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martes, 8 de octubre de 2024

Usted valore la tradición, nosotros hacemos el resto

Dos hermanos en la Habana Vieja no dejan que se extinga el efecto sepia de las fotos tomadas en cámaras de revelado instantáneo...

Aymara Massiel Matos Gil en Exclusivo 12/08/2017
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Fotografos del Capitolio Nacional de Cuba
José y Yomar comparten, además de los lazos sanguíneos, su pasión por la fotografía. /Fotos: Jorge Luis Beker

José y Yomar comparten, además de los lazos sanguíneos, su pasión por la fotografía. Para ellos, más que para nadie, un día sin sol es un día perdido, no porque sean caribeños y estén acostumbrados a amanecer con el astro rey, sino porque es este su principal aliado.

Desde pequeños se vincularon a la tradición familiar de hacer fotos de revelado instantáneo; esta actividad la desarrolló su abuelo, luego su padre y ahora ellos se mantienen fieles al legado: los hermanos Del Toro Hernández son fotógrafos tradicionales que hoy, en pleno siglo XXI, se valen de cámaras Kodak de madera para capturar momentos y enmarcarlos en recuerdos.

“Las cámaras que usamos son las mismas que usaron mi bisabuelo y mi padre. La que yo tengo era de mi abuelo, y esa cámara mantuvo económicamente a once hijos en aquella época, después mi papá nos crió a cuatro y ahora yo estoy manteniendo a dos; y mi hermano mantiene a sus dos niñas que son gemelas”, explica José mientras su hermano, a su lado, asiente.

“Estas cámaras son del año 1900 y usan el mismo mecanismo que en el inicio —asegura y acota con orgullo—: En todos estos años no hemos tenido que reponer ninguna pieza, eso sí, hay que cuidarla, que no se moje, yo siempre ando con una capa por si llueve de repente. A esa cámara yo la cuido más que a mi mujer, porque esa es la vida mía”.

Para llevar a cabo su trabajo, estos hermanos se trasladan desde el municipio habanero de Arroyo Naranjo hasta el centro de la capital cubana; recorren a diario cerca de quince kilómetros, porque es allí donde su actividad cobra un verdadero significado.

“En la época en que trabajaba mi abuelo había muchos fotógrafos de este tipo —afirma José, de 52 años—. Esta tradición era mayormente alrededor del Capitolio, y también en el Parque Central. Cuando personas de otras provincias venían a La Habana, era casi obligatorio hacerse una foto en la escalinata del Capitolio, para dejar testimonio de esa visita”.

Pero con el paso del tiempo y el auge del turismo, son los visitantes extranjeros los clientes principales...

“Antiguamente los que más se hacían fotos eran los cubanos que venían de las provincias, porque si venían y no se hacían una foto era como si no hubieran estado en La Habana…esa era una tradición. Pero después en los años 90 comenzó la entrada de turistas y hasta hoy ese se ha convertido en nuestro público principal”.

—¿Qué es lo que les atrae?

—Se quedan muy sorprendidos de que después de tantos años estos aparatos aún funcionen. La impresión que ellos tienen es que esa tradición se perdió en el mundo entero, y en Cuba todavía se mantiene.

“Los visitantes nos halagan mucho y nos preguntan cómo podemos hacer que estos aparatos funcionen todavía. Y entonces ahí comenzamos a explicarles.

”Esta tradición es el principio de la fotografía, ahí uno mismo tiene que hacer las químicas, todo es manual. Estas cámaras trabajan con la luz solar y todo es por contacto. Además, son herméticamente cerradas. En días nublados hay que dar más tiempo de exposición, hay que abrir un poco más el lente… El tiempo que transcurre entre el momento en que se hace la foto y el que se imprime no alcanza los tres minutos”.

—¿Cómo se las arreglan para conseguir materia prima para trabajar?

—Tenemos amigos que viven en el extranjero y nos ayudan mucho con el papel fotográfico, porque desgraciadamente ese papel ya desapareció aquí en Cuba. En los años 80 había tiendas donde yo podía adquirir ese papel, pero desde los 90 desaparecieron y ahora nosotros dependemos del papel del extranjero, a veces vienen fotógrafos que ya no lo utilizan y nos lo suministran.

—Este trabajo es el sustento de sus familias…

—Así es. Nosotros fuimos a la escuela, yo me gradué de Técnico Medio en Mecánica Automotriz y después decidí dedicarme a la tradición familiar —cuenta José—. Mi hermano terminó noveno grado y después mi papá también le enseñó. Yo trabajo en esto desde el año 1980 y Yomar desde 1995.

“Diariamente salimos juntos a hacer fotos, desde las 9:00 de la mañana; nos distribuimos en diferentes zonas, mi hermano termina a la 1:00 de la tarde, yo me quedo hasta las 4:00”.

—¿Cuántas fotos se hacen en un día?

—Eso depende de la cantidad de visitantes, ahora hay buen trabajo, a veces hacemos 20 fotografías, 10, 15, depende.

—¿Y cuál es el precio?

—En la época en que mi abuelo salía con su cámara para las ferias a hacer fotos, cada una costaba 0.25 centavos (MN), hoy nosotros cobramos 2 CUC ($50 MN). A veces los extranjeros nos preguntan por qué las cobramos tan barato, pero para nosotros es suficiente.

—¿Considera que es esta una tradición bien valorada?

—Desde que nos sacaron del Capitolio (porque desde hace algunos años está en proceso de restauración) y nos situaron en el Parque Central hemos tenido algunos problemas, fundamentalmente por los papeles del Plan Maestro (Plan Maestro para la Revitalización Integral de La Habana Vieja).

“Nosotros pertenecemos a la Oficina del Historiador de la Ciudad y pagamos el impuesto que se cobra por el área de trabajo, que se destina a la restauración del Centro Histórico de la Habana Vieja, es decir, cumplimos con todo lo que está establecido, el problema es que ahora los permisos para trabajar en esta área se vencen cada tres meses, y cuando vamos a renovarlos hay muchas trabas y mucha demora. Pero tenemos que salir a trabajar así mismo, aunque tengamos los permisos vencidos, porque con lo que gano aquí se sustenta mi familia”.

—Y entonces, ¿peligra la tradición?

—Actualmente, además de nosotros hay otro señor que se dedica a esto, se llama Alberto Pagés Ortiz y lleva 30 años desarrollando esta actividad. Él empezó uno o dos años después que yo, y le enseñó un tío mío. Solo quedamos nosotros tres.

“De momento en mi familia no hay un relevo asegurado para realizar este trabajo, nuestros hijos tienen otros intereses, además, para hacer esto uno tiene que tener buen carácter, hay que tratar de sacarle una sonrisa al turista, aunque no se haga las fotos. A uno tiene que gustarle la fotografía, y esto es una fotografía artesanal, todo se hace con la mano.

”Mi trabajo es mi vida, me gusta trabajar con el público y es bueno que celebren lo que haces. Debería apoyarse más porque es la única tradición de este tipo que queda aquí en La Habana, la única verdadera, asegura”.


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Aymara Massiel Matos Gil

Optimista, comprometida con mi profesión y, sobre todo, orgullosa de ser cubana.


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