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miércoles, 2 de octubre de 2024

Famosos que conocí en Remedios

La ciudad tiene una larga lista de ilustres visitantes, que vienen a conocerla y admirarla, desde tiempos inmemoriales...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 20/01/2021
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Teatro Villena-Remedios
En el Teatro Villena de la ciudad, entrevisté a varios famosos de paso por la villa. (Mairyn Arteaga Díaz).

Por entonces funcionaba aún el Teatro Villena de la ciudad, otrora Madrid, y los olores que despiden el telón, los tabloncillos y toda la magia flotaban en el aire. Entrevisté a varios famosos de paso por la villa, tuve el privilegio de colarme entre la gente, siendo el único reportero de aquí con mis escasos veinte y tantos años. De esos días recuerdo a un José María Vitier que, antes de concederme el encuentro, nos había invitado a todos los presentes a un festín con vino en el lateral del teatro. Ya, en plena conversación, me confesaba que su obra se basa en libros y poesías que lee.

De paso por Remedios, los artistas dejan su huella en nosotros y la ciudad se va en ellos, como una marca. Nadie queda indiferente. En un concierto de Beatriz Márquez tuve la oportunidad de decirle de mi admiración, de conversar sobre sus raíces remedianas, de su padre René, quien fue un trovador de estas calles. Ella me relataba cómo desde niña supo que su destino era la música. No es lo mismo entrevistar a un artista que a otro tipo de personalidades, pues, en el encanto y la armonía del suceso, el periodista suele perderse, disfrutar de una amistad que pareciera hecha de antaño. La Musicalísima, como se le llama, tenía a mano unos tragos de ron que bebía entre canción y canción y, durante la entrevista, me dio a beber una copa. A mí que, por entonces, era abstemio.

Fueron muchos los encuentros, los conciertos a la luz del teatro o bajo la imponente estructura de la Iglesia. A Zenaida Romeu la vi desatinada, pues unos bafles de la cercana Casa de la Cultura no la dejaban ensayar su coro y, según me dijo ella, ello no era propio de los mejores remedianos, esos que vendrían a disfrutar de la mejor música. Aquella misma noche, nos percatamos de cuán en lo cierto estaba la Maestra: un recorrido por lo más sobresaliente de la cubanía a través del sonido coral nos mejoró la existencia. Fui a la cama con la certeza de que, al día siguiente, en esa planta radial de provincias donde comencé mi periodismo, el mensaje de la Romeu iría más allá de esas notas habituales, donde el reportero se limita al mero suceso, a la reseña fría.

Antón Arrufat, de visita en una gira poética, con su caminar introvertido y su sonrisa enigmática, me devolvía las preguntas, como si fuese yo el entrevistado. “¿Este material sale en alguna emisora de verdad?”, recuerdo que dijo. Le leí un cuento que le pareció bueno, pero impublicable, y luego agregó que, probablemente, por mi apellido yo fuese catalán. El encuentro terminó con un poema suyo, que grabé y trasmití junto a las declaraciones que dio acerca de la cultura cubana de entonces. Para Arrufat pareciera que siempre hay algo oculto, siniestro y a la vez ingenuo.

Con Frank Fernández tuve un trato de caballero a caballero, pues ya me habían advertido de sus modales y su ética. Unos minutos antes, él había estado en el Museo Alejandro García Caturla y pidió que lo dejaran solo en la sala del piano, para sentir la presencia del músico de Remedios. Luego del concierto, a teatro lleno, la entrevista aconteció como una especie de encuentro solemne, donde el compromiso del artista se mezclaba con el refinamiento y las alusiones a la cultura universal. Fernández es de esos pocos que nos quedan, quienes, sin perder la ternura y la humildad, nos llevan a eras de una luz ya rara, escasa, pero que se agradece. Sobre Remedios, el pianista aseguró que el misterio se siente en el aire y que la villa aún conservaba su espíritu intacto.

Aquella parranda del año 2014, cuando vino Julio Larramendi, lo hospedé en mi casa, sita por entonces en las inmediaciones de la plaza central. Todos los hoteles estaban llenos, así como las casas de alquiler. No dormimos, sino que, entre algunos tragos y somnolencias, nos dimos a la tarea de despalillar cada mensaje gráfico de las fiestas, cada belleza oculta y que pudiera develarse en la fotografía. De aquel momento data la idea de hacer un libro de piezas tomadas con esa maestría suya del lente. Larramendi volvió en el 200 aniversario de las parrandas, en plena pandemia, con una plaza repleta de personas. Nadie resultó contagiado porque, según le comenté, le habíamos rezado a la Virgen del Buen Viaje, nuestra patrona. Se sonrió.

Los famosos cubanos cuando vienen a las provincias no tienen el mismo tono que en la capital. Eso pude comprobarlo. Aquí, en los pequeños pueblos prima el desenfado, se caen las amarras de lo sobrio. La gente quiere conocer, disfrutar. La segunda vez que entrevisté a José María Vitier, en plena Iglesia llena para su concierto, con la Virgen del Cobre a un lado, me contó de lo mucho que ambos habíamos cambiado. Con un abrazo, risas y chistes, hablamos de lo humano y lo divino y contó, con sinceridad, que Remedios es un remedio para el alma, que aquí se estaba mejor. Eran tiempos convulsos en La Habana y uno casi agradece que acá nada sucede, salvo cuando vienen estas personalidades y el pueblo se moviliza, pues prima el amor por la cultura.

A Vitier le conté que, desde los inicios del coronavirus, solo habíamos tenido en Remedios un caso. Atribuyó el suceso a una especie de providencia que nos guía y protege. Eso le dio más seguridad y alegría, sentimientos que se notaban durante el concierto.

A lo largo de la historia, los escenarios de esta ciudad fueron el eco de grandes de las artes y las letras. Una lista inmensa aparece en la hoy desaparecida prensa local, desde Brindis de Salas hasta Benny Moré. Los famosos parecieran abandonar esa condición cuando vienen a Remedios, se integran a nosotros, nos hablan como hermanos. Por cierto, el cuento que le leí a Arrufat se publicó ese mismo año.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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