El desespero de Bieber y su equipo” por llamar la atención y posicionar a “Yummy” los hizo, no solo recurrir a las artimañas antes descritas, sino a recargar la campaña de marketing y el videoclip oficial con signos y significados, que activaban y relacionaban instintos como la gula y la apetencia sexual, con imágenes de hermosos bebés. Produjeron así, una mezcla volátil de imágenes y palabras con las que se volvió a prender unos de los relatos conspiracioncitas más extravagantes de aquellos años: el PizzaGate. Narcótica narrativa a la que recurría la llamada “escoria blanca”, los desesperados y descolgados de la clase media blanca estadounidense que Donald Trump prometía salvar.
Este embuste complotista, había hecho su primera combustión en marzo del 2016, el año de la postverdad, en medio de la campaña electoral por la presidencia de los EE UU. , en la que se enfrentaban Hillary Clinton y el magnate republicano. A partir de unos de los treinta mil correos hackeados y divulgados por Wikileaks, el de John Podesta, encargado de la campaña de Hillary Clinton, a su hermano Tomy en el que este hacía alusión, varias veces, a su gusto por las pizzas (cheese).
De acuerdo al The New York Times, uno de los participantes en un foro de Reddit dedicado a Donald Trump y a “mensajes de extrema derecha” (4chan) consideró que estas referencias a pizza y cheese era para disimular las claves porn (porno) y child (niño). Los conspiracioncitas anti-demócratas, creyeron descubrir en el mensaje los códigos secretos de una red de pedófilos satanistas, de tráfico de personas y de abuso sexual infantil, liderada por la exSecretaria de Estado y cuyo cuartel general se ocultaba en Comet Ping Pong, la pizzería de James Alefantis en Wasshington. En un trasfondo de pánico social, el PizzaGate devino uno de los pilares de la teoría de la conspiración de QAnon, muchos de cuyos defensores participaron el Asalto al Capitolio, en enero del 2021. Como lo describe Ignacio Ramonet en su libro La Era del conspiracionismo, publicado en Cuba por Ciencias Sociales.
Casi los mismos ingredientes que aparecieron luego en la promoción de la canción de marras y que la Rolling Stone describió como “una mirada pegajosa a la vida matrimonial”. Como parte de este bombardeo de signos, el intérprete de “Love Yourself” comenzó a postear imágenes de bebés con la palabra yummy, un término que se podría traducir como “delicioso” o “rico”, en el lenguaje informal. Junto a otras en las que aparecían helados y pizzas, también con el título-hastags. La táctica de marketing llamó la atención de los complotistas que unos días después publicaron un hilo que declaraba: “La nueva canción de Justin Bieber, Yummy, trata sobre el cunnilingus, y está publicando fotos de bebés en su Instagram con el hastag “#Yummy”.
Entre los beliebers, y entre otros no tan fans, aumentaron los que sospechaban que detrás de ese sonido que recuerda a otras canciones de Drake o Post Malone, y de esa letra sensual acreditada a Justin Bieber, Ashley Boyd, Daniel Hackett, Kaan Gunesberk, Jason "Poo Bear" Boyd y Sasha Sitora; se escondía una historia más perturbadora.
Con la salida del video oficial, comenzó a hacerse viral el supuesto de que Bieber estaba tratando de contar una historia personal de abusos en la industria musical. Los defensores de esta narrativa relacionaron la denuncia que, según repitieron, hiciera casi al finalizar de 2019, desde una iglesia de California, con una parte de la canción que dice: “He perdido el control de mí mismo”. Lo que podría indicar que en algún momento de su carrera ha sido forzado a ser o hacer algo en contra de su voluntad.
La teoría que vinculaba a la superestrella canadiense con la supuesta “camarilla pedófila” ganó fuerza cuando el YouTuber venezolano, Dross Rotzank, publicó un video sobre “Yummy” y sus supuestas referencias al PizzaGate. El video de Rotzank obtuvo 3 millones de visitas en dos días y llevó a "#PizzaGate" a convertirse en tendencia en Twitter en español.
Según los promotores de esta teoría fantasiosa, el artista lo había confesado de manera críptica en el videoclip dirigido por el iraní Bardia Zeinali. Vieron entre los adultos adinerados que aparecen en el lujoso restaurante personajes parecidos a Hillary Clinton y a Jhon Pedesta que devoran de manera grotesca y repugnante los dulces, pasteles, helados, langostas….Como vieron alusiones al acto de violación en los instrumentos musicales que se frotan con el arco, al abuso en la manera aleatoria en que se sientan en la mesa de Bieber y toman raciones de su torta, o en el hecho de que tras sonreír forzadamente y de armar un show para los asistentes, el protagonista se queda solo, con el lugar sucio y desastroso. El último fotograma, en el que Justin mira su plato con una cuña de torta que se difumina en un plato vacío serigrafiado con la cara de un Justin niño, parecía confirmar que se trataba de su triste historia.
Después, comenzaron a circular fotografías y algunas grabaciones inside que mostraban al intérprete de “Yummy” derrumbado en el set de grabación o con ataques de ansiedad. En el making of, uno de los asistentes personales de Justin narraba ante las cámaras lo mal que lo había pasado el artista durante el rodaje del videoclip. Para algunos, ese malestar físico se debía a la enfermedad de Lyme; para otros, un argumento más para creer en la teoría de los abusos sufridos por Justin, y que estaba reviviendo a través de este vídeo.
La ola conspiratoria se esparció por las redes dominantes y en plataformas complotitas como Antiwars, Breitbar News o The Vigilant Citizen.
Los partidarios de esta teoría también creyeron que Bieber había dado una señal codificada en un video posterior de Instagram Live. En este, los fans le pidieron al cantante que confirmase la historia del abuso con un gesto y este asintió al tocarse su gorro negro. Sin embargo, no hay ninguna indicación de que Bieber viera el chat con las preguntas. Si se ve el video original se comprobará que durante la conversación con el pastor protestante, el famoso no cesa de tocarse el gorro. Mientras en una columna a la derecha desfilan centenares de interrogantes que la estrella del pop no consigue mirar.
No era la primera vez que el celebérrimo canadiense se vinculaba con teorías complotistas como estas. Se había dicho que formaba parte del programa MK Ultra de la CIA para manipular las conciencias y desarrollar técnicas de tortura contra los prisioneros y enemigos políticos. También lo han mencionado en una larga lista de figuras Illuminati
Tampoco fue el único “famoso” que relacionaron con el PizzaGate. Los de la red de Hackers Anonymous, mencionaron en sus “revelaciones” a conocidos políticos y artistas. Según ellos, Justin Bieber no solo era víctima del famoso Pizzagate, además, corría el peligro de ser asesinado. Como pasó antes con el DJ Avicii y el actor Paul Walker, por tener información sobre políticos como Jeffrey Epstein, detrás de esta supuesta red de pedofilia.
Solo en el programa televisivo Ellen DeGeneres, Justin Bieber negó la veracidad de esta teoría complotistas. Cuando Ellen le preguntó: ¿En qué pensabas cuando escribías “Yummy”?, el cantante respondió que en su vida sexual. (Minuto 2:37). Una respuesta entre risas, para mayor confusión.
Los encargados del marketing de la marca Justin Bieber, “trabajadores orgánicos” del Semiocapitalismo, conocen muy bien que las redes no están hechas para informar sino para emocionar. Cual afirma uno de los entrevistados en el documental The Social Dilemma: “La verdad es aburrida”. La gente de hoy prefiere compartir lo que es emocionante, lo que es novedoso, lo que es inesperado, lo que es impactante. La “falsedad se difunde significativamente y más ampliamente que la verdad, en todas las categorías de información”- concluyeron investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Sin que haya sido su propósito, dieron pie a que las consultas sobre el PizzaGate se volvieran a disparar en Google, que esta locura conspiratoria recobrara vigor. Los adoradores del famoso que se conectaron con el PizzaGate también se multiplicaron. Para los cálculos de estos manipuladores, todas las reacciones sumaban beneficios. Tanto los que creyeron que era una tonta canción de amor lanzada con una “ingeniosa” campaña de marketing, como los que identificaron a “Yummy” como una denuncia contra una camarilla pedófila, ya en el partido demócrata o en Hollywood, de un Bieber "desesperado" por contarle al mundo lo que le pasó. Al final, los que hablaban del PizzaGate, también hablaban de Justin Bieber, y eso daba ganancias.
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