//

lunes, 7 de octubre de 2024

Wayacón, el último bohemio

Julián Espinosa Rebollido, Wayacón, es un caballero andante del arte puro...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 10/01/2019
7 comentarios
Wayacón pintor
Julián Espinosa, el Waya, ha expuesto temabién en el Museo de Arte Moderno de Nueva York

Wayacón llegó al mundo en medio de esencias encontradas, por un lado el padre carpintero que no comprendía las largas horas del hijo tallando huesos en la escuela, por otro, una fantasía que lo hacía apartarse del mundo que dibujaba, plasmando en colores los tonos grisáceos que le tocaron vivir. La ciudad de Cienfuegos pertenecía a una aristocracia que se dividía los mejores barrios, dejando para la muchachada pobre solo aquellos lugares pantanosos, como la Laguna del Cura.

Allí, en aquel sitio poblado por renacuajos, el Waya se ganó su mote, cuando pintó de azul de metileno a una manada de aquellos animalitos. Su intención era venderlos al por mayor y de muchos colores por todo el país, trasladándolos en una pecera gigantesca sobre una rastra. La ensoñación pareció terminar cuando el padre le impuso castigos tremendos para que volviera a la escuela, entonces el precoz artista se mudó a un torreón colonial abandonado que había cerca de la costa, donde inició su carrera en solitario.

El nombre completo de Wayacón, Julián Espinosa Rebollido, se publicó por primera vez en la prensa cuando el joven se lanzó de un tercer piso a cambio de cien pesos. Para amortiguar la caída llevaba un paraguas, la suerte quiso que tropezase con el tendido telefónico, que detuvo un poco el impacto y solo se quebró una costilla.

“¡A ese loco lo tengo que conocer!”, dijo entonces desde Santa Clara, Samuel Feijoó, quien pronto inició una amistad con el pintor naif Wayacón e impulsó su carrera en los círculos intelectuales de la antigua provincia de Las Villas.

En sus viajes al centro de la isla, el artista conoció a una joven oriunda de Remedios, sicóloga por demás y aficionada a la pintura y la filosofía de Jean-Paul Sartre. Ana María Rodríguez se casó con aquel hombre de aspecto desaliñado que usaba alpargatas en todo momento y lo llevó a vivir a la octava villa de Cuba.

—Ana, ¿tú sabes que Wayacón…? —le dijo a la muchacha cierto colega sicólogo.

—Sí —respondió ella—, yo sé, pero lo amo.

No hubo pareja más feliz en aquella vieja y prejuiciosa ciudad, a pesar de los desencuentros normales que en cualquier matrimonio existen.

En esa época, producto de la situación económica del Periodo Especial, Wayacón sufría de depresiones continuas, las cuales en más de una ocasión lo llevaron al alcohol, sin embargo, eran momentos de total lucidez pictórica y las mejores obras se cuentan en esta etapa en que casi ni tenía para pintar.

La suerte quiso que algunos de los primeros turistas de intercambio cultural por Remedios se interesaran en sus cuadros, entonces fue cuando el Waya llegó a exponer en sitios como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y su nombre se comenzó a mencionar y cotizar en los grandes salones de arte.

Junto a un grupo de pintores, entre los que se hallaban Zaida del Río, Nelson Domínguez y Pedro de Osés, además de los remedianos Amaury García y Fernando Betancourt, se fue nucleando una vida intelectual auténtica en la Villa Clara de entonces. Ente la jarana seria del maestro Feijoó, quien iba a la casa del Waya y le comía los mangos, además de pernoctar en el patio, en plena comunión con los mosquitos, los artistas de entonces marcaron un discurso que aún tiene resonancias.

Infinidad de premios en salones nacionales y mucho reconocimiento internacional convirtieron a Wayacón en el referente del arte naif cubano más célebre. Junto a Noel Guzmán Bofill, remediano por demás, marcaron una vertiente de arte popular atrevida, única, que ha llegado a tocar las puertas del arte culto. No en balde el Waya ostenta la Distinción por la Cultura Nacional, medalla no obstante que ha perdido varias veces, durante juergas bohemias por el malecón cienfueguero.

Este patrimonio viviente de una época no solo tiene un discurso primitivista, sino que lleva una vida a lo Paul Gauguin en las Islas Tahití. No le interesa el dinero, nada más que el necesario para comer y vestirse, llegando a regalar importantes sumas obtenidas a través de las ventas de sus cuadros.

Desde la pérdida de su esposa remediana, el decurso de su vida y obra está marcado por cierto tono melancólico, así lo demuestra la célebre pintura “Esa ciudad que me costó tantas lágrimas”, donde se observa claramente la silueta de Remedios, con sus dos torres de las iglesias católicas.

De paso entre el Prado de Cienfuegos y las callejuelas remedianas, el Waya pasa de la celebridad a la chanza popular, lo mismo lo aclaman como genio que como camarada de juergas de ron.

Su figura lo define como un caballero andante del arte puro, que,apenas termina un cuadro ya tiene otro en ristre, y lo mismo ha expuesto en el Museo Nacional que en una esquina del barrio en Remedios, siempre con la misma pasión. Sus soportes van desde el lienzo tradicional, hasta un majá que mató en el patio de su casa, el cual luego de disección lo cuelga y lo pinta a su manera, con las mamitas, esos personajes femeninos de sus sueños con los que quizás sustituye la melancolía.

De sus andanzas hay mucho que decir, pero una hay que supera por jocosidad. Iba Waya a sentarse en el interior de una de las iglesias evangélicas de Remedios, cuando uno de los presentes empezó a gritar (como es costumbre) ¡el diablo está aquí!, entonces nuestro héroe se levantó y comprensivo dijo: “No se preocupen, ya se va”.

Y con ese gesto amistoso vemos a Wayacón pintando, ya a una edad avanzadísima, en su casa de Remedios, a la salida de la carretera de Zulueta. Nos recibe en plena creación, siempre a punto de terminar una obra maestra que, en sus palabras y las de los críticos, es, si no la mejor, la que marcará el mayor éxito de su carrera.


Compartir

Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 7 comentarios


Guillermo
 30/5/22 2:24

Me gustaría mucho poder contactar con Wayacon y visitarle si es posible.  soy pintor.

gracias y saludos

Yordanska Rodriguez agulleiro
 20/7/21 21:53

Un ser humano genial. Gracias por su obra.

Chirino
 3/2/20 23:43

Waya,gran artists,puro,bien puro,noble y modesto amigo,salud y todo lo mejor para el,soy un gran admirador de su trabajo

Juan Martin
 18/6/19 9:30

Hola Mauricio me interesa mucho la obra de wayacon, me gustaria mucho poder visitar cienfuegos para ver su obra. podias ponerme en contacto con alguien ahi que pudiera informarme. gracias juan martin

Sandro
 2/2/20 17:04

Yo tengo 16 obras de el que las vendo,gracias 

10
Mimisma
 10/1/19 13:32

!Interesante historia, me gustaría conocerlo!

Naty
 10/1/19 10:22

Mauricio, muy interesante este escrito tuyo, pues si que conocemos al Waya, si que es todo un personaje, asi mismo es...

mis saludos desde Remedios, natacha

Deja tu comentario

Condición de protección de datos