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viernes, 22 de noviembre de 2024

Obligar a comer, ¿sí o no?

Establecer unas rutinas de alimentación agradables, donde se tenga en cuenta tanto el valor nutricional y la variedad de las propuestas, como el deseo de niñas y niños, es esencial para no hacer un mal, pensando que se hace un bien...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 23/03/2024
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Bebé sin apetito
Comer es una necesidad vital, y en ese como en tantos otros aspectos de la vida de nuestros hijos nos toca acompañar con responsabilidad e información.

Cómo y cuánto comen hijas e hijos nos obsesiona. Nos desesperamos si apenas prueban bocado, si no aceptan los vegetales, si rechazan lo que llamamos "el plato fuerte", o les da por preferir siempre lo mismo...

La sociedad incentiva esa angustia familiar; se supone que un niño de "buena boca" es la mayor bendición que existe.
Y claro que un niño o una niña que comen bien y todo tipo de alimentos supone una tranquilidad tremenda. ¿Pero qué sucede cuándo no es así?

Entonces se buscan todo tipo de artimañas para lograr que mastiquen de buena gana apenas unas cucharadas; y aparece la tentación de obligar a comer, a través de regaños, amenazas, chantajes y -¿pasará todavía?- taparles la nariz para que abran la boca.

No obstante, ante si es lícito o no obligar a comer a los infantes, los especialistas coinciden en un rotundo no.
Lo primero, explican, es normalizar que no todos los niños comen igual cantidad, que hay periodos de mayor y menor apetito dependiendo de la necesidad de energía y nutrientes, y que es normal que determinados productos no les gusten.
Por eso, advierten, hay que dejarles tomar sus propias decisiones al respecto. Se precisan paciencia y buenos hábitos, y acostumbrarlos a lo nuevo de forma paulatina.

La Asociación Española de Pediatría especifica que ni las amenazas, los castigos, los sobornos ni, por supuesto, la fuerza, son métodos que debamos emplear. Tampoco contribuye a crear buenos hábitos dejar que se levanten de la mesa y andar detrás de ellos por la casa con la cuchara en la mano.

De hecho, un estudio publicado en la revista Pediatrics, en 2021, explicaba que obligar a comer no solo era inútil sino también contraproducente.

Los efectos nocivos de tales prácticas son que el niño asocie el momento de comer al displacer y crea que alimentarse es un castigo; lo que puede en el futuro acarrear trastornos alimenticios. Asimismo, obligarles a terminar lo que se les sirvió en el plato los habitúa a desconocer la sensación de saciedad.

Según las investigaciones, los niños quisquillosos para comer son menos comunes en familias donde los padres no los obligan a ingerir algo que no quieren.

Entonces, ¿qué hacer?; "fluir" no resultará un consejo muy esperanzador para los adultos a cargo de un pequeño inapetente.
Varias cosas pueden hacerse, entre ellas ofrecer de forma temprana variedad de alimentos saludables, y continuar haciéndolo regularmente, es decir, no escudarse en el "no lo come" y seguirle dando la posibilidad de forma regular.

Es importante, asimismo, no acudir a las golosinas y otros productos de la comida chatarra, para que "al menos coma algo", pues se crea así un círculo vicioso en que el niño no come porque ya se sació con alimentos no nutritivos, y vuelve a dejar el plato intacto.

Hay que involucrarlos en la compra de los alimentos y en su preparación, así como hablarles de sus propiedades, modos de cosecha y elaboración, lo que los hará sentirse más curiosos y dispuestos a probarlos.
Otro consejo de los investigadores es potenciar las comidas en familia, que sean un momento agradable, de disfrute, sin móviles ni televisión.

Existe una costumbre bastante arraigada de ofrecerle la comida al niño de forma separada al resto de sus familiares, incluso otro menú, y a menudo viendo dibujos animados. Y los infantes, por el contrario, necesitan sentir que comer es un acto especial; además, sentarse a la mesa con personas que consumen los alimentos que rechaza, contribuirá a que se animen a tomarlos.

Claro está que los adultos deben predicar con el ejemplo, y comer todos esos alimentos que aspiran a que sus hijos prueben. Solo la constancia y la disponibilidad de alimentos saludables garantizará resultados.

Todo esto es válido si no se trata de un caso de negativa total a comer, o de una ingesta tan pobre que ponga en riesgo la salud, en esos casos hay que acudir al pediatra.

Comer es una necesidad vital, y en ese como en tantos otros aspectos de la vida de nuestros hijos nos toca acompañar con responsabilidad e información.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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