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miércoles, 2 de octubre de 2024

Caridad Martínez: con luz propia desde la radio

Caridad Martínez, Premio Nacional de Radio 2008, es un símbolo para el arte de la radiodifusión en Cuba y el mundo...

Yohan Amed Rodríguez Torres en Exclusivo 13/02/2021
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Caridad Martínez
Caridad Martínez, Premio Nacional de Radio 2008

En el tercer piso, alejado del trasiego que caracteriza al edificio azul de Infanta 105 esquina a 25 en el Vedado, está el Departamento de Copias.  Allí dentro trabaja Cari, Cacha, Cachita o cualquiera de los nombres cariñosos por los que llaman a Caridad.

Es 17 de agosto de 1961. Tiene apenas 16 años y se enfrenta a su primer día de trabajo como copista –copiadora de libretos. Llega el primer guion: la novela latinoamericana La Vorágine de José Eustacio Rivera, cuya adaptación para radioteatro va a transmitir Progreso.

La novela narra la historia de un infierno verde, adentrándose en la selva amazónica colombiana y su colonización. La grácil muchacha de pelo muy negro y ojos achinados teclea rápido. Teclea. Teclea. Teclea…

Por primera vez, en todo su horror, se ensanchó ante mí la selva inhumana. Arboles deformes sufren el cautiverio de las enredaderas advenedizas, que a grandes trechos los ayuntan con las palmeras y se descuelgan en curva elástica, semejantes a redes mal extendidas, que a fuerza de almacenar en años enteros hojarascas, chamizas, frutas, se desfondan como un saco de podredumbre, vaciando en la yerba reptiles ciegos, salamandras mohosas, arañas peludas. Por doquiera el bejuco de «matapalo» [104] (sic.) —rastrero pulpo de las florestas— pega sus tentáculos a los troncos acogotándolos y retorciéndolos, para injertárselos y transfundírselos (…)

— ¡Ayyyy! — suelta un grito de terror y deja de teclear.

— Niña, pero ¿Qué te pasa? ¿Qué te pasa?

— Es que había una araña peluda que se le estaba acercando...— dice, todavía nerviosa.

—Oye, ten cuidado, porque cada vez que tú copies una cosa que te asuste así…

El efecto de un narrador que acerca con palabras el horror de una araña peluda al acecho logra la introspección total. Ella le teme a las arañas. A otros animales, no tanto.  Luego llegarán los efectos sonoros, la música y el silencio. Así llegó, a la vida de Caridad Martínez González, la radio.

***

Llueve fuerte el barrio Santa Felicia de Marianao cerca del famoso cine Lido, hoy sin funcionar. Caen truenos y relampaguea. Caridad descansa en una silla con ropa cómoda: una blusa rosada de mangas cortas con algunos bordados y una bermuda color crema. Camina ágil, no se queja de dolores en los huesos a sus 76 años. Tiene un rostro fresco y un pelo negro con un corte Pixie no tan recogido. Es diabética y debe merendar algo cada cierto tiempo.

La sala de la casa es pequeña y rectangular. Paredes azules, poca luminosidad. Predomina un color carmelita en semipenumbras, pero se pueden ver más de 40 cuadros, reconocimientos y trofeos en las paredes. Llama a la vista los de la Gitana Tropical, pintura de Víctor Manuel convertida en la máxima distinción de la Dirección Provincial de Cultura de La Habana. En cada una rezan los nombres de Alberto Luberta y Caridad Martínez respectivamente.

Están también las Giraldillas y una Réplica del Machete del General Máximo Gómez entregado como reconocimiento a su esposo. Su presencia está en cada esquina de la casa.

Aldo Luberta, el primogénito de la familia Luberta Martínez, heredó la simpatía y la jocosidad de su padre Fuente: Blog Por Mano Propia

También hay fotos familiares. Aldo, su primer hijo, junto a su esposa. Hoy vive en Paraguay. Ha escrito libros como Por mano propia y La vida es un monólogo y ha trabajado como guionista, productor y director vinculado a los medios. Además, escribe múltiples historias relacionadas con su familia en un blog con el mismo nombre de su novela.

Por otro lado, Alberto Luberta Martínez, el hijo menor del matrimonio o “Cuco” para su hermano, es realizador audiovisual. La telenovela Entrega, la serie Lucha contra Bandidos y policiacos como Tras La Huella y UNO, han sido parte de su exitoso trabajo. Ambos hijos encontraron su camino en los medios, como sus padres.

Alberto o “Cuquito”, como le puso su hermano Aldo, celebrando un cumpleaños junto a sus padres Fuente: Blog Por Mano Propia

Caridad va a un armario que está en un pasillo donde continúa la larga lista de reconocimientos y premios. Saca un cuadro antiguo. Lo muestra. Son sus padres, al parecer, en la boda. Tienen rostros bellos.

     —¡Cómo se parece a su madre!

     —Eso es ahora. Pues siempre me habían dicho que me parezco a mi papá y a mi abuela paterna.

***

Esperanza González y Armando Martínez tuvieron a Caridad el 19 de febrero de 1944. Vivían primero en una casa que construyó él poco apoco, en el Pasaje Torino en el municipio Marianao en La Habana. Luego, con su esfuerzo construyó otra, a pocas cuadras de allí, para vivir con su familia modestamente.

Armando vivía de repartir panes y Esperanza era ama de casa. Él era reflexivo y atento, ella, se obsesionaba con casi todo y su única hija era parte de esa obsesión. Caridad lamentó no tener más hermanos, lo lleva como una frustración.

También lamentó que nunca le compraran una bicicleta. Era de los juguetes que siempre quiso. Pero siendo niña, sumado a los prejuicios de la época y a la protección de la madre, era imposible que se acercara al artefacto con ruedas. Esa otra carencia la lamentaría nuevamente, años más tarde, con uno de sus hijos.

***

Después de un cambio de horario, Caridad comenzó a trabajar entre las 11:00am y las 6:00pm en la emisora Radio Progreso. Le toca hacer la copia del programa Pa´lante y Pa´lante, que lo escribía Marcos Behmaras. A partir de unos recortes del periódico humorístico de igual nombre, el espacio salía al aire a las 6:30pm.

Los lunes se tornaba complicado, pues Marcos llegaba con el libreto a veces pasadas las 5:30pm. A las seis tenía que estar listo para ensayar y, con esa demora, a veces enviaban primero una parte del guion hasta que pudieran terminar la otra. Un lunes de esos, Caridad esperó a Marcos.

— ¡Óigame lo que le voy a decir! —le dijo impaciente —. Si la semana próxima usted trae el libreto a esta hora, que usted sabe que tiene que estar listo para salir al aire a las 6:30pm, yo no lo podré tener a esa hora porque lo necesitan para antes ensayar y todo eso. Usted sabe que los errores que salgan van a ser culpa mía…

—Tienes toda la razón—afirmó Marcos con rostro afable mientras le posaba la mano la cabeza—. Esto no va a volver a pasar. Pero yo estoy seguro que tú no te vas a ir y me vas a dejar el programa por copiar. Porque tú eres una muchachita joven que sabe que lo más importante en una emisora de radio, lo más importante son los programas.

Nunca pudo olvidar ese diálogo. Por supuesto que la razón de ser de los directores, actores, locutores y equipo técnico de una emisora son los programas. Para ella, esa conversación fue como el cuño que les ponen a las reses.

***

Si hubo alguien imprescindible en la vida de Caridad, ese fue su esposo y el padre de sus hijos, Alberto Luberta, otro radialista con una prolífica carrera en los medios y en especial en Radio Progreso.

— ¿Cómo llega a conocer a Luberta?

—Él empezó en 1965 a escribir Alegrías de sobremesa, pero tenía otro programa antes en CMQ que la gente le decía Tota y Pepe (Fiesta a las nueve). Lo llamaron para que empezara escribir en Radio Progreso con este proyecto que modificaba un programa que estaba decayendo. Yo lo conocía de lejos. En 1968, en la quincena de Girón, Luberta estaba. Escribía el programa por las mañana y lo mandaba. En la tarde trabajaba en el campo. Tuvimos un acercamiento poco a poco. Eso fue en abril del 1968 y nos casamos en septiembre de 1968.  Él empezó de copista en CMQ y yo empecé de copista en Progreso. Compartimos eso.

— ¿Cómo era su personalidad?

—Él se veía como una persona muy seria, pero en realidad era un “jodedor cubano”. Él estaba en un lugar y captaba todo lo que sucedía. Salía por las mañanas observaba a la gente y luego se sentaba a escribir. Después empezó a escribir acá en la casa. Sobre las 10:30 u 11:00 de la mañana entregaba los programas. Iba a buscar vivencias. Era una persona con mucha calma. Una calma tremenda.

“Estaba haciendo bromas siempre. Yo lo conocía tanto en ese sentido. Él a veces compraba una botella en el Lido y se la iba tomando. Un día le dice la tendera que ella lo veía comprar su botella y que jamás lo había visto ni mareado. Y Luberta le dice que no era para él, sino para su esposa que era alcohólica. Y llego del trabajo un día y paso por allí, me ve ella y dice: “mira... ahí va, la pobre””.

¿Acostumbraba a hacer bromas entonces?

— Sí. En una ocasión estábamos en casa de locutor Juan Ramón “Tatica” González Ramos, Luberta le dice a una compañera: “Alicia, ¿tú puedes llamar a mi casa y hacerte pasar por una mujer que estuvo con mi papá?”. Ella llama, y pide de favor le pusieran con Armando Luberta y sale mi suegra y al interpelarle para saber quién era dice que “una amiga”. Al día siguiente, cuando fuimos a su casa, estaba el viejo muy serio. Mi suegra dice insultada que esa noche una mujer había llamado a su esposo. Y que no lo botó para la calle de milagro. A veces él hacía una broma y la decía, pero no tenía valor para decirle a su madre que eso había sido una broma.

¿En algún momento se sintió relegada profesionalmente respecto a Luberta?

—Para mí él era inigualable, el genio. Escribió 52 años ese programa. Esa obra es la grande. No me he sentido relegada o menospreciada. He recibido los estímulos por mi trabajo. Hay una cosa que no la perdono y es que en 2016 empezaron a pedir cosas porque estaba propuesto para ser Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba y finalmente no se la dieron.

“Él va para la actividad que se los llevaron cinco días antes, a pesar de la situación de salud que tenía que era muy difícil no me llevaron a mí con él como casi siempre acostumbrábamos a ir a los eventos. Cuando llega el acto le dan la Orden “Lázaro Peña” de Tercer Grado. Para que te den Héroe del Trabajo tienes que tener otras distinciones antes y él había recibido una, muchos hacía mucho tiempo y le faltaban dos para la del Héroe del Trabajo y al final no se la dieron.

“Él pensaba vivir más. Hacía ver como que no sabía que lo de él era cáncer. Me dijo que, si al otro año lo citaban para darle la otra Lázaro Peña, no iría, porque lo citaron para darle una cosa, y fue otra. El objetivo por el que lo llevaron no se cumplió.

“Yo lo admiré por su labor, pero era la persona más sencilla que tú puedas conocer, a pesar de su grandeza”.

La vida le arrancó a Alberto Damián Luberta Noy el 27 de enero de 2017

***

En unas vacaciones que tomó del trabajo, Caridad va al Hospital “Hermanos Amejeiras” para probar un tratamiento y atenderse su diabetes. Antes de salir de la casa, hace el café como todos los días, y le llama la atención que su padre –siempre el primero en levantarse a tomarlo – no estaba despierto. 

–Oye, se te pegaron las sábanas– le dice al padre, quien se estaba poniendo la ropa en ese momento.

Él le responde que sí y ella le avisa que dejó el café y está saliendo para su consulta en el hospital.

Llega a las 10:00 am a Radio Progreso, Luberta la esperaba. Pregunta por él en la recepción y le dicen que anda por algún estudio. Decide subir al tercer piso a saludar a una secretaria, compañera de trabajo suya.

— ¡Caridad! ¡Caridad!, ven acá que están localizando a Luberta – le dice la secretaria.

— Pero… ¿Quién lo localiza?

— Es de la casa.

— ¿Pero qué pasó?

— Al suegro de Luberta le dio un infarto y se murió.

— Pero… ¿No te das cuenta que el suegro de Luberta es mi papá?

Así se enteró de la muerte de su padre. Murió de un infarto agudo de miocardio el 19 de agosto de 1988. No importó que luego la vecina le dijera al teléfono que no pasaba nada, que se había puesto malito y hacía falta que fueran hacia la casa. Ella creyó, al inicio que la llamada era de alguna orquesta o algún artista que quería que Luberta lo incluyera en Alegrías.

De derecha a izquierda Armando Martínez, Esperanza González Caridad Martínez, Alberto Luberta, Celia Noy y Armando Luberta en la boda de Caridad y Alberto el 21 de septiembre de 1968. Fuente: Blog Por Mano Propia

Esa fue una pérdida dura. Armando era muy bondadoso y siempre educaba desde el cariño. Todavía recuerda la decepción de su padre cuando al comenzar en Radio Progreso, ella se inscribió en la milicia y llegaba la Crisis de Octubre, así que tenía que movilizarse y le contó primero a la mamá. Él sentía haber criado a su hija para que le tuviera eterna confianza.

También ella recuerda que, ante la aprobación de su examen de copias, la madre no quería que empezara a trabajar porque un primo le habló de la mala fama que tenían las emisoras de radio en la época. Armando, desde la razón, dijo que su hija se había comprometido con el trabajo, por lo tanto tenía que ir.

***

El deseo de Caridad por tener una bicicleta estuvo a punto de cumplírselo a su primer hijo, Aldo. Tenía siete años y corría la época en que se compraban los juguetes por turnos. Obtuvo el número dos. “Ay qué bueno, Aldo va a tener su bicicleta”, pensó. Pero no sucedió así.

Su esposo, se opuso a la compra. Le advirtió que Esperanza, la madre de Caridad, iba a infartar cuando el niño Aldo fuera con la bicicleta hacia la avenida, que era un peligro. Sin embargo, Caridad seguía con la idea. Si ella no pudo tenerla, al menos su hijo la tendría.

Caridad junto a su hijo Alberto y parte de la familia. Las reuniones familiares y de amigos caracterizan su vida. Fuente: Blog Por Mano Propia

Las opiniones en la casa se polarizaron, la madre de Luberta apoyó a Caridad. Luberta amenazó con que si entraba la bicicleta el estaría saliendo por la misma puerta. Armando, en cambio se mantuvo callado. Al rato, mientras su hija fregaba, se le acercó, y solo le dijo que lo pensara bien, que si pasaba algo se iba a sentir con un cargo de conciencia. Caridad no compró la bicicleta, en cambio Albertico, el hijo más pequeño se quedó con una máquina de juguete.

***

Sigue lloviendo fuerte en la casa de Marianao. Flash, uno de los gatos del hogar, se pasea por las piernas y por los rincones. Recibe el regaño de su dueña de un momento a otro.

Un breve recorrido por los lauros de Caridad arroja que fue Premio Nacional de Radio en 2008, premiada por el Caracol de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en varias ocasiones, por la Caribbean Broadcasting Union, y otros festivales. También directora de múltiples dramatizados y programas. Además, profesora de Dirección Radial en la Facultad del Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) de la Universidad de las Artes (ISA).

Ha estado en varios cursos impartiendo las especialidades de dirección, participado como jurado en la mayoría de los festivales de radio joven en Cuba. En su trabajo ha trasmitido el conocimiento a muchas generaciones de profesionales de la radio. Por eso, la Asociación Hermanos Saíz, le entregó la distinción Maestro de juventudes en 2020 

Entre los programas que dirigió estuvo Correo campesino, Por Nuestros Campos y Ciudades, Fiesta Guajira o Actualidad Mundial. Al igual, las novelas Sol de Batey, Cuando la sangre se parece al fuego y muchos radioteatros.

—Los estudios eran un templo y no se podía entrar. Me pasé un tiempo sin entrar a los estudios, excepto al estudio 1 que era donde se hacían las asambleas. Me sentía impresionada. Tuve lecciones de profesionalismo, de ética. Lo consideraba un privilegio. Ver entrar a la Orquesta Aragón y a Rafael Lay dándole la mano a todo el mundo, al portero, al custodio. Él saludaba al director de la emisora, al del programa, a todo el mundo. En aquel momento me extrañó, pero ahora lo veo que fue una cosa tan grande.

“Yo estaba a cargo de programas campesinos, y tuve el saludo de Ángel Miguel “Angelito” Valiente Rodríguez, Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí y todos elogiaban que una persona joven como yo estuviera en los programas campesinos. En aquellos primeros años Santa Bárbara Bendita no se cantaba y yo le pedía a Celina González que la cantara con los dos guitarristas y el laud.

“El Jilguero (Inocente Iznaga González), Martica Morejón, Carmelina Barberí, desde que trabajaba de copista ya teníamos una amistad, coincidíamos en las milicias, el CDR (Comité de Defensa de la Revolución) o la Federación del centro. Yo aprendí tanto…sobre todo lecciones de ética y respeto”.

En el año 2020, por su contribución en la formación a las nuevas generaciones de radialistas, la Asociación Hermanos Saíz le otorgó el premio Maestro de Juventudes. Fuente: La Jiribilla

Se siente agradecida hacia muchas personas, menciona muchos nombres a los que le debe su formación.  Bernardo y Manuel Estaneiro, Carlos Más (padre), Rolando Leyva, Julio Batista y muchos más.

Su concepto de dirección tiene mucho de respeto al artista. Pues, como empezó desde la base cuando no existían escuelas de la profesión en el país, aprendió poco a poco de las especialidades. Pasó de copista, luego a ser productora de mesa y finalmente directora de programas.

—El director tiene que llevar las riendas y tiene la idea de todo lo que es el espectáculo, la radionovela. Llegas al estudio sabiendo eso.  Al llegar, conversaba algo con el equipo porque o llegaban del estudio o de la calle y lo hacía para desconectar de lo otro. Empezábamos el ensayo. Si hay alguien que lo que hace no está acorde con el personaje, lo vas guiando, pero siempre que la gente sepa que puede crear. Con el musicalizador es lo mismo.

“Eso me lo enseñó Marta Jiménez Oropesa, no de decírmelo, sino de verla. Ella jamás le decía a un actor o a una actriz cómo tenía que decir el bocadillo. Está el método en el que vas orientando al actor y los vas guiando y está el imitativo, en el que le dices al actor el bocadillo para que lo diga igual. No. Martha no hacia esto jamás”.

Esther Suárez Durán, reconocida dramaturga, escritora y crítica teatral es colega y amiga y admira mucho la manera en que Caridad dirige:

“Me gusta la manera en que ya en cabina dirige las grabaciones. Debe gastar un chorro de adrenalina en cada sesión. Se involucra completamente en la Dirección de todo su equipo. A veces parece que levitara en su silla. Verla significa recibir toda esa pasión, gusto y compromiso que pone en cada entrega”.

Se conocen bien en la profesión, pues según Esther, Caridad ha dirigido el 99, 8 por ciento de sus guiones de teatro para la radio. “Trabajar con Cary es una fiesta y una continua enseñanza. La atmósfera que se crea en el estudio es excelente. Además de estar en la lectura y en el ensayo a micrófono, me encanta estar en la grabación porque me gusta muchísimo verla dirigir, parece un piloto conduciendo su nave o una directora de orquesta, es toda una experiencia”.

En 1988 se conocieron a partir de unos cursos de Dramaturgia para la Telenovela que llevaba la dramaturga brasileña Renata Pallotini. Al presentarle un guion suyo a la maestra del curso, le pareció bueno y se la presentó a Caridad. Luego cursó con ella las clases de Dirección de Dramatizados para la Radio. Más que amiga, la considera una mentora y reconoce en ella sencillez, disciplina, falta de vanidad profesional y un alto sentido de la responsabilidad.

“Hay un rasero muy alto de calidad, respeto, rigor, creatividad, sensibilidad en sus producciones. Hay “como una marca”, un estilo, digamos, “a lo Caridad Martínez”, que tiene que ver con la selección de la obra, con la selección del reparto, con la relación con el autor, con la atmósfera de trabajo que se crea en el estudio que incluye rigor, creatividad, confianza, atención al detalle, celo por la calidad, exigencia, descubrimiento, respeto por el trabajo de cada uno en el equipo, alegría, gozo. Caridad ha entregado excelentes producciones a la radio cubana, ha formado hornadas de directores y ha contribuido en la formación y en la superación de centenares de actores, técnicos, guionistas y cualquiera que se considere un radialista o un hombre y una mujer de la radio”.

***

Esperanza Gonzáles siempre le decía a la niña Cachita que las radionovelas la distraían de los estudios. La sobreprotegía bastante. Por esa razón no le dejó oírlas. Sin embargo, sí lograba ver las de la televisión junto a su abuela. No se puede decir que tuviese una afición por la radio desde niña.

—Mi mamá, la primera vez que yo iba a ir al campo fue por el trabajo, no por la escuela. Era una quincena de Girón. Se lo dije a mi papá, y él dijo: “de ella me encargo yo”. Cuando se lo dijimos a ella cayó en cama y vomitó y todo.

Pasó por clases de ballet, como hacían con muchas de las niñas de su edad en la época. Asistió a una sola clase. En cambio, la música sí la estudió con empeño. Cumplió 7 años estudiando Solfeo y Teoría de la Música. Incluso la convocaron a apoyar con clases al inaugurarse el Conservatorio de Música “Alejandro García Caturla”. Pero no podía alternar con el trabajo de copista, así que no aceptó. Terminó estudiando Comercio y la venta del piano en el que estudió varios años terminó ayudando, junto con otros ahorros, a reparar la casa.

—Yo digo que entre las cosas que yo le tengo que dar gracias a la vida, y así lo digo siempre, es que una revolución haya triunfado cuando yo iba a cumplir 15, años que me permitió cambiar mi vida por completo y me permitió, por las oportunidades que he tenido, llegar hasta donde he llegado. Si no hubiera sido así no hubiera pasado ni por la acera de Radio Progreso.

***

Los truenos han amainado. La lluvia ya no es tan pertinaz. Caridad habla de los nietos. De las inquietudes artísticas de uno de ellos. Luberta tuvo 7 hijos en total, solo dos de ella. Recuerda la cualidad de generoso que heredó Albertico de su padre y la jodedora que heredó Aldo. En más de una ocasión le ha jugado bromas de todo tipo.

Tanto Caridad como Alberto son figuras de obligada mención en la historia radio Cubana y mundial. Fuente: Tomado del perfil de Facebook de Caridad

De pronto, llega Albertico, saluda, su madre lo felicita. Obtuvo la “Distinción por la Cultura Nacional” que otorga el Ministerio de Cultura. Va por el mismo camino de lauros que sus padres. Sube hacia su casa ubicada en la segunda planta.

Se siente un ruido de Flash, el gato de la casa. Maúlla y se ve como deja delante de la puerta de entrada una enorme rata muerta. Los gatos suelen entregar lo que cazan como tributo a sus dueños humanos. Caridad le tiene horror a las arañas. A las ratas no. La tomó con un papel y se deshizo de ella. Todavía Imagino al Flash como la araña peluda gigante de La Vorágine.


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Yohan Amed Rodríguez Torres

Licenciado en Periodismo. Guionista radial de espacios juveniles en Radio Progreso. Radialista apasionado Podcaster en entrenamiento. Aficionado a las tecnologías y al mundo geek. Narrador y melómano.


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