El Deporte, ese concepto que engloba tanto y a tantos, que tiende puentes de entendimiento entre civilizaciones y que a veces es tan vilipendiado por la política y otros extremismos. El deporte es en su esencia unificador, aglutinador y representa tanto a hombres como a mujeres por igual, muy a pesar de los deseos iniciales del varón Pierre de Coubertin (padre de los juegos olímpicos modernos), cuántas historias no tenemos donde al escucharlas se nos eriza la piel al saber de las superaciones que han tenido como motor impulsor al deporte.
Más allá del negocio que existe hoy alrededor del deporte y su espectáculo, quedarse en simples intereses económicos para algunos pocos sería muy injusto, y desmerita a esos que con garra, sacrificio y amor le entregaron su vida al ejercicio físico de alto rendimiento.
Históricamente el deporte ha servido como pértiga para muchas personas que estaban perdidas en la vida, para dar un salto que lo encaminara hacia el éxito, y no hay que pensar en los grandes casos de éxito como el de Michael Jordan quien muchas veces cuando adolecente dudaba de su talento para el básquet, o Michael Phelps que tuvo que luchar contra el trastorno de déficit de atención en cada entrenamiento o Wojdan Shaeherkani, quién fuera la primera mujer en la historia en competir por Arabia Saudita en uno juegos olímpicos, pues hay cientos de casos de hombres y mujeres que pudieron encaminar sus vidas jugando en la canchita del barrio.
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O el caso legendario de Jesse Owens, el negro que corrió tan rápido que ni el odio, la xenofobia o el nazismo pudieron detenerlo. En las Olimpiadas del 1936 en Berlín ganó cuatro medallas de oro en las narices del propio Hitler, quien no pudo hacer otra cosa que rabiar ante el talento del norteamericano.
También es emblemática la historia de Jackie Robinson, quien un 15 de abril de 1947 rompió la barrera racial y se convirtió en el primer negro en jugar en las Grandes Ligas de Béisbol. Tanta es su grandeza que la MLB instauró en su honor el “Jackie Robinson Day”, donde todos usan el número 42 para recordarlo; este también fue el título de la película que cuenta su vida.
Los Juegos Olímpicos como máxima expresión del deporte también ha sido estandarte de unión entre culturas y pueblos, siendo puntos de encuentro para miles de personas de todas partes del mundo para poner en alto su historia, su cultura y su gente y dejar de lado al menos por unos pocos días sus diferencias y representar sus colores como nadie. Las Olimpiadas sirven para el entendimiento colectivo, pues como olvidar los Juegos de Invierno del 2018, donde las dos Coreas dejaron a un lado su guerra y compitieron unificados, bajo la misma bandera y los mismos colores, siendo un ejemplo de lo mucho que puede servir el deporte para encontrar la paz en el mundo.
En Cuba el deporte lleva décadas siendo derecho del pueblo y desde edades tempranas tenemos acceso libre a múltiples deportes, esta política nacional ha llevado a que, a pesar de ser una nación pequeña y con pocos recursos, seamos una potencia en el deporte mundial, con 246 medallas al más alto nivel olímpico, siendo de oro 86 de estas.
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La historia del deporte cubano está llena de campeones y campeonas, como por ejemplo María Caridad Colón, la primera fémina latinoamericana que ganó una medalla de oro en unos juegos olímpicos, o la gran Omara Durand, la mayor corredora de la categoría Débil Visual de la historia con 11 preseas doradas. O simplemente el mejor equipo de voleyball del siglo XX, porque hazaña como la de las Morenas del Caribe, no creo que se vuelva a repetir, pues 3 títulos olímpicos seguidos, eso solo está reservado para lo más selecto del monte del olimpo.
Béisbol, Boxeo, Lucha grecorromana, atletismo, judo, tiro deportivo, canotaje, muchos son los deportes, y decenas nuestros campeones. Teófilo Stevenson, que salió de los astilleros de Puerto Padre o el gran Mijaín López, oriundo de un pueblito de Pinar del Río y que no paró hasta convertirse en El Más Grande, son ejemplos del potencial de nuestros deportistas.
La elegancia de Ramón Font, el talento de Omar Linares, el paso elegante y el corazón de Juantorena, el coraje de Idalys Ortiz, la velocidad de Yunidis Castillo y el saludo de Julio César La Cruz, son el rostro de nuestro deporte, ese que es derecho del pueblo y más que derecho, esencia del cubano.
El deporte es un puente hacia el progreso y el mejoramiento humano, es el vehículo para derribar muros y establecer alianzas entre culturas, porque cuando se compite se deja a un lado los egoísmos e individualidades y se realza algo mucho mayor, el humanismo.
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