Hay a quienes les conviene que lo dejemos allí, en la superficie y lo pasajero, que saltemos de B a BB, de Bebeshito a Bad Bunny, de tendencia en tendencia. Porque lo subcutáneo es de “aburridos”, como tildaron a los que hicieron emerger ciertas problemáticas subyacentes, más trascendentes, bajo la ola efímera del sold aut del exponente de Planet Record.
No buscar más allá de un éxito medido por el cúmulo de consumidores y las ganancias conseguidas. Tal cual se mide y valora cualquier hecho mercantil en el sistema de dominación cultural que ordena y estructura todo, o casi todo.
Ni cuestionar la escala porque es la “normal”; según ciertos patrones con que se comparan y valoran todos los objetos y los actos, según determinados criterios que entran en ese marco de significación. No llegar a que es la “normalizada”, dentro de una axiología ordenada por el Capital, por el poder de una élite que nos quiere incultos y fragmentados.
- Consulte además: Bebeshito.¿Un éxito de qué y para quiénes? (II)
Bebeshito triunfó según el modelo hegemónico en la orilla del frente, aunque puso a rabiar a Otaola. Su hito discurre en el cauce más hondo, en el flujo imperante en el sistema–mundo capitalista, bajo la lógica del sujeto como empresario de sí mismo. Fue el triunfo del “yo” por encima del “nosotros” que, como subraya el sociólogo chileno Marcos Roitman, es la sustancia del neoliberalismo.
No es un éxito institucional, sino instintivo, triunfó porque supo captar la movida comercial del género urbano; no para ser la voz de los marginados, sino para escalar y acumular distingos. Es el emprendedor de éxito, por su esfuerzo individual. No siente que le deba algo a la Revolución, ni a la construcción de un proyecto colectivo y alternativo al Capitalismo.
No es graduado de una escuela de arte, no debe su fama a una Casa de Cultura, ni a una empresa estatal cubana. No es fruto del esfuerzo colectivo, sino de su propio esfuerzo personal, con el respaldo de un empresario italiano, el dueño de una marca privada y extranjera. Es uno de los tantos exponentes del género que no necesitan de una evaluación institucional, ni pertenecer al catálogo de una agencia estatal para sonar en las cuatro esquinas y facturar grandes ganancias.
Son los relatos que hace más nítido y fosforescente su éxito, y acompañaron la noticia de su masivo concierto, sobe todo en los medios que nos adversan, que actúan en contra del Socialismo. Los que amplificados favorecen una sola narrativa del éxito: la neoliberal.
Bajo este mantra, todo se mide y valora según el evangelio del tener, del acumular y ostentar, como lo dicta el “Dios Mercado”. Como “supremo” es el ordenador, el procesador de toda la información que tanto productores como consumidores necesitan. En consecuencia, al ser un agrupador de datos relevantes, lo económico, lo social, lo cultural y hasta lo político debe de girar en torno a él.
Bajo esta creencia de que el libre mercado y la competencia son los mejores mecanismos para alcanzar laprosperidad, las empresas privadas son más eficientes que las públicas y el individualismo es el modo natural de ser, los seres humanos son egoístas, calculadores y buscan siempre la máxima ventaja personal...
Es el ideolograma del neoliberalismo. Lo que fue un programa intelectual y económico ha devenido en sentido común, con el que se mira, se vive y comprende el mundo, es el que acuña costumbres sentimentales y formas de pensar.
- Consulte además:¿Un éxito de qué y para quiénes? (I)
En ese lenguaje se relacionan y entienden y las personas y en ese lenguaje se explica el éxito. Y si la educación es formación de capital humano, la conversación pública es el mercado de las ideas, el éxito es estar en la cima de la jerarquización social, acumular objetos y signos de distinción.
Con tal patrón de triunfo se conforma a los “famosos” y con este los sujetan al designio de instrumentos para la domesticación de grandes masas; para la producción y reproducción de determinados signos, emociones y sentidos, para engordar el vertiginoso flujo con que se amasa al Homo consumericus.
Una jerarquización de prioridades y expectativas condicionada además por una cultura emocional, que también ordena y dispone a los individuos en el gran juego re-productivo. Los sujetos menos sensibles y más reactivos, los menos comprometidos con su comunidad de origen, son más propensos a creerse la falacia de que el mercado capitalista abre sus puertas a todos por igual, que todos pueden ser ricos o “famosos”, si se lo proponen.
Manipulaciones que impactan en nuestras más jóvenes generaciones y puede llevarlos a creer que el éxito se alcanza solo en la otra orilla, que no depende del nivel cultural, ni de su vínculo con las instituciones o con su comunidad, lo que lacera el arraigo con los suyos y con nuestro sistema político.
Por ello, confunde a tantos que asumamos un éxito que no es tan nuestro, ni del Arte con mayúscula, ni del Socialismo. Que exaltemos a un personaje más conducido por la cultura del tener que por la del ser y que antes criticamos por misógino y vulgar.
Consulte además: El reparto y la banalización de la violencia machista (IV)
Como asombra que olvidemos que hay disputa también en los conceptos y en las narrativas. De modo que podría expresarse: “Dime de qué éxito alardeas y te diré de lo que careces”. “Dime con qué vara mides el éxito y te diré qué quieres”.
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