Antes de contar las peripecias para aprender a bailar, anticipo que este redactor no participó en la fiesta posterior a la ceremonia de graduación de la enseñanza secundaria básica por no lograr los movimientos acompasados necesarios al ritmo de una melodía.
Sobraron quienes se brindaron para enseñar el arte de hacer que el cuerpo adoptara una u otra pose en dependencia del ritmo de la música, y hasta hubo quien dijo que era como practicar judo o boxeo y pretendió combinar en las clases el deporte con el baile.
Finalmente, la mejor recomendación llegó tarde, cuando la actividad había concluido y varios interesados en la ausencia, al conocer los motivos, dijeron que podía haber bailado sin saber cómo hacerlo, y que nadie lo notara, pues bastaba ponerse en el medio de todos.
Lo de “si bailando no eres ducho, espera a que haya muchos” recomendaron que no era solo un consejo para ocasiones festivas, sino que en todas las ocasiones en que no quisiera llamar la atención, me mezclara dentro de una muchedumbre.
De acuerdo con ese razonamiento, pudiera parecer lógico que, si queremos no ser ignorados, debemos alejarnos de esos conglomerados de abundante cantidad de personas, estar apartes y solitarios sin nadie en los alrededores.
Aquella recomendación recibida en 1967 de estar dentro de muchos para estar fuera del foco de atención tiene sus variantes, pues desde hace varias décadas padecemos que los encargados de dar solución a un problema miden la cantidad de afectados para establecer prioridades.
Por tanto, mientras mayor es la cantidad de afectados, con más prontitud se enfrenta la situación, pero si son pocos o, lo peor, se trata de una sola persona, salvo excepciones, no logrará que sus necesidades sean resueltas.
- Consulte además: Nombrar las cosas
Quizás esa sea la causa por la cual hay tendencia a generalizar, a sobredimensionarlo y exagerar el número de los que padecen algo como los apagones, la falta de transporte, los altos precios, que por sí solo ya son de magnitudes colosales.
En esa necesidad de estar dentro de una muchedumbre para ser atendidos, tal vez también ha propiciado que sin malas intenciones haya quienes apelen a los miedos y provoquen que hasta por el temor a ser afectado, uno tras otro sumen sus voces para reclamar una solución.
Por supuesto que al bailarín solitario se convierte en el centro de un espectáculo de manera espontánea, pero lamentablemente no es el caso del individuo que sea una singularidad en un proceso de trámites diseñados a partir de creer que todas las situaciones son homogéneas.
Para sentir la presencia de un humano con un problema dentro de una muchedumbre donde nadie lo padece, hay que tener mucha sensibilidad, pero también hay que tenerla en mayor grado si esa persona no está dentro de un conglomerado.
Si bien puede ser válido el consejo de que para no llamar la atención por ser mal bailador hay que estar dentro de una concentración de danzadores, también es necesario tomar en cuenta que para atraer el interés de facultados para dar una solución, no siempre conviene estar solo.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.