Desde que somos Cuba, cultura y emancipación han andado juntas. Como hemos dicho ya, nuestra nacionalidad abrió sus ventanas al mundo, contándose y cantándose por patriotas; por bardos inspirados en hermosas mambisas. Bajo el sol refulgente, Patria y mujer amada fueron lo mismo.
"Mientras te escribo estos renglones oigo un piano que tocan en una de las casas vecinas. ¡Cómo me hacen recordar a mi paloma arrulladora! Oír un piano y no oír tu voz, y no poderte pedir que cantes, y pensar que estás lejos. ¡Qué tormento, Amalia mía!", escribió el joven Ignacio Agramonte Loynaz a su novia lejana, mientras ejercía como abogado en la capital. La separación de su amada Amalia Simoni Argilagos fue el más hiriente tormento de los que resistió El Mayor en la manigua, arriesgando su vida por la libertad de la Isla.
El de ella, era perderlo, que no viera el fin de la revolución. "Ah! tú no piensas mucho en tu Amalia, ni en nuestros dos ángeles queridos, cuando tan poco cuidas una vida que me es necesaria, y que debes también tratar de conservar para las dos inocentes criaturas que aún no conocen a su padre. Yo te ruego, Ignacio idolatrado, por ellos, por tu madre y también por tu angustiada Amalia, que no te batas con esa desesperación que me hace creer que ya no te interesa la vida. ¿No me amas? Le recuerda, “tu amor es mi bien y tu existencia indispensable a la mía”, como su existencia necesaria a la Patria. “Además, por interés de Cuba debes ser más prudente, exponer menos un brazo y una inteligencia de que necesita tanto. Por Cuba, Ignacio mío, por ella también te ruego que te cuides más".
Ignacio fue el único amor de Amalia. Contaba su hija Herminia el momento de intimidad cuando le preguntó a su madre las razones de esa decisión. “Porque no se puede amar más”. Así le había escrito él: “Yo no pido más amor, porque no se puede amar más. El que tú me profesas es grande como tú, sublime y admirable como todos los sentimientos de tu corazón. Esa es mi dicha y no quiero más gloria…”
En su adorado mambí debió estar pensando aquella fría noche del 22 de enero de 1918, cuando le pidió al segundo fruto de su amor que le tocara al piano algunas de las piezas que años atrás ella misma había interpretado para su Ignacio. Al concluir, Herminia miró a su vieja y la pensó dormida, pero su alma de “paloma arrulladora” se había echado a volar, al encuentro de su amado.Pasajes de esta relación amorosa recordé cuando terminé de ver el "El Mayor", el largometraje póstumno de Rigoberto López Pego. Los reviví al ver de nuevo el videoclip que con fragmentos de esta y que con la canción homónima compuesta por el cantautor Silvio Rodríguez, se publicó hace unas semanas.
El audiovisual no fue concebido para promocionar un disco o un artista, más bien para acompañar la difusión del biográfico filme. A la vez, revitaliza la ontológica composición de Silvio Rodríguez, latente en la banda sonora de mi generación, por una vieja aventura en la televisión nuestra que recreaba pasajes del patricio camagüeyano.Se armó el videoclip en un diálogo directo con la canción, ilustrando sus versos. Por tanto, se inicia con el entrecruzamiento de las escenas más épicas de planos abiertos, a plena luz del sol o bajo la lluvia, que reflejan la violencia de la guerra; con las más íntimas, de la relación romántica entre Amalia e Ignacio, de planos más cerrados y a contraluz.Hereda de la película sus valores en cuanto a actuación de los protagónicos y de los extras, el simbolismo de ciertas escenas, la dirección de arte a cargo de Arietis Valdés que recreó dignamente la época, antes y durante la guerra independentista, y sobre todo, la encomiable fotografía concebida por Ángel Alderete. Especialmente, del realismo de los combates y la fiereza desplegada en las cargas al machete, terroríficas para los españoles.
Al respecto comentó el crítico Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba: “ El Mayor tiene una carga emotiva muy fuerte y una recreación de las cargas al machete, con una crudeza nunca antes vista en el cine cubano, a lo que contribuye la música original de José María Vitier y algunos efectos sonoros del productor musical Iván Lejardi”.
La cinta, al decir de Rolando Rodríguez, primer asistente de dirección de la obra, resultó una muestra de "lealtades infinitas". "Sí, de lealtades infinitas, porque es lealtad a la patria, a la figura de Agramonte, a Camagüey, a este pueblo, al amor, a la historia de la patria, a las luchas por la independencia de Cuba y por la confirmación de su soberanía; uno de los principios más sagrados de todo nuestro pueblo durante su historia de emancipación. De lealtad esencialmente a los símbolos sagrados de Cuba; de Rigoberto por este proyecto que acarició desde lo más profundo y de los actores por sus personajes".
“Apremia la consolidación de la identidad nacional y destacar, principalmente para la juventud, los paradigmas de la historia y héroes cubanos, pero siempre con la intención de reflejar, más allá de los personajes, a los seres humanos que fueron; se trata de una cinta muy necesaria para la sociedad cubana”, comentó su director a la prensa camagüeyana, en enero de 2018.“El Mayor” (2020), contribuirá, sin dudas, a ello. Junto a otros filmes de corte histórico realizados en la última década , como “José Martí, el ojo del canario” (2010), de Fernando Pérez; “Cuba libre” (2015), de Jorge Luis Sánchez, e “Inocencia” (2018), de Alejandro Gil. ¡Ojalá se sumen otros más!
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