Cual campanadas de gloria se escuchan las risas de los pequeños, para regocijo de papá y mamá. Un nuevo año descorre sus cortinas. ¿Qué nos depara el 2017? Es la pregunta del millón, y tras algunas respuestas se busca desde el horóscopo chino hasta los estudios científicos. Al final prima un deseo colectivo: Que la familia tenga salud y estén siempre unidos.
Unidos. Fácil se dice, pero concretarlo es tarea de gigantes, como una colonia de hormigas en el afán de trasladar un grano de azúcar hacia la madriguera. Por estos días pedimos también la cohesión de todos los cubanos como la más efectiva vía de asegurar la continuidad de la Revolución y perpetuar los beneficios de nuestro sistema social socialista.
“La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político”, expresó José Martí, pues tuvo la suficiente visión para saber que no había otro camino para la victoria, tras haber analizado los factores que dieron al traste con la Guerra de los Diez Años.
Justamente fue el Apóstol de nuestra independencia quien comprendió que, si de liberar a Cuba se trataba, era necesario un instrumento político capaz de desterrar los rezagos del regionalismo y el caudillismo, eliminar diferencias de credo o razas, unir generaciones, reunir a los de dentro y los de fuera, crear una fuerza nueva: el Partido Revolucionario Cubano, cuya creación se aprobó el 5 de enero de 1892.
Meses más tarde, el 10 de abril de ese mismo año nacía la organización. Sus bases ya adelantaban el cometido esencial: “El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud”.
Intereses similares movieron también al Partido Comunista fundado por Julio Antonio Mella y Carlos Baliño en 1925, que tuvo su continuación luego con la obra de la revolución, en el actual Partido Comunista de Cuba. Es precisamente esta asociación la que, hoy como ayer, reúne a la vanguardia, los más honestos obreros y campesinos, los más comprometidos profesionales, fieles a los ideales de aquellos que cayeron luchando por un futuro de equidad; y es, a la vez, mucho más que una selección de personas, el Partido es el pueblo entero.
Transcurridos dos años del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la isla, que ha supuesto una serie de negociaciones con avances y retrocesos, algunas matrices de opinión internacionales avizoran un regreso al capitalismo en Cuba, a partir de contradicciones internas que resquebrajen el ideal socialista, teorías que ganan adeptos tras la pérdida física del entrañable líder histórico Fidel Castro, aún reciente.
Sin embargo, subestiman el poder de una nación unida que ha demostrado también su lealtad al proyecto social que defiende. No cupo un alma más en la Plaza de la Revolución aquella noche de vigilia para despedir al Comandante en Jefe, ni sobró espacio tampoco el pasado 2 de enero en la Revista Militar y Marcha del Pueblo Combatiente.
Por tal motivo, ahora, cuando apenas cuenta unas noches el 2017 y abrace usted a su amigo, su hermana, su hijo, piense también en la familia mayor, los habitantes de todo un país, cubanos de estirpe y corazón. Sienta el peso de la obra que se ha mantenido a fuerza de sacrificios, pero con fe en el progreso y sin sucumbir al juego de lo deshonesto, esta Revolución que a cada minuto se refunda con bondades y males, como toda actividad humana, y solo se sostendrá con la unidad hecha muralla, como el poema de Guillén.
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