En la costa sur sabían de localidades como Varadero y Caibarién, ubicadas en el litoral Norte, debajo de la península de la Florida, donde recibían personas que desayunaban en EE. UU., se bañaban en playas cubanas, almorzaban y retornaban.
Aunque en la década de los 50 del siglo pasado había información de que se proyectaba un área turística por el circuito sur del centro de la isla, no fueron los cienfuegueros y los trinitarios los que pensaron en dedicarse a vivir de la industria del ocio.
Abundaban quienes creían que el turismo era propio de las ciudades septentrionales, por su cercanía con la mayor potencia emisora de vacacionistas, y cuando se cortaron los vínculos Cuba-EE. UU., apenas iniciados los años 60, hasta fue cayendo en el olvido que alguna vez se pensó en dedicar esa zona sur al esparcimiento internacional.
Y como la Mayor de las Antillas pasó a usar una moneda no convertible, las posibilidades de que los nacionales salieran como turistas se redujo a unos pocos viajes a países del campo socialista, y se concentrara en instalaciones ofertadas a precios módicos por los sindicatos, mientras que otras opciones, como la Vuelta a Cuba, eran consideradas caras.
En tales circunstancias, poco o nada importó a las mayorías promover el país como producto turístico, y ese trabajo quedó en manos especializadas. Sin embargo, desde otras naciones sí se difundieron mensajes que, conscientemente o no, tenían contenidos que podrían haberle quitado las ganas a cualquiera de venir alguna vez a la nación caribeña, que generalmente quedaba con la imagen de ser un infierno.
Sin embargo, podría estar ocurriendo lo contrario y que esas denostaciones estén siendo un incentivo que ha despertado la curiosidad de los turistas potenciales, atraídos por el interés de conocer al Diablo y a los habitantes del averno.
Por tanto, está dentro de las posibilidades (posibilidades reales) que las personas sean el foco de atención de los visitantes foráneos, por lo tanto, si están apartados o en zonas alejadas, como los cayos, a las cuales se accede mediante un atractivo pedraplén, se marcharán inconformes, lo mismo que si no pudieron establecer contacto con los lugareños, a pesar de estar en cualquiera de las ciudades.
No obstante, las cosas, en cualquier latitud, son parte del producto turístico, y Cuba no es ni será la excepción, por lo cual requieren de cuidado para conservarlos y transformarlos según dicten las necesidades de la vida cotidiana, bajo los códigos de las características de la cubanía.
Harina de otro costal es hacer que una cosa sea otra cosa. O ridículamente trocarlas en lo que creemos que será del agrado del visitante foráneo. Tratar de convertir lo nuevo en viejo. O no admitir que no sabemos y querer responder todas las preguntas del turista cual si fuéramos enciclopedias ambulantes, poniendo a vivir a una persona en otra época, decir que una edificación está a decenas de kilómetros del lugar en el que en realidad se encuentra.
No estaría de más que existiera una supervisión desde el inicio de la construcción o adaptación de locales para alquilar como hostales, y cuidar de que no dañen el entorno, y el control no solo sea a las instalaciones estatales.
Y que se brinde la opción de comidas cubanas y no burdas imitaciones de platos muy conocidos por los comensales foráneos. Y por supuesto, que los espectáculos artísticos no sean tampoco caricaturescas propuestas que nada tienen que ver con la cultura local.
En el foro de discusión ¿Qué es lo más atractivo del turismo en Cuba? se han expuesto interesante opiniones, como la de Cuco, quien afirma que “es el cubano lo más atractivo que tenemos que enseñar al visitante, el cubano con su cultura, con su dignidad, con su frente en alto y su amable sonrisa, presto a brindarla al que nos llega de visita”.
Javier afirma que “además de la tranquilidad y la belleza de Cuba, lo más atractivo del turismo acá es sin lugar a la duda la solidaridad humana que se respira por cualquier lugar que se camina”.
Francisco considera que es “su gente de toda la nación, su carisma y modestia”.
Por tanto, la gente, sus cosas, todo es parte del producto turístico que, en el caso cubano, también tiene características únicas en el mundo.
senelio ceballos
6/5/17 14:23
jajaja..CHINO..Ud tambien entro en la moda de estar escribiendo sobre el turismo?......Yo por lo contrario mejor escribiria....Sobre las trabas, piedras, problemas que tenemos...PARA UN MEJOR TURISMO.....,Ud ha charlado con los turistas que regresan desde CUBA?....Chang ud vive en la isla y no fuera de ella.........Mirar una sola cara de la moneda...Creo que no es muy crrecto....Gracias
Arturo Chang
7/5/17 22:02
Estoy de acuerdo con Senelio, el Guajiro de Ceballos.
He hablado con turistas de varias latitudes. Las conversaciones han sido intersantes. En próximos viernes, abordaré el tema, tal y como sugiere el Chambero.
Arturo Chang
5/5/17 9:47
Efectivamente, como acaba de avisarme un lector que encontré mientras caminaba por el Parque Vidal de Santa Clara, en el segundo párrafo quise decir que en la década de los 50 y 60 del siglo pasado, eran pocos los cienfuegueros y trinitarios que pensaron dedicarse a vivir de atender turistas, situación que actualmente ha cambiado.
Gracias al amable lector, Orestes González, un espirituano que andaba en gestiones por acá por la capital de Villa Clara.
Gracias por contribuir a la construcción de este espacio.
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