Los estimulantes a los que aludimos no son los que aumentan las frecuencias cardíaca, respiratoria ni la actividad cerebral, sino otros como los de la década de los 60, cuando hubo actividades que requirieron de una masiva participación, tanto en acciones bélicas como educacionales, o en el terreno laboral, sobre todo en los años previos a la Zafra de los Diez Millones en 1969-1970.
El estimulante era de otro tipo, con el que nadie de los cientos de miles de personas que acudieron a cada llamado ganó un centavo más por cambiar sus labores habituales para dejar sus comodidades y realizar otras faenas en condiciones improvisadas.
Excepcional era que alguien no participara directa o indirectamente en ir a lugares apartados para enseñar a leer y escribir, a capturar y enfrentar bandidos, o a sembrar y cortar caña.
Se entregaban diplomas, gallardetes, banderas, trofeos y todo cuanto pudiera constituir un reconocimiento, que era recibido con dignidad por hombres y mujeres que realizaban esfuerzos a la medida de sus posibilidades.
Además de un texto en el cual se declaraba destacado, vanguardia o de avanzada, también a los rezagados les tocaban imágenes de jicoteas y se hacían plenarias de chequeo de emulación con nutridas asistencias que terminaban en un festejo.
Llegó un momento en que tales símbolos llegaron acompañados de una estancia en alguna instalación vacacional a precios muy asequibles (incluidos viajes turísticos a países socialistas), hasta objetos de mayor valor como relojes, refrigeradores, ventiladores, hasta motos y automóviles.
Esas competencias fraternales tenían medidores muy sencillos: la cantidad de caña cortada, las viandas cosechadas o las unidades producidas en una fábrica o taller, pero al transcurrir el tiempo casi se requería un especialista en estadística para contabilizar los datos e interpretarlos.
Y también aparecieron infractores como grupos que se ponían de acuerdo para anotarle los resultados colectivos a uno solo para que se ganara un vehículo o cualquier otro premio, y así beneficiaban por turno a cada integrante con cifras increíbles de cumplimiento.
Como mismo aparecieron, desaparecieron los estímulos morales y los materiales, y se fue dejando de hablar de emulación para dar paso a querer resolverlo todo mediante el pago de más dinero mientras mayor sea el aporte.
De querer a poder hay una buena distancia y, en general, el salario es un algo desestimulante en la mayoría de las ocasiones. Por eso, un amigo, Román Pérez, al escuchar las explicaciones en un taller textil del municipio de Placetas, sentenció: "No pongo en dudas de que subiendo y bajando el salario logren que la gente trabaje más, pero ¿y la conciencia qué?".
En viernes anteriores, en La cultura que sobra y La cultura que falta hubo referencias a lo estimulante que resulta estar dotado de la cultura del cumplimiento de normas de conducta y objetivos.
Por ese mismo rumbo, invitamos a pensar en que se necesita también una cultura de la estimulación, y un estímulo es un premio, pero también una sanción, una crítica, un llamado de atención.
Paloma
2/8/18 17:04
Saludos estimado Chang, es interesante seguir el diálogo alrededor de las diferentes culturas que pudieran nombrarse como esta última CULTURA DE LA ESTIMULACIÓN. Pienso que a la luz de los nuevos tiempos con todos los cambios que ya se vienen implementando, más temprano que tarde se retomará la estimulación como motor impulsor de la eficiencia y el bienestar. Y lo creo porque como dije la semana pasada no es la actitud paternalista la que creará conciencia. Por tanto en la misma medida en que se vaya recobrando el terreno perdido necesariamente habrá que premiar a quienes con sus resultados contribuyen al avance de la producción o la sustitución de importaciones o a la rehabilitación de la salud de sus pacientes, etc.,etc. No tendremos nuevamente una zafra como la del ´70, ni aquellas movilizaciones a los grandes planes de la agricultura o de la construcción (que nos permitieron conocer a nuestro país de oriente a occidente y de norte a sur), pero lo que está probado que funciona no puede quedarse en el tiempo como un recuerdo nostálgico de lo que ya no es. Confío en las nuevas estrategias, confío en el relevo y sobre todo en la buena voluntad de los cubanos que apoyamos el concepto de Revolución que firmamos y asumismo como compromiso imperecedero en las honras fúnebres de nuestro Comandante en Jefe.
Presidente
30/7/18 11:10
Amigo Chang,soy de los que piensa (y coincido con su reflexión) que la cultura al trabajo en estos tiempos en verdad se ha perdido;sin ser absoluto buena parte de los trabajadores trabajan en el sector estatal para garantizar sus ingresos y poder atender sus necesidades y de la familia, pero en su gran mayoría la conciencia necesita una inyección¿Por que?...no existe compensación: esfuerzo,cumplimiento y consagración VS Ingresos,entonces ....¿como resolver el problema?.... la formula de solución la sigo observando bien distante,recordemos a Marx " El hombre piensa como vive......" La cultura de la estimulación ya no llega a los que realmente producen la riqueza, quienes realmente la merecen ...¿ Se la llevó la cigueña? o hace falta una carga para para transformar el hoy y vislumbrar un futuro más estimulante.Saludos Presidentre
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