En los años 60 del siglo pasado, la cantidad de personas en un área de campo equivalente a tres o cuatro manzanas de cualquier ciudad podía ser tanta que podría compararse con las que asisten en estos tiempos a un concierto de un afamado artista en una plaza pública.
Era cuando la caña había que cortarla a machetazos una a una y después agruparla en mazos para cargarla sobre carretas o camiones, pero así mismo era para cualquier faena agrícola, como la siembra de café alrededor de La Habana.
Y no solo iban los habaneros nacidos en la capital cubana o los que emigraron hacia ella, sino también los de la llamada “población flotante”, como nosotros, los estudiantes del interior, de provincias, del campo; que además de las bondades de estar becados, llegó un momento en que recibíamos un estipendio.
Pues en las clases de Historia nos enteramos de que en el sistema capitalista hubo obreros que se rebelaron contra el uso de herramientas que incrementaran la productividad, y la razón era que con la introducción de maquinarias quedaban desempleados.
En la bibliografía de la asignatura leímos sobre huelgas para protestar e intentar impedir el uso de modernas tecnologías para aumentar los resultados productivos, e imaginamos a un hombre o mujer sin trabajo, lo cual equivalía a privarse del sustento para la vida.
La lección completa la aprendimos cuando en 1968, después de estudiar durante los días laborables de la semana, nos llevaron a laborar al Plan Cordón de La Habana, donde chapeamos una zona que sería plantada de café, y después en plena etapa previa a los exámenes, la primera secretaria del Partido en el municipio Playa, creo que llamada Idolidia, nos convocó a sembrar árboles en el Parque de la Fraternidad.
Armados del picos, palas, barretas y otros instrumentos que me parecieron muy raros para sembrar, y en un rumbo totalmente opuesto al Parque, donde tuvimos que “motear”, nombre dado a la acción de extraer árboles muy altos que serían trasplantados a la plaza habanera.
Y por no hacerle caso a un campesino: “Muchachos, marquen la parte por donde sale el sol porque tienen que volverlo a sembrar en la misma posición para que no se seque”, tuvimos que volver a extraer más plantas para la resiembra.
No pocas veces, muchas podríamos decir, fueron las ocasiones en que la improductividad y el gasto excesivo de recursos gravitaron sobre lo que hacíamos los movilizados a esos trabajos voluntarios, pero, de no haber sido por tales desaguisados, el aprendizaje, la concientización, hubieran sido lo más sobresaliente.
Pues, luego de tales peripecias en el café y los árboles del Parque de la Fraternidad, fuimos a parar a un cañaveral de la provincia de Matanzas, donde nos alojaron en un campamento con literas que amenazaban con desarmarse y hamacas, un techo de cinc que daba calor por el día y frío por la noche, agua abundante para calmar la sed, pero no sucedía lo mismo con el apetito.
Bajo un sol que nada tenía que envidiarle al horno de cualquier panadería, a las 11:00 de la mañana, cuando andaba buscando una sombra que nunca encontré, después de intentar cortar la cantidad de caña normada y no poderla cumplir, un condiscípulo corpulento, Argelio Morales, como quien se compadece, nos decía: “Si yo estoy agotado, ya me imagino cómo estarán ustedes que no están acostumbrados a esto”.
Pero el chistoso que nunca faltó en el grupo, Augusto Contreras, quitándose el sombrero y a la manera de un presentador circense, decía mientras apuntaba al astro rey: “Esa rubia esta buena, pero para estar con ella en la playa… pero aquí no hay que quejarse de nada, esto es la parte práctica de las clases de Historia, porque aquí nos mandaron para que veamos que solo en el capitalismo las máquinas y el desarrollo científico técnico desplazan al hombre y lo dejan sin trabajo. Aquí no estamos en el capitalismo, y yo les pregunto: ¿Ustedes quieren ser sustituidos por una combinada cañera?”.
Y como que en Cuba, las cosas más serias se dicen en broma, mientras participo el martes 4 de abril en la inauguración de una placita que será directamente atendida por la Empresa Agropecuaria Valle del Yabú, ubicada en los alrededores de Santa Clara, recuerdo a Contreras porque esta vez esa entidad se acerca por tercera vez al millón de quintales sin aquellas movilizaciones en las cuales solo para mover un tubo de regadío se requerían varias personas, y hoy basta con sus propios trabajadores porque utilizan las más modernas maquinarias y equipos de riego.
senelio ceballos
8/4/17 16:41
Saludos Maestro !!!..ESCUCHAD !!!..Te falto decir... Que a puros machetazos..Nuestros abuelitos EPD..ya mucho antes del 1960 eran capacez de producir...MAS DE 5-6 millones de toneladas.....En mas de 175 centrales y timbiriches azucareros...Hoy con cientos de ingenieros , tecnicos y MAQUINARIAS NO SOMOS capacez de producir ni esas toneladas...En otras palabras....Con las reformas y revoluciones azucareras ...Hemos retrocedido unos cuantos annos..SOCIO!!...Jajajaja..Nuestro grupo tambien sembramos y recogimos cafe..CATURRA en el cordon de la habana..........Pero en el exgtranjero yo veo mucho cafe de C.Rica,Colombia,Guatemala...Pero desde CUBA aqui en los paises EX-SOCIALISTAS no los veo..Si alguien sabe algo mas sobre el TEMA de hoy aqui lo esperamos..El guajiro,,,,Gracias Chino!!
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