Gracias a TeleSur descubrí a esa isla musical que es Lido Pimienta. Enseguida recordé una encomienda de mi amigo español Jon Illescas: hallar músicos y videos contrahegemónicos. Cometido tan difícil como el de Cristóbal Colón, aunque el del almirante genovés fue facilitado por una cualidad del globo terráqueo y el nuestro se ve entorpecido por la globalización que aquellos descubrimientos iniciaron y por la colonización cultural que el capitalismo aún emprende, con naves más poderosas que La Niña, La Pinta, y La Santamaría: las de las industrias culturales hegemónicas.
El hallazgo fue el videoclip de Jardines, una colaboración de la original intérprete con el proyecto Chancha Vía Circuito, de ese explorador de músicas orgánicas nuestramericanas que es el músico y productor argentino Pedro Carnale. El tema fue incluido en Amansara, un álbum donde el suramericano mezcla música electrónica experimental con ritmos y sonoridades del folclore que aún resiste desde El Bravo hasta La Patagonia. Chancha se presentó en La Habana en septiembre de 2017, como parte de la programación del festival Eyeife.
“Un jardín comienza con una semilla/ y una visión alimentada con la luz del sol… Quiero ir quiero ir detrás tuyo quiero ir /comenzar la humanidad de otro planeta y universo, corazón de paz, alma de lava, saliva de pan, colombiano sin ancestros. Quiero ir quiero, ir delante tuyo quiero ir, mostrarte mi camino de esmeraldas y diamantes, corazón de paja, alma de lava, saliva de pan, colombiano sin recuerdos. Yo quisiera ser como la brisa, / ser la brisa para batir tus cabellos, / y meterme, meterme dentro de ellos, para poder ver y escuchar tu sonrisa…” —son parte de los versos creados por Lido Pimienta.
El audiovisual, publicado en septiembre del 2014, contó con la dirección y animación de Gustavo Cerquera Benjumea y Alejandro Santiago a cargo de la fotografía. Los autores consiguen con filtros y stop motion un video que armoniza con el lirismo del tema. Capas sobre capas, elementos de la flora y la fauna, terrestre y submarina, discurren como la corriente del río Magdalena. Aparece como parte del paisaje el rostro mestizo de la Pimienta, fresca y silvestre ella, como sigue siendo.
Lido Pimienta nació en al humilde Barranquilla en 1986. Su padre falleció cuando ella tenía apenas seis años. En Colombia cantó con bandas de metal y punk. Los vecinos decían que tocaba música satánica. “Ni yo sabía qué nombre ponerle a eso”, comentó en entrevista. Lido nunca ha encajado en molde alguno. Siendo mitad negra y mitad indígena se interesó por la música electrónica. Por más, fue a una escuela llamada Lyndon B. Johnson School, donde no se permite hablar español. “Sí, tenía su sede en Colombia, pero toda la moral y todo se enseñó desde el punto de vista católico, capitalista y de adoración estadounidense. Entonces, era un bicho raro. No solo no soy rubia, ojos azules; mi mamá viene a la escuela con estos atuendos extraños” —compartió. La joven también se rebeló contra estas normas.
Cuando todavía era adolescente migró junto a su familia a Canadá, pasando primero por los Estados Unidos. Vivió en London, Ontario, antes de trasladarse definitivamente a Toronto, donde reside en la actualidad. Color (2010) fue el primer proyecto musical de Pimienta, una colección de canciones escritas en su Baranquilla, como brotes de sus experiencias juveniles, la maternidad, la búsqueda de su identidad, el encuentro con su voz. “No ‘exploro’ temas. Vivo mi vida y luego canto al respecto” —ha confesado.
La placa fue producida en Canadá por Michael Ramey, el esposo de Pimienta en aquel momento. Lo publicó la discográfica estadounidense KUDETA. Lido fue parte de una oleada de artistas alternativos latinoamericanos, también se encontraban Rita Indiana, Capullo, Bomba Estéreo, María y José…, entre otros. Colaboró puntualmente con artistas como Javiera Mena, Capullo o El Remolón. Cursó estudios de crítica de arte, además de prepararse en producción musical antes de lanzar su segundo larga duración, La Papessa (2016). Ese año colaboró con el dúo de música electrónica A Tribe Called Red, en varias canciones de su CD We Are the Halluci Nation.
Con su segundo disco de estudio, que se traduce como La Suma Sacerdotisa, ganó el Polaris 2017 al mejor álbum. El Polaris Music Prize es el premio más prestigioso de la música popular canadiense, el equivalente al Mercury Music Prize británico. Sorprendió porque compitió con estrellas canadienses como Leonard Cohen, Feist, Drake y Carly Rae Jepsen, con un compacto cantado íntegramente en español y facturado con cierto afán experimentador, en el cual integra ritmos afrocolombianos con texturas electrónicas. El diario The Globe and Mail se refirió a Lido como “el futuro del rock and roll canadiense” y la nombró “la artista del año”.
Su música incorpora una gran variedad de elementos, incluyendo estilos musicales indígenas y afrocolombianos, al igual que synthpop y música electrónica. “Su voz se elevaba hasta alcanzar registros de soprano para después caer en picado y tornarse áspera” —comentó quien reseñó su presentación en el Cervantino de México. Se le ve en los escenarios vestida con borlas de colores de la cultura wayuu, de donde tiene sus raíces. “En Canadá me quieren mucho porque soy tan distinta a todo”. Comenta que recibe más llamadas para dar conciertos allí o en Australia que en Latinoamérica. “Entiendo que soy algo difícil de vender porque no me pueden empaquetar”.
“Soy negra e indígena de América del Sur, y soy una madre súper genial” —así se presenta esta artista descolonizadora y feminista. “Cuando uno es un sujeto colonizado por nacimiento y por familia hay un agujero que vive dentro de nosotros porque nuestras historias y herencias no han sido muy documentadas, y nuestras lenguas indígenas han sido negadas. Cuando hacemos nuestro trabajo y lo compartimos con otros, la sensación de hogar es tangible. Esa es nuestra celebración: ir a casa”.
“Me gusta que la música sea divertida. Quiero que todos puedan jugarlo. Quiero que todos lo recuerden. No me gusta: ahora la síncopa comenzará aquí y luego irá allí y luego haré esto complicado... No, eso no es lo que hago. Pero las canciones son muchos matices, mucha poesía. Son muy oscuras y sombrías, pero siempre es como la música colombiana. La música colombiana y la danza colombiana se trata de burlarse del amo” —ha dicho.
Confiesa que su sueño es hacer un álbum en wayuunaiki, el idioma de su gente. “Estas son nuestras cosas” —comenta mientras señala sus atuendos. “La música se verá así, sonará así. Eso es lo que quiero hacer, pero primero tengo que aprender mi camino. Tengo que experimentar”. Tampoco pierde su independencia por intereses mercantiles. Confiesa que, aunque ha intentado hacer canciones en inglés, no le salen.
Anunció que en este 2020 sacará su nuevo fonograma bajo el título Miss Colombia. “Es experimental”, así califica su forma. En cuanto al contenido, lo describe como “una carta de amor cínico” hacia Colombia. “Amor y frustración por la corrupción, la violencia. El alma es: te amo, pero no te puedo amar más” —añadió.
Zarpó en 2016, se fue al estudio de Andrés Nusser. Es un viaje de regreso a su país. “Comencé a reconectarme con los grupos tradicionales que crecí escuchando. Comencé a reconectarme con el canto que me formó como cantante” —declaró.
“‘No pude’ es el primer sencillo de este nuevo proyecto discográfico. Una apasionada canción, arropada con un beat electrónico que remite a Homogenic. La letra habla sobre los constantes sentimientos de horror y ansiedad que me da mi país. Llevo a Colombia en mi corazón y en mi alma, pero ese amor se convierte en rabia y vergüenza a la velocidad en que se enciende una cerilla” —expresó la cantautora. El video fue dirigido por Fitto Segura y la dirección artística y el diseño corrió de la mano y el talento de Orly Anan. Es una expresiva puesta en escena que tiene a Lido como protagonista.
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