Partió hace unas horas hacia el Olimpo de los grandes músicos, de los cultivadores de nuestra cubanía, todo el tiempo en el fuego, todo el tiempo cuajando . Allá fue José Luis Cortés, con Arsenio y El Benny, con Celia, Pacho Alonso y tantos más. A compartir recuerdos con El Greco. A conspirar con Juanito Formell y Adalberto Álvarez, los modos y los medios de defender la música popular bailable, la expresión más extensa de nuestra identidad.
Este gran flautista, arreglista, compositor se constituye en una especie de puente. Se proyecta, en su trayectoria y en su legado, una “solución” originalísima, a saber si la más revolucionaria, de las dicotomías de su tiempo, y de las que marcan el devenir de la música cubana en los últimos 50 años. Ese contrapunteo entre tradición- innovación, continuidad -ruptura, transculturación-resistencia. Un desarrollo signado -ya desde antes- por “saltos”, “injertos y trasplantes”, “avances y retrocesos”. “Por un constante rejuego de confrontaciones entre lo propio y lo ajeno, lo autóctono y lo importado”- como anotaron estudiosos como Alejo Carpentier y Leonardo Acosta.
“Tanga” fue bastante, pero no suficiente. La “Manteca” se podía y se debía calentar, para que evolucionara la música. Eso hicieron Chucho desde la Orquesta Cubana de Música Moderna y con su maquinaria Irakere, Formell desde la Orquesta Revé y con su propio “Tren”; más otro poco los del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Impulso renovador que José Luis asume y extiende, con su natural arrojo. Había nacido en el humilde barrio El Condado, el 5 de octubre de 1951, para empujar bien duro, por él y por su familia. Estudió flauta en la Escuela Nacional de Arte y en el último año de la carrera, interrumpió sus estudios para “salir a luchar”. Al regresar a su Villa Clara natal es contratado por la Orquesta Aliamén. Después de pasar el servicio, con tan solo 18 años se incorpora con a los Van Van. Luego, fue reclamado por Chucho Valdés para su constelación, Irakere, el “más prestigiado grupo de jazz afrocubano de todos los tiempos”. Allí se crece, tiene que lucirse tocando varios instrumentos de viento y compone obras que se hacen populares, como “Rucu Rucu a Santa Clara”.
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Sobre esta trayectoria compartió años después: “Con Aliamén aprendí los secretos de la tradición. Van Van me dio la posibilidad de saber trabajar la música popular en la vertiente bailable. Irakere me enseñó a distinguir los mecanismos de la música popular y la de concierto. Siempre me interesé por la armonización: Formell y Chucho me dieron la oportunidad de orquestar algunos temas”.
En 1988, este arco exploratorio y renovador se tensa hasta su mayor proyección. El 4 de abril de aquel año fundó su propio proyecto: NG (Nueva Generación) La Banda. Antes, en unos experimentos con un All-Star y grabados en cuatro LP, Cortés se había percatado de “la posibilidad de hacer música bailable con un formato entre charanga y combo de jazz”. “En A través del ciclo -explicó posteriormente- invité a 4 violinistas, al vocalista de Van Van, Pedrito Calvo, y a quien ha sido la voz que identifica a NG, Tony Calá, ex integrante de la Ritmo Oriental. Exploré las posibilidades del danzón, chachachá y mambo con armonizaciones contemporáneas”.
NG La Banda fue en sí misma confluencia de cruces. Al piano, un nieto de Peruchín: Rodolfo Argudín Justiz y con una de las trompetas el nieto del gran Félix Chapotín: Elpidio Chapotín Delgado. En “Los metales del terror” brillaban exirakeres, Juan Mungía y José Miguel Crego (El Greco), en las trompetas, y en el saxo Carlos Averhoff más el orquestador estrella Germán Velazco quien había pasado por la Orquesta Revé. El cantante Tony Calá era compositor y violinista de la Ritmo Oriental, Issac Delgado y el legendario conguero “Wickly” Nogueras debutaron en Pachito Alonso.
“La que manda” lideró el boom de la música bailable en los 90 del siglo pasado y el “El Tosco”, como también se le conoció, fue el genio creador de esa nueva música, conocida como Timba. Fusión de ritmos cubanos aderezados con jazz, pop y con sonoridades y proyecciones caribeñas. Un nuevo concepto, orquestación, ritmo, timbre y estilo. Con NG pasó algo sensacional, bailes masivos, proliferación de nuevas orquestas con su formato, “entre charanga y combo de jazz”, “mitad Irakere y mitad Van Van”- al decir del mismo Cortés. "Quería hacer algo con el sabor de Van Van y la agresividad musical de Irakere... para darle [a la música popular] el mismo valor artístico y estético que le damos a otras grandes formas de la música ".
Así lo reconocieron Juanito y Chucho. “Nosotros sembramos la base: Irakere y Van Van, pero José Luis fue el genio que se encargó de inventar el motor sonoro que hizo a la música bailable, internacional”- dijo el fundador de los Van Van. Por su parte, el creador de Irakere manifestó: “cuando se hable de Benny Moré, Pérez Prado, Ignacio Piñeiro, Miguel Matamoros, Arsenio Rodríguez, hay que incluir a José Luis Cortés”. El integrante del GES, Silvio Rodríguez, aseveró: “NG La Banda suena como una orquesta monolítica”.
Esta orquesta “Todos Estrellas" rompió prejuicios y barreras, dentro del patio y más allá. Con su repertorio cubanísimo y rupturistas, conquistó los mejores escenarios de EE.UU., de Europa, y hasta en Japón; acaparando la atención de grandes músicos y críticos. Peter Watrous, del The New York Times, consideró a NG como “una de las bandas más florecientes de la música popular cubana”. Ben Tavera King del Express-News la catalogó como “probablemente la mejor banda de salsa del hemisferio occidental”. Y Richard Gehr, del World Best, sentenció: “la mejor música popular brilla con una sofisticación mágica: NG La Banda”.
Un aporte a la historia musical de nuestro archipiélago, que fue resultado del propio talento de su director y de su capacidad de hacer resonar la impronta y la experticia de tan excelentes músicos. “Tuve la oportunidad de trabajar con. Feliciano Arango, que hacía cosas muy innovadoras en el bajo; el percusionista Giraldo Piloto, hoy director de Klimax, un baterista muy imaginativo y dinámico que sabe fusionar los tabaleos de Blakey, Roach o Cobham con el quinto del guaguancó; sin olvidar los aportes fundamentales del tecladista Miguel Angel de Armas —Pan con Salsa— (montunero heredero de Lilí Martínez) en los ajustes armónicos. Le digo a los muchachos de ahora que la orquesta tiene que sonar como antes y ahí vamos echando pa’ lante”.
Sus primeros discos fueron En la calle (1989), No se puede tapar el sol (1990) y En la calle otra vez (1991). Entre los temas más memorable, se destaca "La expresiva", con la voz principal de Issac Delgado; el característico toque de bajo de Feliciano Arango , que deja de tocar el tumbao por momentos y cambia a ”deslizamientos” y "golpes" que se asemejan más a golpes de batería que a notas de bajo y alternando con el piano y las líneas de trompeta a base de clave y con sabor a be-bop, de las que Irakere fue pionera ,más desviaciones basadas en guajeo típicas del son montuno, mambo y salsa.
¿Quién si los bailó no recuerda “Santa palabra”, “Lelolei”, “La apretadora”, “La bruja”, “Échale limón” o “La cachimba”?
Por décadas, la orquesta siguió pegando temas, haciendo aportes y complaciendo al público bailador, aunque en los últimos años se fue apagando mediáticamente. Bajo la batuta del Maestro Cortés se constituyó, además, en una escuela para músicos e intérpretes que desde otras agrupaciones aún cultivan el “último género de la música cubana”.
La Timba, fue la expresión del desarrollo de nuestra música y de las inquietudes de músicos de formación académica, “clásica” y universal. Fue, por demás, la negación del mito de la “Cuba detenida en el tiempo”, y la mejor respuesta a operaciones colonizadoras como la del Buena Vista Social Club, de la que José Luis Cortés fue un ferviente crítico . “La timba no es la música cubana de tu padre o tu abuelo; no los dulces sonidos tradicionales del éxito internacional Buena Vista Social Club. Timba es el sonido de Cuba ahora, una música rítmicamente densa, implacablemente enérgica interpretada por músicos altamente capacitados para un público exigente de la pista de baile, con letras que se inspiran y se convierten en parte del lenguaje del calles"- replicó.
“El Tosco” y su orquesta, estuvieron inmersos en varias polémicas, en medio de una crisis en la socialización de los valores, consecuencias de los cambios económicos que se suscitaron y que en sus temas tuvieron reflejos. Fueron objeto de críticas por considerarse vulgares algunas de sus letras, sin imaginar que lo peor estaba por llegar. No solo en término de sus discursos, sino musicalmente, por una postura mimética de facilismos mercantilistas.
En tal sentido, opinó hace unos años sobre la situación de la timba y el fenómeno del reggaetón en Cuba: “Mira, el futuro de la música bailable cubana no puede ser el reggaetón. No tengo nada en contra de esa modalidad, al contrario aprovecho algunas de sus disposiciones y cadencias y las incorporo en mis composiciones. La timba tiene que evolucionar. Me gusta el trabajo del trompeta Alexander Abreu y su Habana de Primera: están haciendo timba incorporando la tradición y los patrones armónicos del mambo. En Cuba hemos estudiado mucho, tenemos grandes academias musicales y una tradición sonera fuerte. No podemos quedarnos en eso del reggaetón que es un género menor. Somos un pueblo en el que la gente camina y habla bailando. Un pueblo sin música no tiene alma, la música es el alma de una nación”.
En 2017, un jurado integrado por Digna Guerra, Adalberto Álvarez, César Pedroso, Beatriz Márquez, y Juan Piñera, lo reconoció con el Premio Nacional de Música; en reconocimiento a su rica trayectoria y aportes a la cultura de la Isla. Álvarez destacó la importante trayectoria artística de El Tosco, no solo como músico, sino también en otras facetas como la pedagogía, en alusión a las academias de flauta y canto creadas por Cortés, a quien catalogó como un “artista integral”. Un premio merecido por su prolífera entrega.
En reciente entrevista, al preguntársele sobre cómo le gustaría que se le recordara, respondió:
“Estoy buscando la forma de vivir lo que me queda de la mejor forma posible. Con alegría, buscar siempre la forma de dejar un legado y que la gente me recuerde como lo que soy: un hombre de barrio, un hombre popular. No voy a cambiar nunca. Todo lo que estudié se lo voy a regalar a las nuevas generaciones. Quiero ver reír a mi gente, que estén sin angustias. Quiero que me recuerden con alegría. Soy un músico que siempre ha buscado la forma de hacer cultura para ver reír, sudar y complacer al pueblo de Cuba”.
Así, recordaremos siempre al Padre de la Timba.
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