//

viernes, 22 de noviembre de 2024

El de Madonna y el que emancipa: el Che en disputa (I)

Un Che de neón y otro movilizador que marcha junto a los  símbolos de la causa Palestina…

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 16/05/2024
0 comentarios
Madonna
El Che apareció en pantalla unos segundos, en el fondo del show de Madonna en Brasil

“Hay dos clases de triunfo: el uno aparente, brillante y temporal: el otro, esencial, invisible y perdurable. La virtud, vencida siempre en apariencia, triunfa permanentemente de este segundo modo”. José Martí

Que la icónica foto del Che Guevara aparezca en una pantalla, unos segundos, en el fondo. de un show de Madonna, no debería causar tanto entusiasmo entre los revolucionarios latinoamericanos. Más, si acontece cuando la intérprete de "La Isla Bonita", se despelotaba con su  “clásico” corpiño de pechos cónicos de Gaultier y a segundos de que la drag queen local Pabllo Vittar simulara  practicarle el sexo oral.

Su  “admiración” poco favor que nos hace. Y el gesto, más  que un “homenaje”, debería interpretarse como una operatoria de marketing, un acto de  interesada re-significación. O un  componente más de la puesta en escena de Mandanme X, ese collage de heroína  sexy y cool, que se ha inventado la sexagenaria “reina de la provocación”. Vale más bien, como otra muestra de la disputa de sentidos que protagoniza el Guerrillero Heroico.

Uno es el Che de Madonna  y  otro el de los revolucionarios; aunque ambos circulen por canales y en sujetos distintos por donde el Che criminalizado, terrorista y asesino. Un signo de neón, con más brillo que significados, reducido a logo,  mercantilizado e instrumentalizado  para hacer sinergia con las marcas registradas  del Capitalismo, ese  es el de la falsa rubia. Su contraparte, un símbolo cargado de significaciones emancipadoras, que activado en los “vilipendiados” moviliza por más justicia, hacia la Revolución verdadera. Este último es el que marcha junto a los  símbolos de la causa Palestina.

Madonna Madonna Madonna Madonna

Aunque algunos podrían replicar que la famosa estadounidense también se ha “mojado” sobre el conflicto palestino-israelí. Que en el mismo inicio de  su gira  Celebration World Tour,  en octubre pasado,  en un abarrotado  estadio O2 Arena de Londres, expresó: “Todos estamos sufriendo al ver lo que está pasando en Israel y Palestina. Me rompe el corazón ver a niños sufriendo, a adolescentes sufriendo, a adultos sufriendo. Es descorazonador. Estoy segura de que estáis de acuerdo. Pero aunque nuestros corazones estén rotos, nuestros espíritus no pueden romperse”.

“Mucha gente dice: '¿Y yo qué puedo hacer? Soy solo una persona'. Os sentís sin esperanza, indefensos, incapaces, ¿verdad? ¿Qué podemos hacer? Hay muchísimo que podemos hacer. Lo primero de todo, podemos decir: 'Puedo marcar la diferencia porque individualmente puedo traer luz al mundo con mis acciones, palabras, todos y cada uno de los días”.

“Lo siento. Esto no va de querer aleccionaros, pero todos juntos somos gente muy poderosa. Podemos unirnos de una forma oscura y malvada, o podemos unirnos para crear un espacio de luz y amor. Y si todos tenemos esta conciencia colectiva, podremos cambiar el mundo y traer paz no solo a Oriente Medio, sino a todo el mundo”, culminó.

Pero, nótese que  su discurso  está más cerca que el de Biden que de los reclamos que enarbolan los estudiantes universitarios en su país. No condena el genocidio en Gaza.

Recordemos que en 2019 Roger Waters la reclamó por  su participación en el festival Eurovisión celebrado ese año en Tel Aviv. El fundador de Pink Floyd, como otras personalidades internacionales, había protestado ante el “blanqueamiento” de la ocupación de territorios palestinos por parte de Israel que suponía la celebración del certamen. Madonna se justificó así: “Nunca dejaré de tocar mi música para complacer la agenda política de otro, así como nunca pararé de hablar contra las violaciones de los derechos humanos sin importar en qué lugar del mundo ocurran”.

Durante la presentación, dos de sus bailarines, cada uno con una bandera cosida a la espalda, subieron la escalinata que formó parte de su propuesta escénica cogidos de la mano. La televisión israelí reaccionó a la inesperada acción abriendo el plano lo máximo posible para evitar que se vieran con detalle en pantalla, cambiando rápidamente de toma. Otro mensaje de “hermanamiento”, sin ir a las causas históricas, ni reclamar el derecho de los palestinos.

Como apuntó entonces el periodista Ramzy Baroud, ni su conducta ni su justificación debieron sorprender. Recordó que antes, en su concierto de septiembre de 2009 en Tel Aviv, había cantado arropada en una bandera de Israel. Lo que Madonna simboliza es “la cultura hegemónica globalizada”, una cultura consumista que se imponen a través de  eventos musicales como Eurovisión, para que “sea consumida como una mercancía al igual que el sandwich de McDonald o un par de vaqueros Levi”.

Lo que se ha de hacer como revolucionarios, es contener  “los mensajes culturales egoístas, hegemónicos y baratos de las Madonnas del mundo” y  sumergirnos apasionadamente en el arte de cantantes palestinas como la fallecida Rim Banna.

 

“Pedirle a la sexageneria Madonna que no entretenga el apartheid israelí puede ser bueno como estrategia mediática, ya que ayuda a poner el acento, aunque sea momentáneo, en un tema que de otro modo no habría hecho titulares. Sin embargo, enfocando demasiado a Madonna y los derechos humanos que supuestamente defiende corremos el riesgo de validarla a ella y los valores consumistas que representa. Más aún, con ello estamos también dejando de lado la resistencia cultural de Palestina, motor de la tenacidad de más de un siglo de lucha”, señaló Baroud.

Otro tanto puede decirse de su performance “feminista”.

“Para mí y para otras feministas jóvenes confinadas en la academia, Madonna era un símbolo de poder y creatividad femeninos: sexy, seductora, seria y fuerte”, contó la escritora afroamericana Bell Hooks,  en Outlaw culture.

“Durante mucho tiempo, su presencia transgresora fue un faro, una luz guía, trazando el camino de las artistas feministas que iban a tomar el poder”. Pero luego, lo que inundó a  Bell Hooks fue la sensación de traición. Tras la publicación del  libro Sex, consideró que su autora, Madonna,  había perdido su estilo subversivo, limitándose a reproducir un imaginario no muy diferente del que podría encontrarse en las páginas de la revista Playboy. Su apropiación de la subcultura gay se leía ahora como una simple fascinación por lo exótico.

Hooks se lamentó con tristeza que la evolución de Madonna puso “al descubierto la forma en que envejecer como mujer en una sociedad sexista puede minar la alianza de cualquier mujer con la política radical, con el feminismo. ¿Qué puede hacer la ‘material girl’ cuando se ha convertido en una mujer madura en una economía de imágenes culturales en la que gran parte de su atractivo para las masas estaba enraizado en el romance de la juventud rebelde?”.

En 1995, en primera edición de la revista George Magazine, creada y dirigida por John F. Kennedy Jr, apareció  un texto de Madonna con el título “Si yo fuera presidente”. Allí resumió su affaire con la política: “Recuerdo vagamente que me hicieron esta pregunta en la clase de historia de quinto grado, pero ese fue el año en que descubrí a los niños. Y mis ambiciones políticas quedaron atrás de mi libido. (Algunas cosas nunca cambian)”.

Es casi la misma  Madonna Louise Ciccone, la que aparece en el video de “Medellín” y   que cerró su  Celebration World Tour en la playa  Copacabana.

 


Compartir

José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


Deja tu comentario

Condición de protección de datos