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viernes, 4 de octubre de 2024

Locura lúcida en las redes sociales y el día después de la tormenta

Antes que termine la crisis habrá un país más identificado con sus artistas, más imbuido del valor que tiene como colectividad...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 22/04/2020
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romerias de mayo cultura
Las Romerías de Mayo se celebrarán por internet mediante encuentros diarios, magia que permitirá a muchos dialogar.

No son tiempos de estarse calmos, aunque sí de encierro, de soledad. Pero la conciencia humana, que no depende de sitios, circunstancias ni coyunturas, sabe que su proyección va más allá del duro momento del virus, y que de ella depende que haya menos inseguridad, que la auténtica esperanza aflore en todos. Para un mundo aquejado de exceso de individualismo, organizarse para sonreír es casi heroico. Los jóvenes artistas cubanos se conciertan en las redes sociales, pagan la conexión con sus magras ganancias, ejercen el deber ciudadano de la confianza en el otro, del amor al prójimo.

Este año las Romerías de Mayo no podrán celebrarse, será en internet, mediante encuentros diarios, magia que permitirá a muchos dialogar sobre un espacio que ha sido el insigne espíritu de generaciones de la Asociación Hermanos Saíz.

La COVID-19 nos ha sorprendido en medio de los preparativos, las cuerdas de la guitarra ya estaban dispuestas para sonar en las plazas y medio país se movía con la diligencia de las procesiones a Holguín, pero no importa, la vida se manifiesta en su más amplio brillo cuando hay talento y buena vibra, dos cualidades que hacen de la juventud cubana ese motor excepcional de los grandes momentos de la historia. Si vamos a las plataformas personales e institucionales de la cultura en estos días, oiremos canciones, veremos pequeñas presentaciones teatrales, o disertaciones en el campo de los estudios, toda una amalgama de sucesos que quizás antes, por no estar en las Romerías, ni siquiera sabíamos que eran reales. Nunca como en medio de la oscuridad las luces son más visibles, y así es que renace una nación cada día, haciendo del sueño su razón y motivo.

No se trata de validación de la institucionalidad, que tiene mucho que mejorar, sino de que los espacios se usen para aquellos fines que en efecto les dan sentido, por ello, significa mucho tomar nota de lo útil que resulta para el artista y para el pueblo disponer de toda una red de comunicaciones, cuyo desarrollo aún está en pañales, ya que en la contingencia todos necesitan una canción de aliento.

La porción sensible de Cuba, la que se levanta con la cabeza llena de sueños cada día, merece mejores atenciones, entre tales está el internet. Miremos hacia la plataforma Claustrofobias de los jóvenes escritores Yunier Riquenes y Naskicet Domínguez, dos miembros de la AHS que a golpe de trabajo han creado una red social para la lectura y la promoción del buen gusto literario en general. Allí veremos los frutos de lo que pudiera ser en un futuro la cultura cubana interconectada, cuyo flujo de talentos vaya libre entre una instancia y otra, para bienestar de los necesitados en tiempos ásperos. La pandemia nos ha abierto las miras acerca de cuán ineludibles son la cultura y la comunicación.

Antes que termine la crisis, habrá un país más identificado con sus artistas, más imbuido del valor que tiene como colectividad, gracias a las palabras que hoy flotan en la web y que llegan a millones. De ahí que se piense seguir rebajando los precios de la conectividad, pues el desarrollo les provee un sendero a los hombres y mujeres de bien, que no miran hacia las redes solo como un lúdico y trivial momento del día, sino para compartir el sentido de una nación batalladora, que ha querido reír en medio de la tragedia, cantar, hacer teatro. No hay locura más lúcida.

Cuando pase la cuarentena y se normalice la vida, que esperemos eso suceda algún día, habrá ocurrido en todo el mundo un cambio cultural en el uso de las redes sociales, de manera que la vida ya acontecerá mayormente ahí. Cuba no debe quedarse atrás y mucho menos su cultura y su juventud. Habrá que saber qué espacios se potencian, mediante cuáles mecanismos se tendrá que reevaluar el precio de la conectividad. Porque casi un CUC por hora es aún demasiado, para tantos que apenas son aún estudiantes de la universidad y no poseen la autonomía económica necesaria. La AHS tiene salas de navegación en las provincias, pero no siempre bien provistas ni atendidas como debieran, además, muchos asociados viven en los municipios y les cuesta el traslado a las cabeceras regionales. El factor material no tendría que ser el obstáculo, sino un acicate para trabajar en pos de soluciones, de ideas que nos traigan una presencia colectiva, eficiente y útil en la red de redes, más aún en sitios como Facebook o Twitter.

Las narrativas que se han apropiado de determinados espacios en internet suelen ser dañinas, y levantarlas es tarea de todo aquel que ame la verdad y lo justo. Sabemos que hay intereses, conocemos quiénes colocan allí esos relatos. No se trata de una militancia férrea, sino de que el arte por sí mismo sea el que nos salve, la obra, la palabra dicha. No se empeña el futuro cuando la gente se arroja a decir aquello que desea, sino en el momento en que callamos y aparecen otras matrices, actores repletos de maldad, intereses oscuros que lejos de informarnos nos desdeñan. La AHS en eso debiera ser cimera, en la construcción de consensos jóvenes y prácticas culturales de avanzada, cuando de hecho es la organización que integra el talento inquieto, rebelde, del país. Una energía que lejos de desestabilizar nos piensa mejor, nos sitúa en una circunstancia amplia, participativa, de una democracia crítica y poco condescendiente.

Que nadie diga que luego de la cuarentena seguiremos desconectados, sino que todo el esfuerzo se está haciendo para que la vida en la web nos refleje y porque podamos como cubanos tener el privilegio de ver a nuestros mejores artistas, hablar con ellos, ser parte de sus sueños y proyectos. Esta locura lúcida de los nuevos quijotes merece un mundo. Es digna de toda la justicia. No es mudarse a la web e irnos de la vida, sino que exista una integración entre las instancias que nos permita hacernos sentir y valer como lo que somos, un pueblo cuya creación salva la alegría de mucha gente en estos tiempos de oscuridad. No podemos inventar un nuevo sol, pero sí cantar sobre las bondades del que tenemos, de manera que la esperanza no desaparezca durante la tormenta.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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