Más allá de lo anecdótico, de los tuits, memes y los titulares, lo que el torso desnudo de Amaral descarna es la pregnancia y persistencia de los regímenes de representación sexistas de lo corporal-femenino, y de las tetas en particular. La mitad de la Humanidad no es dueña de su cuerpo, ni puede decidir mostrar, ni insinuar, sus pezones en público, sin provocar molestias o el recreo onanista de la otra mitad. Sus pechos no son suyos, sujetos crecen entre la censura y el consumo ajeno, y envejecen bajo la sombra de los sostenedores y la pixelación de Meta.
Lo dijo con acierto Beatriz Gimeno, “los pezones son como un compendio de la desigual construcción corporal y social de mujeres y hombres. No podemos enseñarlos porque están sexualizados y las mujeres no tenemos sexualidad, o no debemos tenerla, o no debe notarse; porque nuestro cuerpo es un objeto que no es para sí mismo”.
Bajo la lógica del capitalismo tardío, los cuerpos femeninos que molestan son aquellos que, deseantes, deciden, dónde, cómo y por qué mostrarse, contra las lógicas de control disciplinario de las instituciones heteropatriarcales y coloniales, en sus diversas formas, tonos y texturas, con sus diversos grados de imposición o naturalización.
Las tetas que más mortifican son las que se contraponen a la lógicas mercantilistas y del cuerpo como capital. Las que no se venden y no responden a los estrictos cánones de belleza dictados por el poder patriarcal o las que, libres, se muestran como protestas simbólicas, a veces desafiantes, a veces alimenticias. Lo que asusta es su exhibición no sexualizada, separada del pensamiento pornográfico, como acto reivindicativo o vital, para poner a tambalear o superar antinomias despolitizantes como tetas sí/tetas no, tetas con/sin ajustadores, teta toda/solo el pezón…
Porque lo que les interesa a estas élites es mantenernos “en las ramas” de la polémica o el debate efímero y no en el tronco de la cultura, que nos comportemos como consumidores de sus chatarras enajenantes, no como ciudadanos críticos y virtuosos.
Como lo canta la catalana Rigoberta Bandini, en su tema “Ay mamá”: "No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas; sin ellas no habría humanidad ni habría belleza, y lo sabes bien".
Sin embargo, aún resulta noticiable que una mujer enseñe su pecho, intencionalmente o por descuido. Han pasado 40 años desde que Lola Flores pactara un posado robado en topless para Interviú y casi 20 del el “pezongate” de Janet Jackson en la Superbowl de 2004. Lo del pezón de la Jackson llegó hasta los tribunales y la revista Interviú guardó un lucrativo equilibrio entre morbo y normalización de los senos femeninos. Pero el cuartico sigue casi igualito.
No debió ser tan escandaloso ni objeto de censura el cartel del disco Puta de Zahara, otra a las les rindió homenaje Eva Amaral. Por su título y por aparecer una imagen de la cantante vestida de virgen, algunos concejales del partido político de Vox lo consideraron irrespetuoso. “Estamos ante una nueva provocación intolerable por parte del Ayuntamiento de Toledo que ha permitido que se ataque la libertad religiosa de la mayoría de los toledanos”. Por esta razón, exigieron al Ayuntamiento que se quitara el cartel promocional, e incluso pidieron la cancelación del concierto.
"Ojalá esas personas que se indignaron tan profundamente porque pensaban que estaba llamando puta a la virgen entendieran que esta foto es una denuncia. Una denuncia por cómo se nos exige ser perfectas, por la presión que sentimos para ser madres, por cómo se espera de nosotras que seamos unas santas y por todas y cada una de las veces que nos han llamado puta", alegó.
En medio del debate, Amaral salió en defensa de Zahara compartiendo en su cuenta de Instagram la polémica, acompañado de un mensaje: “Todo nuestro amor y apoyo para Zahara: compañera, amiga, astronauta jefa y artista como la copa de un pino. Al final la libertad y la belleza prevalecerán”.
Por aquellos días, ocurrió un debate similar con el cartel de una película de Almodóvar, en el que salía un pezón del que goteaba leche materna y que Instagram consideró ofensivo.
El problema no es de las mujeres o de sus pezones, sino de la mirada de objetualización desde la que las vemos y significamos. Aunque una parte de las mujeres asuman posturas feministas como la de Amaral, Rocío, Rigoberta, Zahara y Bebe ; y otras- famosas y no-, refuercen la sexualización de sus cuerpos, rebozando las redes con post eróticos y videos pornográficos.
Resulta entonces significativo que el acto de Amaral tenga lugar en una ciudad y comunidad autónoma con pactos PP-Vox. Que lo dedique a otras artistas que han alzado su voz y que lo haga antes de canta su “Revolución” en el que hace memoria de quienes se cansaron de callar y hablaron con todo en contra. Como lo hace en su “viejo” y tan actual tema “Salir corriendo”, contra la violencia de género: "¿Cuántas veces te ha hecho callar? / ¿Cuánto tiempo crees que aguantarás? / ¿Cuántas lágrimas vas a guardar en tu vaso de cristal? / Si tienes miedo, si estás sufriendo / Tienes que gritar y salir, salir corriendo".
Aunque vale reconocer que perfomances como los de Eva en el Festival Sonorama solo consiguen señalar el problema, no trasformar el estado de cosas, los patrones y las racionalidades que ordenan el sentido común dominante, los que producen y reproducen, los medios y las dominantes industrias del entretenimiento.
Aún es la hora de gritar y de salir corriendo a revolucionar el mundo, por la emancipación y dignidad plena de toda la Humanidad.
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