— Jon, estábamos en plena arenga por una pedagogía revolucionaria. Pero hay que convencer de que “sí se puede”. En tal sentido te pregunto si en tus estudios sobre esta “dictadura”, hallaste algunas fisuras o grietas sobre las que pudiésemos incidir, profundizar, “arañar”, para adelantar el desplome de este imperio multimediático, y antes de que acaben con el humanismo y con la humanidad misma.
— No existe ninguna grieta en ellas. Las grietas hay que crearlas en otras partes con otras herramientas (y en el libro esbozo la posibilidad de la construcción de una industria cultural contrahegemónica). Pensar que existen grietas en las industrias culturales hegemónicas (es decir, las más poderosas de la burguesía internacional) sería tan quimérico como afirmar que se puede realizar la revolución socialista realizando entrismo en el Partido Republicano de Donald Trump.
—Te confieso que ese: “No existe ninguna grieta” me resulta demasiado absoluto. ¿No crees que es más dialéctico encontrar esas fisuras, si no en ellas mismas en su competencia, o en la batalla por el mercado tal vez, en los espacios a los que no llegan…; más objetivo o alcanzable que construir una “industria” contrahegemónica?
—Te responderé de otro modo refiriéndome a otra industria cultural con semejantes problemas: la musical. ¿Crees posible que en la actualidad las multinacionales del libro creen una producción mayoritariamente socialista, comunista, marxista o anticapitalista? En cambio, si por grietas entiendes que estas multinacionales tengan una ínfima parte de su producción que sea socialista, comunista, marxista o anticapitalista, aceptaré que las grietas están en todas partes. El problema es que son grietas que solo resquebrajan la escayola del edificio en ciertas habitaciones, no afectan su estructura y están controladas por muy pocas manos, debido a la estructura oligopólica de la industria que controla el flujo de consumo que rocía a las mayorías. No en vano solo tres empresas multinacionales controlan más del 92 % de los 500 videoclips más consumidos. La batalla por el mercado tiene sus límites y el signo ideológico de la mayoría de su producción no es un factor que afecte la cuenta de resultados. En el libro lo ilustro con numerosos ejemplos de productos que eran potencialmente rentables y fueron censurados o infrarrepresentados desde la cúpula por su signo ideológico contestatario. Una de mis tesis principales es que la industria cultural no es una industria capitalista más que se rija primordialmente por la cuenta de resultados sino que también tiene su peso en factores ideológicos.
—¿Cuáles serían los artistas paradigmáticos, rebeldes, que rompen con estas reglas que describes y muestran en su haber obras de indiscutible calidad?
—Pues son algunos artistas que todavía colocan la música por encima del dinero. Pero son pocos y dentro del pop actual no hay absolutamente nadie, al menos, en la liga de los grandes (es decir, en el Top 30 de Twitter, por ponerte un ejemplo). De hecho, cuando un artista tan popular como Michael Jackson comenzó a implicarse políticamente y a realizar videoclips con contenido humanista precipitó el final de su carrera. Por supuesto, hay artistas dentro de grandes sellos que tienen un mensaje de izquierda, pero es porque previamente han obtenido la luz verde del presidente de la misma compañía, porque entiende que su público no será mayoritario si no un nicho de mercado de donde podrán obtener réditos económicos. Pero esta oligarquía burguesa jamás permitirá que los artistas que trabajan para ellos y tienen mensajes de izquierda lleguen a las mayorías. Sería algo así como clamar por la revolución contra sus propios intereses.
—Pero en tu muro de facebook encontré un elogio al artista estadounidense Prince, ¿no será este un ejemplo?
—Prince fue un genio de la música popular y un espíritu libre, que una vez alcanzada la riqueza entendió que esta nunca estaría por encima de su integridad como artista, lo cual precipitó la censura que enfrentó cuando se rebeló contra la explotación que sufrían/sufren los músicos de mano de las multinacionales, y abandonó Warner incumpliendo su contrato, inventándose la estratagema del símbolo. Prince fue un genio que no podría existir en la actualidad con la estructura vigente de la industria musical. Del mismo modo que no podrían existir los Pink Floyd. Y cuando digo que no podrían existir no quiero decir que no haya músicos de su talento en la actualidad, sino que por diversos motivos no serían tan promocionados como lo fueron Prince en los 80 y principios de los 90 y Pink Floyd en los 70. Si existieran hoy serían conocidos por nichos de mercado, pero nunca competirían con Justin Bieber o Katy Perry porque los gerentes de las compañías simplemente barrerían esta opción.
“Sin embargo, Prince (a diferencia de algunos componentes de Pink Floyd) no fue nunca socialista ni anticapitalista, y la mayoría de las veces que mostró un mensaje contrahegemónico (como cuando se posicionó contra la Guerra de Irak) fue censurado. O los temas que incluía en sus álbumes con un contenido social más explícito y siempre humanista fueron ignorados en las estrategias promocionales de su gran discográfica que siempre prefirió apostar por los temas de contenido más sexual y, por ende, inocuo para el sistema. Como perfectamente ejemplificó la antítesis coetánea de Prince, es decir, Madonna. Alguien que siempre gozó del favor de la gran industria por su versatilidad como títere del pop”.
—¿Te parece que Residente (René), exCalle 13, es un artista con un “signo ideológico contestatario” y que coloca su música por encima del dinero?
—Creo que sí, en el sentido de que su compromiso político como artista es claramente activista. Ejemplo de ello es su excelente videoclip “Guerra”. Sin embargo, hay que destacar que Residente es conocido gracias a que estuvo en el plantel de Sony Music, la segunda discográfica multinacional más importante, con su grupo Calle 13. Fue en ese momento cuando entró momentáneamente en el mainstream. Sus numerosos fans vienen de esta época y su fama es deudora del momento en que la oligarquía mediática le dio la luz verde a la agrupación para convertirla en celebridad. Lo lamentable es que todos aquellos artistas que no entren en las grandes discográficas, o que estas no quieran promocionar por cualquier tipo de motivo ideológico o estético, no llegarán a un público tan amplio. Por eso es necesario crear nuestra propia industria cultural contrahegemónica y financiarla lo suficientemente como para enfrentar a esos monstruos regidos por el capital privado.
—¿Crees casual o parte de una intencionalidad de los poderes culturales el “relato” planteado en los Granmy Latinos 2017? Algo así como: Residente, detractor de la música chatarra, fue el más nominado, pero Fonsi y Daddy Yanqui con su “Despacito” ganaron a fin de cuentas la mayoría de los premios.
—Es estructural y un aviso para navegantes. Por otra parte, no hay que olvidar lo que ya dijo el gran Paco de Lucía poco antes de morir: que no daba mucho valor a los Grammy Latinos porque era “un negocio que [había] montado Emilio Estefan”. Más claro imposible. En este negocio no se puede estar “entre dos aguas”.
“O sirves a la diosa de la música o al dinero, no se puede tener dos señores. ¿Por qué crees que Residente haya tenido que renunciar a su “independencia” y volver a contratarse con una trasnacional como Sony? ¿Opinas que pueda, como dice el propio artista, mantener la soberanía de su discurso dentro de este sello? ¿Qué gana Sony promoviendo proyectos como ADN y videos como los que concibe Residente?
”Sony gana mucho dinero por parte de una cuota de mercado ‘izquierdista’ al que se dirige Residente. Es un mercado que existe previamente, que le viene dado como un regalo, pues Sony ni lo ha creado ni lo ampliará. Firmando con Sony, René presenta su carrera en solitario con fuerza, con campañas de agencias publicitarias tan fuertes como Gupta Media, que fue la encargada de promover el álbum y partícipe del gran éxito que ha cosechado el último disco. Sin Sony y sin toda la fuerza de trabajo que su capital puede emplear, Residente jamás hubiera llegado al éxito que ha alcanzado, al margen de su indudable calidad artística.
”Supongo que Sony respetará bastante a René, pues su mensaje va dirigido precisamente a ese target izquierdista y a las ventas de las múltiples mercancías como discos, videoclips, documentales, merchandising, etc., que son propiedad de Sony, pero están relacionadas con René (como todas las grandes estrellas de las industrias culturales).
”El caso es que el nicho del mercado izquierdista está previamente planificado por Sony Music y René no puede hacer nada para ampliarlo, ya que los medios de producción son suyos, no nuestros. El grado de promoción que René reciba de la gran discográfica multinacional dependerá de la misma oligarquía que él critica, pese a las buenas intenciones del cantante. Parafraseando su canción ‘Calma, pueblo’ —donde afirmaban que ellos (Calle 13) no trabajaban para Sony sino para la gente (‘Mi disquera no es Sony, mi disquera es la gente’)—, habría que decir que ellos trabajan, les guste más o menos, para los dos, y el número de los segundos dependerá del número de dólares que inviertan los primeros.
”Es triste, pero descarnadamente cierto. El resto es, en el mejor de los casos, deseos en forma de afirmación o autoengaño y, en el peor, una pose consciente, oportunista y populista para vender más discos. No conozco a René personalmente como para decidir cuál de las dos opciones es la correcta, pero creo en la presunción de inocencia como una conquista de la humanidad pensante.
”Sintetizando: no hay ni habrá revoluciones en favor de las mayorías desde el ámbito cultural controlado por la burguesía, porque va contra sus intereses de clase. Residente, como cualquier otro artista de izquierda en una multinacional es parte de un zoológico del cual ese tipo de rara avis jamás va a escapar, sin importar la honestidad de las intenciones”.
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