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sábado, 23 de noviembre de 2024

Diez verdades de la maternidad que nadie cuenta

Aunque sea cada vez más frecuente contar las verdades incómodas de un rol tan demandante como el de ser madre, todavía se romantiza en exceso y se calla lo que no es perfecto y lo insatisfactorio...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 10/06/2023
1 comentarios
Madre e hija feliz
La sensación de pérdida de la identidad y, a la vez, de renacimiento, es muy común en una madre que nace. (Ilustración tomada de Freepik)

-Mamá, te voy a querer.

-Mamá, te voy a prestar los juguetes.

-Mamá, qué lindaaaa.

Es mi hija de tres años la que habla. El pecho se me llena de una dulzura caliente y honda cuando ella me regala muestras espontáneas de cariño. Y también cuando mi hijo viene corriendo y me ataca con uno de esos abrazos que en casa llamamos "rompecostillas".

Nadie lo dude, la maternidad está llena de momentos sublimes, que nos aportan inspiración, fe, fortaleza... según nuestras creencias o experiencias de vida.

Pero maternar es también muy duro: una labor de cuidado las 24 horas del día, con múltiples exigencias.

Durante mucho tiempo se ha romantizado al extremo este rol, borrando del debate público, y hasta privado, sus contradicciones, que son muchas. Pero cada vez más, en las últimas décadas, las voces de las madres se han levantado para contar que no todo es tan perfecto, que están cansadas, que los estereotipos en la crianza dañan.

Sin embargo, aún pareciera que para compartir los desafíos de maternar hay que excusarse diciendo que, no obstante, amamos mucho a nuestras hijas y nuestros hijos.

¿Será que el modelo de heroína que todo lo aguanta y todo lo sufre es tan fuerte que debemos pedir disculpas para decir que no somos tan heroicas ni queremos serlo?

Por eso este post va sobre las verdades de la maternidad de las que hablamos poco o casi nunca, y muchas de ellas, todas, la verdad, no son color de rosa. Cada madre de seguro tiene las suyas, basadas en su experiencia. Aquí van las mías, segura de que ustedes las enriquecerán.

 

1. La lactancia materna no se logra tan fácil y "natural" como parece.

De hecho, un considerable porcentaje de mujeres abandona la lactancia en los primeros meses por falta de conocimiento y asesoría; presión familiar, o dolencias como la mastitis.

Es necesario prepararse antes de parir, estudiar, saber los trucos, y las posibles dificultades. Lactar puede ser un verdadero desafío, uno tremendo en medio de la tormenta hormonal del posparto.

2. La falta de sueño de una madre puede ser muy frustrante.

Hay etapas. El primer mes de vida del bebé pudiera clasificarse como tortura. El cansancio que se llega a sentir es agobiante. Después, en dependencia de las características de esa nueva persona, se puede dormir más o menos, pero incluso las suertudas que tenemos hijos dormilones, sabemos lo que es dormir poco por fiebres, sábanas orinadas, llantos inexplicables en medio de la noche.

Hay que tener mucho aplomo para no perder la paciencia muerta de sueño en medio de la madrugada, sabiendo que, al otro día, inexorablemente, te levantarás temprano.

3. No volverás a ser la misma trabajadora.

Por mucho que una se esfuerce, lo cierto es que al tener hijos cambian las prioridades. Los escenarios pueden ser más o menos disímiles en dependencia de la ocupación, la red de apoyo, la salud de los niños... pero es un hecho que una madre tiene menos concentración (por estrés, por cansancio) y más ausencias (es increíble lo mucho que se enferman los niños pequeños).

Aunque las ambiciones profesionales sigan latentes, y se logren éxitos, sigue siendo frustrante la disminución obligada del ritmo, y también las incomprensiones, porque no todos los entornos laborales están preparados para asumir y acompañar las maternidades.

4. Establecer límites duele

Enseñar lo que está bien o mal no es cosa de coser y cantar para una madre. Usar voz firme, prohibir, establecer límites, es muy difícil cuando vemos una cara que hace pucheros o un llanto desconsolado.

Casi siempre un regaño nos duele más a nosotras que a ellos.

5. La "preocupación" latente

Aunque estén con su padre, con los abuelos, en el círculo... jamás dejamos de estar preocupadas, pendientes del teléfono por si nos llaman, asustadas por la posibilidad de cualquier desventura.

El miedo a veces empieza desde que los sabemos en la barriga, o al tenerlos en brazos, pero jamás se va, no hay interruptor para apagarlo. Aprendemos a vivir con él, a sobrellevarlo, pero es sin dudas una carga considerable, que transforma toda nuestra forma de entender la vida.

6. A veces hay ganas de salir corriendo

Que levante la mano la madre que nunca ha llorado escondida en el baño. Mocos, peleas, llantos, gritos, ropa por lavar, leche tirada en el piso, migas de pan en el sofá: el caos en su máxima expresión y nosotras con la sensación de que nuestras necesidades son las últimas a tener en cuenta, que los brazos ya no nos dan, que estamos aburridas y sobrepasadas, que no aguantaremos hasta que crezcan.

Sucede, y no pocas veces.

7. No estamos locas, la maternidad es el reino de la ambivalencia

Sí, queremos que crezca, pero nos da nostalgia ver el pijama que ya no le sirve. Necesitamos que duerma, pero si duerme mucho le ponemos la mano en el pecho para constatar que respira. Le pedimos que se calle un ratico, pero cuando enferma diéramos cualquier cosa por verlo gritar y destruir la sala.

Ansiamos que nos los cuiden, pero pensamos que nadie puede hacerlo tan bien como nosotras mismas. Queremos tiempo a solas, pero a solas los extrañamos a rabiar.

8. La culpa, esa amiga íntima.

Culpa porque los llevaste al círculo un día lluvioso, culpa porque no los bañaste una vez, culpa porque a lo mejor esa fiebre no es de un simple catarro; y porque estabas muy cansada para cocinar algo más saludable, y porque les gritaste, y porque estás de mal humor, y porque les presentaste un novio, y porque no juegas lo suficiente con ellos...

La culpa no nos abandona. A veces de verdad sirve para mejorar, otras, nos ata. No seremos nunca la madre perfecta, hay que perdonarnos, y hacer un poco caso omiso a lo que dicta la sociedad que debe ser una buena madre, porque esos zapatos no hay quien los llene, al menos no la mujer que quiere ser feliz. Y ya sabemos, madre feliz, hijos felices.

9. Ser madre es físicamente agotador.

Muchas cosas cambian en nuestro cuerpo con el embarazo, el parto y la lactancia. Para muchas mujeres es muy frustrante el proceso de reconciliarse con un nuevo peso, con senos que no son ni primos de los de antes, con manchas, estrías, cicatrices.

Y aunque ello nos importe poco, la realidad es que también quedamos con dolor de muñeca, de espaldas y con el cansancio generalizado y el desgaste físico que implica cargar, alimentar, bañar, alzar, correr, en una doble jornada de trabajo perenne.

10. Todas hemos dicho y hecho cosas de las que nos avergonzamos

Si a las madres nos grabaran con micrófonos y cámaras ocultas, ¡por dios, ¡qué diría la sociedad! Decimos cada barbaridad y después nos quedamos pensando: se me fue la mano. "Te voy a colgar de la tendedera", "me dan ganas de meterte de nuevo en mi barriga", "si sigues gritando vas a dormir en el balcón".

Para consolarnos, la verdad es que nuestros hijos casi nunca toman en serio estas advertencias, ni el amago de chancletazo, ni la amenaza de tirar los juguetes regados a la basura. Gracias a algún oculto poder saben que no vamos en serio, se siguen "portando mal", o siendo niños, que es casi lo mismo, pero eso ya sería la verdad # 11 y tengo que ir a serviles la comida a ya ustedes saben quiénes.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.

Se han publicado 1 comentarios


Aimée
 10/6/23 21:56

Hola! Mi hija mayor también se llama Amalia 😁 Aunque en par de puntos mi experiencia no es como la relatas, muy bueno el artículo. Porque de eso de trata: cada maternidad es diferente. Incluso cada hijo nos hace vivir experiencias distintas. Solo quiero agregar que la mamá "perfecta", si es que eso existe, es aquella que se esfuerza por dar lo mejor de sí a sus hijos y se preocupa también por su propio bienestar. Gracias!

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