“La música y el fútbol, alimento de pobres y ricos”, trinó la colombiana Isabel Memabarat Ripoll, el 27 de junio de 2013; cuando ostentaba ya las etiquetas de famosa, Shakira de la Sony y feliz esposa del futbolista español Gerald Piqué. Precisamente, un gol de la estrella del Barza motivó este tuit, síntesis del simulacro con el que se domina hoy, actualización capitalista de aquel “pan y circo” de los emperadores romanos para mantener tranquila a la población y ocultar sus indecencias.
Aquella frase espontánea, informaba –sin querer- de lo bien que había hecho suya la gran falacia de los opresores, esa que en la exMetrópoli donde nacieron sus hijos sustituyeron por “pan y toros” o “pan y fútbol”, pero que hoy le venden a todo el mundo como “circo y circo”, música y futbol, o sea “Shakira o Piqué”.
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Nadie mejor que una “loba” como ella, para reproducir la racionalidad que estructura y organiza el sistema -mundo, hegemónicamente neoliberal, proyectado como un gran Coliseo, donde el “otro” es considerado un competidor al cual destruir. Donde se comercializa hasta el dolor.
Con su intronización, a la altura del She Wolf (Loba), la de “los pies descalzos” se convirtió en “exitosa”. Esta racionalidad orienta desde entonces sus actos, personales y empresariales, como “loba entre lobos”, mujer en el mercado patriarcal y marca cotizada en la industria del entretenimiento. Como trabajadora orgánica del Capitalismo y entre los más eficaces instrumentos de las elites para (re)producir y maximizar su poderío. La misma de Piqué, su testaferro para gestionar su capital acumulado, en sus turbias maniobras para evadir impuestos.
Una racionalidad que transversaliza los 3.33 minutos de la tercera canción que le dedica a su ahora rival, la Bzrp Music Session, Vol. 53, de la que todos hablan por estos días. Lógica condensada en sus más viralizados punchline o remates: “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” y “Yo valgo por dos de 22. Cambiaste un ferrari por un twingo. Cambiaste un rolex por un casio”.
Shakira no estima mal cosificarse, significarse como un objeto de consumo, como un auto o un reloj, con tal de representarse superior a sus adversarios, a Piqué y a su nueva novia. Tampoco lo ven mal sus miles de seguidoras entre 20 y 30 años que con sus tuits volvieron tendencia su marca Shakira y su canción. Aunque nunca conseguirán como la millonaria monetizar su “despecho” o su “venganza”, frente a un macho infiel.
En esta arena competitiva, de marcas contra marcas, la empresa deviene en modelo de subjetivación. “Empoderarse” es como el goce de gobernarse a sí mismo como capital, como sujetos del mercado (homo economicus). De modo que desahogarse, se mide en los mismos términos estadísticos con los que se mide un hit.
Sus admiradoras valoran su venganza según la lógica de la eficiencia empresarial. Sienten suyo, el goce de la artista, y más goce en la medida que se manifiesta el rendimiento de su despecho
musical, en que se cotiza su valor en el mercado. Como si la sanaran los record comerciales de esta colaboración con Bizarrap. El hecho de que alcanzara en tan solo veinte minutos dos millones de visualizaciones en YouTube, que en doce horas sumara más de 17 millones de reproducciones y en cuatro horas más se duplicaran. Como si fueran bálsamos esos millones de likes y esos cientos de miles de comentarios en la plataforma de videos.
Sienten que ganan y se empoderan porque Shakira debutó en el número 1 en Spotify Global con 14,39 millones de reproducciones. Porque ganó titulares como el mayor estreno de una canción latina en la historia de la plataforma, superando a "Moscow Mule" de un exponente macho, Bad Bunny. Y festejan con Shakira en su cuenta de Twitter, por los 100 Millones en Youtube: “Me dicen que es la canción en español más rápida en lograr eso? Necesito que alguien me pellizque a ver si es cierto.”
Un resultado que no es casual, ni se explica por la calidad del tema. Una pista pegajosa, llena de signos conocidos, timbres electrónicos y la voz procesada al estilo de Shakira que nos conectan con otras melcochas, suyas y de otros (por ahí rueda una acusación de plagio de la, cantante venezolana Briella).
Nada de las metáforas o sutilezas que caracterizaban a los primeros temas de la de Barranquilla. Aun cuando terminó con el argentino Antonio De la Rúa escribió “Lo que más”, incluido en su disco “Sale el sol” (2010). Aquella tenía una estrofa como esta: “Cuántas veces nos salvó el pudor/ Y mis ganas de siempre buscarte/ Pedacito de amor delirante/ Colgado de tu cuello un sábado de lluvia a la cinco de la tarde”.
En otra expresión de desahogo, “Objection (Tango)” manifiesta cierta dosis de sororidad con la mujer que la sustituye. En aquel apuntó: It's not her fault that she's so irresistible / but all the damage she's caused isn't fixable (“No es su culpa que ella sea irresistible / pero todo el daño que causó es irreparable”) y esta otra línea: Next to her cheap silicon I look minimal / That's why in front of your eyes I'm invisible / But you gotta know small things also count (“Al lado de su silicona barata me veo mínima / Por eso en frente de tus ojos soy invisible / Pero tienes que saber las cosas pequeñas también cuentan”).
Si en “Monotonía”, interpretada con Ozuna, revelaba algo de su tristeza y se escuchaban indirectas como “Yo te quiero, pero es que yo me quiero más a mí”, “te olvidaste de lo que un día fuimos”, en la session 53 va de frente contra Piqué y Clara Chía, les dispara al pecho, como en las típicas “tiraderas”. Comparable con la de Residente contra J Balvin.
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La viralidad del video tiene mucho que ver con lo contextual acumulado desde que fue anunciada la separación de estas celebridades, después de una relación de más de doce años, en el foco de atención de los medios de la farándula y los youtubers más influyentes. Fue un tema recurrente, primero rumores y la confirmación en un comunicado. Después, un silencio bombardeado con especulaciones amarillistas. Hasta que el infiel comenzó a salir con la sustituta y la cantante comenzó a lanzar algunas indirectas en sus redes sociales (las ultimas a inicios del año).
En su primera entrevista tras romper con Piqué, a la revista Elle, Shakira aseguró que se encontraba en “una de las horas más difíciles y oscuras” de su vida. Además, confesó que para ella escribir música era “como ir al psiquiatra” y su “tabla de náufrago”.
Un storytelling que fue abonado el terreno de este aluvión de sinergias. Entre esta mercamusica -y las marcas involucradas- con las totalidades que ordenan y jerarquizan, como ideología estructurada, a la “sociedad del espectáculo” en que se ha desarrollado el novelón; energizado -y energizando- el “mantra” que pone funcionar a la sociedad toda, dentro de la ya mencionada dinámica empresarial y competitiva.
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También hubo una operación de marketing para engordar las expectativas de lo que fue un secreto a voces. Dos días antes de su estreno hubo una promoción aérea simultánea en Mar del Plata y en Miami. Sendas avionetas sobrevolaron ambas costas con un cartel y una frase a modo de adelanto. El coro que se había “filtrado” y reprodujeron varios medios antes: “Una loba como yo no está para novatos, una loba como yo no está pa tipos como tú”.
De inmediato, tras su publicación simultánea en todas las plataformas, la canción fue ampliamente comentada en otras redes, desde Twitter hasta Instagram, pasando por Tik Tok; proliferando cientos de memes, tanto para ella como para su ex. Ningún medio dejo de publicar una nota sobre el “despecho” facturador y los debates que abrió sobre el empoderamiento de la mujer, el feminismo y la sororidad.
Una maquinaria engrasada y millones de colonizad@s para estirar el chicle de la diversión. Para girar el foco de los problemas reales que agobian a la mayoría del planeta, para desaparecerlos así como por ensalmo.
Circo y más circo, para hacer más ricos a los ricos; a Skakira, a Bizarrap y a Piqué, a los de Casio, Ferrari y Rolex, entre otras marcas que se montaron en el 53
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