Héctor Noas: Nunca trabajé tanto en una película( +Fotos +Video)

Quizás como muchos jóvenes de su generación soñó con llegar al cosmos. Seguro está entre los poquísimos que se han visto en la ingravidez de una nave espacial, aunque solo se deba a la ilusión del cine. El relevante actor cubano Héctor Noas corrió sus límites físicos para actuar en Sergio y Serguéi (Ernesto Daranas, 2017), una de las cartas jugadas por Cuba en la carrera hacia los premios Coral del 39 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.  

En el estreno de La Habana, dilatado por algunos fallos técnicos en el cine Chaplin, cuando se vio “levitando” por ese remedo de la estación orbital Mir que sirve de locación a la película, se dijo: “¿Cómo pude hacerlo?”.

El intérprete, destacado en el teatro y el audiovisual, se metió en la piel de un cosmonauta soviético, aislado en el espacio exterior mientras su país se desintegra a inicios de los años 90. En Cuba comenzaba el llamado “período especial”, y en esas dramáticas circunstancias nace, fortuitamente, una amistad con el profesor de marxismo y radioaficionado Sergio, (Tomás Cao).

La carrera de Noas está muy relacionada con la de Daranas, director de los exitosos documentales Los últimos gaiteros de La Habana (2004), Bluechacha (2012), así como de las ficciones Los dioses rotos (2008) y Conducta (2014).

“Trabajar con él es un regalo, un reto nuevo cada vez que me propone un personaje”, dice el actor a Cubahora.

“Fui el protagonista de su ópera prima en televisión, La vida en rosa (1999), y participé en su inicio en el cine de ficción con Los dioses rotos. Es alguien muy cercano para mí, lo conozco muy bien y por eso nos entendemos profesionalmente. Si me exige una entrega al 100 % de mi capacidad, es porque él no hace menos”.

El actor siempre espera que Daranas le proponga retos —“confía en mí”, asegura— y se esfuerza en labrar en profundidad el carácter de sus personajes. Sin embargo, en algún momento temió no estar a la altura de esta película, coproducida por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y Wing & A Prayer Pictures (Estados Unidos), entre otras entidades.

“No sabía ruso, y estuve cinco meses estudiando con una profesora. También realicé una fuerte preparación física, primero en el gimnasio, para luego estar capacitado durante el entrenamiento de cuerdas que debía hacer en Barcelona. Fueron tres semanas practicando para simular la ingravidez del cosmos”.

Serguéi no solo exigió al cuerpo de Héctor Noas, de casi 60 años. Hubo de transformarse también hacia adentro. Se aisló de relaciones personales e incluso familiares para lograr “ese sentido de la soledad que caracteriza al personaje”.

“Nunca he trabajado tanto en una película, como en esta ocasión”, reconoce.

En Sergio y Serguéi compartió con buenos actores cubanos e internacionales, entre ellos, Tomás Cao, Mario Guerra, Yuliet Cruz y el norteamericano Ron Perlman, ganador del Globo de Oro por la serie Beauty and the Beast y conocido por su trabajo en la saga Hellboy. Héctor Noas está muy satisfecho con el resultado: “Hay cosas que pude hacer mejor, pero creo que me esforcé al máximo. Si no logré más, es porque no pude físicamente”.

“Hace más de un año que realizamos la filmación. Ahora, cuando oigo los parlamentos en ruso, con esa intensidad, y pienso en la velocidad a la que se filmó, me cuesta creer que es algo mío”.

Su carrera profesional ha sido pródiga este año. Además de promover la cinta de Ernesto Daranas —incluida en la selección oficial del prestigioso Festival Internacional de Toronto—, Noas participa en el rodaje de un largometraje inspirado en la vida del gran bailarín cubano Carlos Acosta, y filma Inocencia (Alejandro Gil), sobre el fusilamiento en La Habana de los estudiantes de Medicina.

Le place trabajar en proyectos vinculados con su país, compartir con su público: “Me siento un actor privilegiado porque los espectadores me expresan elogios hermosos y inspiradores. Hay quien me dice: ‘Siempre que usted hace una película voy a verla porque será buena’. Que me asocien con la calidad es un estímulo, pero también un reto”.