputa, el prosador más elegante”, para concluir con “La obra de Mañach está escrita en una prosa de gran calidad, aunque en ocasiones sus criterios no solo políticos fueran discutibles (…). Tal obra pertenece al pasado de Cuba, pero a esa zona del pasado que sería torpe rechazar en bloque”.

En “Al final del coloquio sobre literatura cubana 1959-1981”, texto escrito a solicitud de Armando Hart, y leído al final del Coloquio del mismo nombre del trabajo, vuela por los turbios, dolorosos e injustos cielos del llamado Quinquenio gris, y expresa “Solo una precipitación impuesta por las urgencias de los tiempos pudo hacer creer que, por ejemplo, nuestras letras auténticas de este siglo andaban irrestañablemente divididas entre las de aquellos que tuvieron una clara visión política y las de aquellos otros menos dueños de esa visión, pero con arraigo nacional y una faena literaria de calidad”.
Por último, para no extenderme y al mismo tiempo estimular al público (con énfasis en los jóvenes) a la lectura de Alternativas de Ariel, diré que tanto el ensayo que da título al libro como el extraordinario texto “Notas sobre América. En vísperas de los sesenta años de la revolución cubana”, el cual es el último de los ensayos que escribió, ya enfermo y sabiéndose próximo a morir (fechado el 21 de diciembre de 2018) y dedicado a Ambrosio y a Jorge Fornet, son muestras fehacientes del anticolonialismo, del latinoamericanismo, del espíritu hondamente martiano del autor.
- Consulte además: La vida eterna de Roberto Fernández Retamar (Fotos, videos y poemas)
A escasos siete meses antes de desaparecer de este mundo, Roberto dejó por escrito, a fuer de testamento ideológico y vital, sus más arraigadas convicciones, y de su inquebrantable fe, aunque alguna vez dijera a un periodista “Tengo más esperanza que fe”. Permítaseme reproducir un poema a modo de conclusión. Nos viene bien leerlo en estos tiempos arremolinados:
Se va a acabar el mundo
Con tanta mierda, bien valdría la pena que lo hiciera.
Con tanto niño condenado a reventar por enfermedad o por hambre,
Con tanto cabrón, con tanto golpe de pecho, con tanto cobarde,
Con tantos pobres cuya multiplicación sería la especialidad de Dios
Si no fuera la especialidad de algunos hombres sin Dios.
Con tanta tantez bien valdría la pena.
Pero de pronto se sonríe uno de mis nietos,
Pasa y quizá hasta se queda una lunarada muchacha lila,
Amanece con sonidos de pájaros,
Encuentro a un nuevo amigo, algo
Increíble a mis años,
Leo el poema aquel, oigo el concierto del alma,
Un mísero parte su mendrugo
Y da la mitad a otro mísero.
Al carajo el instinto pitagórico, los números redondos.
Todavía podemos hacer cosas por las que vale la pena vivir
Y morir como Dios manda.
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