domingo, 29 de septiembre de 2024

Hasta luego, Camagüey

Termina el Festival Nacional de Teatro de Camagüey y en los tinajones resuena el eco de una fiesta plural, diversa, que sigue siendo igual y a la vez, diferente…

Maya Ivonne Quiroga Paneque en Exclusivo 12/10/2014
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Una vez más me despido de la villa Nuestra Señora del Puerto del Príncipe en su cumpleaños 500, la bella ciudad que durante nueve jornadas se vistió de lujo con una muestra de 90 funciones, lo más representativo de la escena nacional.

En la calle República, tal parece que nadie duerme. Desde bien temprano en la mañana comienza la vida cotidiana: el deambular de personas, los trabajos de restauración, la construcción de nuevas obras sociales que deberán estar listas para el venidero 20 de octubre, Día de la Cultura Nacional.

Tampoco se descansa en esa suerte de bulevar a altas horas de la noche: por él transitan críticos teatrales, personalidades de la cultura, periodistas, artistas y, sobre todo, ese pueblo culto y amante de un festival que le pertenece, por derecho propio, desde 1983.

Diez años después de mi primera visita, me encuentro recorriendo las mismas calles. Una y otra vez, me pierdo en la maraña, el laberinto de sus arterias, hasta que al final logro encontrar el lugar que buscaba.

Es difícil transitar por la urbe. Hay en ella una asignatura pendiente y es la cortesía vial. Por sus estrechas callejuelas desfilan bicicletas, motocicletas, camiones, los más modernos autos, pero nadie te cede el paso. A veces es necesario esperar varios minutos para no perecer en el intento de cruzar a la otra acera.

Por lo demás, son los camagüeyanos unos dignos merecedores de su Festival. A pesar del cansancio, de las largas caminatas, de la aglomeración de personas frente a cada sala teatral, nunca pierden el glamur: hombres y mujeres, lo mismo jóvenes que mayores lucen sus mejores galas cada noche.

El Festival es el mismo y, a la vez, diferente. Ya no es un certamen competitivo. Aún recuerdo la tensión que se vivía en la jornada final de la cita cuando todos esperaban conocer las obras y los actores premiados.

Se habla de convertirlo en un evento itinerante. A otros les tocará repensar cuál será el futuro del más importante evento teatral en Cuba. Pienso que debería realizarse un estudio sociológico bien profundo para ver la pertinencia de esta idea porque como expresó su director artístico, Freddys Núñez Estenoz en las palabras de bienvenida:

“El Festival Nacional de Teatro forma parte del patrimonio cultural de los camagüeyanos. Varias generaciones han crecido al amparo de esta fiesta y hoy guardan para sí imágenes, sensaciones, recuerdos; ese tímido estremecimiento que  provoca el teatro cuando cala hondo en sus resistencias al tiempo”.

Una vez más leo el boletín Gestus que con tanto esmero preparan los especialistas del Consejo Nacional de las Artes Escénicas. Antes rubricaban su firma en él nombres que me son entrañables como los de Amado del Pino, Abel González Melo o Jaime Gómez Triana. Hoy ha tomado la batuta una nueva generación de dramaturgos, teatrólogos y críticos que estampan sus opiniones desde esas páginas, no siempre con la belleza estilística y el sentido jocoso de antes, pero con sus propias herramientas aprendidas en la Academia.

Nuevos rostros también son los encargados de darles vida a los personajes de El Bárbaro, La Reina y Varilla en la puesta Delirio Habanero –a cargo de Teatro de La Luna- escogida para presentarse dentro del segmento De la buena memoria. Ya no vemos sobre la escena a Mario Guerra, Laura de la Uz y Amarilys Núñez.

Ahora les ha tocado encarnar esos roles a Yasel Rivero, Yordanka Ariosa y Luis Manuel Álvarez, quienes, inevitablemente, cargan sobre sus espaldas el peso de las comparaciones.

Deliro Habanero es una obra museo que debe conservarse en el repertorio de Teatro de la Luna y no me gustaría que muriera”, expresó a esta redactora el actor Yasel Rivero quien interpreta a El Bárbaro.

MOMENTOS PARA NO OLVIDAR

Todos los que asistimos al Festival guardaremos en la memoria las sensaciones tan especiales que proporcionaron los tres clowns de la obra Gris, el más reciente estreno de la  compañía Teatro Tuyo, de Las Tunas;  la ovación que arrancó Yuliet Cruz, en la escena del Teatro Tassende, durante uno de los momentos climáticos de la obra Fíchenla, si pueden, donde ella se transformó en la atormentada prostituta Lizi.

Los actores de Teatro Andante de Granma se ganaron la simpatía del público que siguió las peripecias de un cocuyo con problemas de autoestima e identidad,  en el espectáculo ¡Ay, Margarita! o La loca aventura e increíble historia del caballero que conquistó su luz.

También supo obtener el respeto de los asistentes al Teatro Principal la joven Cinthia Rodríguez Paredes –quien debutó en el papel de Mónica- en una versión para teatro de arena de la puesta Rascacielos.

Serían interminables las cuartillas para mencionar a tantos buenos amigos encontrados en esta fiesta del teatro cubano: Los Cuenteros, de San Antonio de los Baños, con su Aventuras en pueblo chiflado; Teatro de las Estaciones y la obra Alicia en busca del conejo blanco o Jardín de estrellas, la propuesta de la compañía camagüeyana La Andariega como parte del Fórum ASSITEJ (Asociación International de teatro para niños y jóvenes, por sus siglas en Francés).

No quiero concluir esta reseña sin dejar de mencionar el evento teórico Volvernos Teatro, espacio para la reflexión de las artes escénicas cubanas, donde se debatió en torno a nuevas estrategias productivas para el teatro latinoamericano y sobre el legado de Gertrudis Gómez de Avellaneda en el bicentenario de su natalicio.

En tanto, Una isla, el teatro, se erigió en plataforma entre el hacer teatral de académicos y artistas cubanos y norteamericanos y los proyectos teatrales que durante estos veinte años han fortalecido el quehacer artístico de la nación cubana en el sentido más ecuménico de la palabra. La ocasión fue propicia, además, para la presentación del volumen Volvernos teatro. Memorias de un festival (Casa editorial Tablas-Alarcos), una compilación sobre la edición XIV del Festival de Camagüey realizada por la periodista y crítica teatral Mercedes Borges Bartutis.

Como ya es habitual, el diseño estuvo representado por la Galería Raúl Oliva, con la original muestra expositiva La luz oculta. Ecos de la psicodelia en Cuba, inaugurada en el Centro de Gestión Cultural, con la curaduría de Geanny García y Sandra García.

A través de esta muestra se puede descubrir el espíritu de los años 60 y 70 y la influencia de la estética psicodélica o hippie en diferentes manifestaciones artísticas como la moda, el diseño gráfico y el diseño escénico.

Las cortinas se cierran. Cesa el trasiego de personas por las calles camagüeyanas. Me despido de los muchachos tan atentos que laboraron en el Centro de Prensa. En los tinajones resuena el eco de una fiesta plural, diversa, que sigue siendo igual y a la vez, diferente. Esa es la dialéctica de la vida. Acaso repito con Heráclito de Éfeso: Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río…Hasta luego, Camagüey. Todos tendremos que esperar el advenimiento del 2016 y la edición XVI del Festival.


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Maya Ivonne Quiroga Paneque

Periodista, locutora, guionista y directora de radio y televisión


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