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sábado, 5 de octubre de 2024

El espíritu de la danza

Cuando esta anoche, inicie el 25 Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, se evocará el nacimiento de nuestra compañía danzaría, una de las más prestigiosas del mundo…

Yuniel Labacena Romero en Exclusivo 28/10/2016
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El jueves 28 de octubre de 1948 tuvo lugar ese parto feliz que fue nuestro Ballet Nacional. Nadie imaginó que aquellas primeras clases en el antiguo Teatro Auditórium de La Habana, actualmente Amadeo Roldán, pudieran trascender, y que de aquel grupo de jóvenes soñadores surgirían los fundadores de la Escuela Cubana de Ballet. Alberto Alonso fue el primer muchacho que rompió con los prejuicios de la época y comenzó a estudiar en Proarte Musical. Luego su hermano Fernando, y al casarse con Alicia, en 1938, formaron un trío memorable, una combinación perfecta.

Por azares del destino, en 1943 Alicia Alonso se convirtió en punto de atención de los críticos de Nueva York, al sustituir a la máxima bailarina del Ballet Theatre en el rol titular de Giselle. Parecía que el camino danzario de la Mayor de las Antillas ocupaba un buen espacio, o, al menos, sus intérpretes ya tenían nombres: Fernando, Alicia y Alberto fundaron así el entonces Ballet Alicia Alonso.

Según ha contado el historiador Miguel Cabrera, en 1950 se creó la Escuela Nacional de Ballet Alicia Alonso, anexa a la compañía profesional. Desde los inicios, su línea artística partió del respeto a la tradición romántica y clásica, estimulando al mismo tiempo el trabajo creativo de los coreógrafos, quienes apostaban por lo nacional y lo contemporáneo.

El espíritu de la danza se apoderó de nuestro país y el ballet se convirtió en un arte serio y respetado. Ya en esta temprana etapa, el montaje de las versiones completas de los clásicos como Giselle, El lago de los cisnes o Coppelia, estuvo acompañado de obras procedentes del movimiento renovador de los ballets rusos y de otros creados por coreógrafos nacionales.

No son pocos los aportes del Ballet al desarrollo de la cultura, la identidad y el patriotismo de esta nación, muchos calificados de verdaderas proezas. De esas páginas gloriosas, vale recordar la del 15 de septiembre de 1956, aquella función de desagravio en homenaje a la prima ballerina assoluta organizada por la FEU ante la decisión del gobierno bastitano de suspender la subvención que recibía la compañía danzaría.

Los jóvenes junto al pueblo desafiando las agresiones y los chantajes de la dictadura abarrotaron el Estadio de la Universidad de La Habana, hoy Juan Abrahantes,para patentizar el respaldo estudiantil a la agrupación danzaría y decir ¡no! al intento de soborno del gobierno de utilizar las instituciones culturales como instrumentos de propaganda.

Como sabiamente sentenciara Alicia en su histórica Carta Publica al testaferro del llamado Instituto Nacional de Cultura en 1956, el ballet “ya no podía morir porque lo habían plantado en el seno del pueblo”. Sería esa la última presentación en el país antes del primero de enero de 1959. Sin embargo el triunfo revolucionario fue el inicio de una nueva etapa para el Ballet. Ese año, se reorganiza la compañía con el nombre de Ballet Nacional de Cuba, donde generaciones como las llamadas “cuatro joyas” o “las tres gracias”, además de talentosas figuras masculinas, lograron arrastrar tras de sí a un público eufórico que los seguía en cada función.

Desde entonces, la compañía ha tenido un gran auge, enriqueciendo su repertorio y promoviendo el desarrollo de nuevos bailarines, coreógrafos, profesores y de otros creadores. Junto al progreso del repertorio tradicional, se ha incentivado un movimiento con obras que se ubican dentro de lo más significativo de la coreografía contemporánea. Además de su inmensa actividad en Cuba, donde ha proyectado su arte a nivel popular, el Ballet desarrolla cada año un programa de giras internacionales por diversos países.

El genio de los bailarines de la compañía se desborda por todos los escenarios, con giras que incluyen actuaciones en países de los cinco continentes, presentaciones en un centenar de pueblos y ciudades cubanas, y la creación de un vasto y versátil repertorio, el cual incluye con estrenos internacionales, que cada día atesoran más el aplauso prolongado de su público.

Así sucederá la noche de este viernes, cuando inicie el Festival Internacional de Ballet de La Habana, que a partir de esta edición 25, lleva el nombre de su presidenta y principal inspiradora: Alicia Alonso. El lago de los cisnes, Giselle, Don Quijote y La fille mal gardée están entre los clásicos programados para la cita en escenarios como los teatros Mella, Nacional y Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

La presencia de artistas de 16 países, entre ellos de: Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Colombia, Corea del Sur, Francia, Gran Bretaña, España, Estados Unidos, México, Mongolia, Puerto Rico, Venezuela, Rusia y Uruguay, confirma la valía de que el encuentro ha logrado ubicarse como uno de los más importantes y aclamados en el contexto danzario mundial.

Una vez más, esta fiesta del arte coreográfico hace suyo el pensamiento de Alejo Carpentier, que expresa: “El espíritu de la danza es inseparable de la condición humana”. Y lo abraza porque como aseguró el destacado intelectual Juan Marinello, en 1971, “el Ballet Nacional de Cuba es mucho más que una suma de excelencias y una escuela singular; es la voz de una fuerza popular sin reposo”.


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Yuniel Labacena Romero


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