En apenas veinticuatro horas, Cuba y los países de la comunidad caribeña han demostrado cuánto se puede avanzar cuando existe voluntad política y la disposición de trabajar juntos por la edificación de un mundo mejor. Los resultados finales ratifican, como bien expresa la declaración final del evento, “el sólido y elevado nivel alcanzado por nuestras relaciones políticas bilaterales, fortalecidas por los acuerdos que hemos firmado y en el contexto de los foros internacionales, nos ha permitido avanzar nuestra agenda de desarrollo nacional en pro del bienestar de nuestros pueblos, sobre la base de la solidaridad y la cooperación regional”.
Esta declaración cuenta con veintinueve puntos que resultan la expresión genuina de una visión encaminada a la protección de los intereses de las naciones del área, en la búsqueda del desarrollo y la completa emancipación. Es por ello que desde sus primeras líneas habla de forma explícita de respetar los principios consagrados en la Carta de Naciones Unidas y el Derecho Internacional. Sobre esa base, no se reconocen países grandes o pequeños porque todos han de poseer iguales deberes y derechos.
El texto aprobado reconoce la contribución de la isla a los diferentes programas sociales como la salud, el desarrollo de los recursos humanos, la construcción y el deporte; ámbitos en los que la solidaridad cubana obtiene cada día infinitos logros. Basados en esa experiencia, los jefes de Estado y Gobierno presentes en La Habana aprobaron también ampliar la cooperación Sur-Sur, con el fin de impulsar programas bilaterales y regionales de cooperación. Reconocieron, además, la importancia que posee para los países caribeños aprovechar el potencial de los mecanismos regionales y subregionales como la CELAC, la AEC, el ALBA-TCP, Petrocaribe; así como otros grupos de influencia internacional como el BRICS.
Las ideas de esta cumbre no se quedaron sin un modo de expresión concreta, como ocurre en otras reuniones donde los mandatarios llegan, hacen lobby para la prensa y luego se marchan sin claros proyectos. Aquí ocurrió lo contrario. No hubo discursos vacíos sino llenos de propuestas y de espíritu realmente unitario. Ejemplo de ello es la decisión de crear una Escuela Regional de Artes del Caribe en Jamaica, y el Centro de Estimulación del Desarrollo de Niños, Adolescentes y Jóvenes con Necesidades Educativas Especiales, que será construido en Guyana.
El tema del medio ambiente alcanzó una mención especial en los acuerdos, pues, conscientes de la amenaza que se cierne sobre el planeta, urge tomar decisiones con responsabilidad e inteligencia. De esa necesidad impostergable surgió la idea de trabajar de conjunto en una Agenda Estratégica Regional para abordar la Gestión del Riesgo de Desastres de manera integral, teniendo en cuenta la evaluación y reducción del riesgo, la asistencia humanitaria y la reconstrucción; a fin de enfrentar las graves consecuencias del cambio climático en los países de la región. Y se reiteró la demanda de contar con un acuerdo vinculante que promueva el incremento de la temperatura global por debajo de los 2º C, teniendo en cuenta el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Los firmantes de la declaración final patentizaron su preocupación por el hecho de que todos los países, particularmente los que se encuentran en fase de desarrollo, hoy son vulnerables a los efectos adversos del cambio climático y ya están experimentando sus efectos, como son las sequías persistentes y los eventos climáticos extremos, el incremento del nivel del mar, la erosión costera y la acidificación de los océanos, con consecuencias directas en la seguridad alimentaria y en los esfuerzos por erradicar la pobreza y desarrollarse.
Llamaron también la atención sobre el hecho de que los actuales criterios referidos a los ingresos promedio, especialmente los indicadores de ingreso per cápita, no reflejan los efectos multidimensionales de la pobreza, la desigualdad y la vulnerabilidad en el Caribe, y que a pesar de los avances en la consecución de los Objetivos del Milenio, quedan aún grandes retos en el camino hacia el desarrollo, entre ellos el de preservar las identidades nacionales y la reparación de los daños ocasionados por el genocidio contra la población nativa.
El foro exigió, igualmente, el fin inmediato del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de los Estados Unidos de América contra Cuba, y denunció su carácter extraterritorial. También se pronunció contra la inclusión de Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, elaborada y publicada unilateralmente por el Departamento de Estado estadounidense, y condenó todas las acciones subversivas del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba.
Los veintinueve puntos aprobados en la declaración final constituirán a partir de ahora referencia obligada cuando se intente escribir las páginas de la historia de Cuba y el Caribe en los primeros años del siglo XXI. En ellos se resumen la voluntad de quienes, desafiando todos los obstáculos, han decidido transformar los modos de hacer política y zurcir el hermoso tejido de la unidad.
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