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sábado, 5 de octubre de 2024

El Principito que llevamos dentro

La obra de Saint-Exupéry no permite el calificativo de literatura infantil, es literatura de todos los tiempos...

Mayra García Cardentey en Exclusivo 31/07/2016
1 comentarios

Decía el poeta, parafraseando, que nadie podía dejar este mundo sin plantar un árbol, tener un hijo y leer un buen libro. Se pudiera, incluso, decir más. Sería casi un delito despedirse de esta vida, sin amar la naturaleza, crear familia por las vías que fuese, y leer El Principito.

¿Por qué la salvedad con el texto literario de Antoine de Saint-Exupéry? Porque si usted no ha leído esta obra maestra, con el perdón de las y los grandes escritores de todas las épocas y generaciones, no ha leído nada. El Principito debía ser el inicio y el final de nuestra vida como lector, por supuesto, sin renunciar a regresos intermedios.

DE TEXTO SIN ÉXITO A CLÁSICO DE LA LITERATURA MUNDIAL

Saint-Exupéry no vivió lo suficiente para conocer la popularidad de su libro. Prácticamente tuvo que morir en un accidente para que Le petit Prince llamara la atención. Desde entonces el atractivo y enigmático relato ha conquistado culturas y lenguas hasta ser traducido en más de 250 idiomas y dialectos.

Aunque, para ser honestos, pocos en aquella mitad del siglo XX hubieran podido predecir la fama que alcanzaría la obra, que se ha convertido en uno de los volúmenes más leídos del mundo, emulando con El Quijote de Cervantes y La Biblia.

¿Cuál es el secreto de este texto? Ninguno y a la vez todos. A él se puede regresar una y otra vez y se descubren interpretaciones, como en la primera ocasión. No es un libro para niños, no es una obra para adultos. Es buena LITERATURA, en mayúsculas. Sin etiquetas ni clasificaciones.

Su lenguaje ameno, desde una mirada y análisis infantil, se entremezcla con trazos de psicología que todavía hoy nos permiten entender cuánto nos perdemos del mundo con los constreñidos pensamientos de la adultez.

LO ESENCIAL…

Apenas el extravío del aviador y su encuentro con el pequeño muchacho de cabellos dorados revueltos, fue el pretexto del autor para cuestionarse la poca lógica del pensamiento de los mayores.

Los cuentos del niño sobre los varios planetas que visitó; sus debates con el rey, el vanidoso, el bebedor, el hombre de negocios, el geógrafo… sirven para dialogar sobre cuestiones medulares de la vida diaria. De manera encantadora y confidencial, con la utilización de símbolos pero sin grandes artilugios, el volumen interpreta la codicia, la vanidad, el egoísmo y la estrechez de mente.

Y aparecen unos tras otros, la rosa, los baobabs, el zorro. Se habla de amor, de amistad, nos recuerda ese niño que todos llevamos dentro, ese pequeño que pretendemos olvidar para ocuparnos, supuestamente, de las cosas “verdaderamente importantes”.

En eso Saint-Exupéry le gana a muchos autores. Nos regresa a la vida, al pensamiento necesario, a las esencias realmente útiles. Pocos pueden tener su maestría para resumir en un pequeño libro y en un personaje infantil, esencias filosóficas e ideas que quizás como adultos nos cuesta expresar.

“Y los hombres no tienen imaginación, repiten lo que uno les dice”, se lee en el texto y una piensa, reflexiona, afirma la existencia reproductiva que a veces se lleva sin más.

O cuando la obra insiste en que la sabiduría está en juzgarse uno mismo antes que a los demás. Aunque, es imposible negar la agudeza en otra de las frases: “Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos”, o en la sensibilidad de aquella: A los adultos les encantan los números. Cuando les cuentas que tienes un amigo nuevo nunca te preguntan por lo que realmente importa. Nunca te dicen ‘¿Cómo es su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Colecciona mariposas?’ En vez de eso te preguntan ‘¿Cuántos años tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto dinero gana su padre?’ Sólo entonces creen conocerlo”.

¡Genial!

Cada oración durante los 27 apartados, es como un llamado a capítulo que cada cual interpreta según la edad, el momento de lectura, el número del regreso a la obra. Y nunca cansa.

O quién se cansaría de leer: “Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú y solo tú tendrás estrellas que saben reír!”.

El Principito no es un libro. Es el libro. El que debe encabezar cualquier lectura de niños y adultos, el que nunca permite olvidar el verdadero secreto: “que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”.


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Mayra García Cardentey

Graduada de Periodismo. Profesora de la Universidad de Pinar del Río. Periodista del semanario Guerrillero. Amante de las nuevas tecnologías y del periodismo digital.

Se han publicado 1 comentarios


Yo
 1/8/16 13:07

ayer domingo pusieron la pelicula, realmente siempre que la lees o tienes la posibilidad de verla encuentras algo nuevo que te ayuda en la vida diaria, ES GENIAL !!!  y si eres un poco sentimental o te toca dentro hasta puedes llorar.

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