Trámites

Cerca de los 65 años de edad, como cualquiera que esté próximo a cumplirlos, empiezo a interesarme por la jubilación, y entonces aparece la testaruda realidad de que hay tres años trabajados que no están en el expediente laboral.

Aunque algunos jóvenes de la década de los 70 del siglo pasado creíamos que nunca sucedería, obstinadamente el tiempo ha transcurrido, dándonos una experiencia tardía para futuros trámites que puedan presentarse en el resto de la vida.

Los medios de prensa lo repetían frecuentemente, y en los centros de trabajo no faltaban las constantes advertencias, pero estoy entre los que restaron importancia a lo que se reiteraba que era una oportunidad única, irrepetible la de reflejar años de trabajo con solo presentar pruebas testificales.

Por no hacer el trámite de acudir a tres colegas (cantidad exigida) que dieran fe de que éramos compañeros de trabajo, ahora debo esperar siete meses después de cumplir la edad de jubilación para totalizar los 45 años de labor, con los cuales se tiene derecho a una pensión del 90 % del salario del mejor quinquenio de los últimos 15 años.

En concreto, para jubilarme con el máximo de dinero debo estar activo mayor tiempo, aunque en realidad sobran, pero por no tenerlos plasmados documentalmente, es como si no hubieran existido.

Tal hecho pudo haberme servido de enseñanza en un trámite de la casa, pero lamentablemente, ambas situaciones sucedieron casi al mismo tiempo, y ahora recibo doble la misma lección, con repaso incluido.

Por no rechazar hace dos décadas el contrato de vivienda vinculada en el cual consta que vivo en el Edificio 11 B, y no en el 20, ahora debo hacer gestiones en varias instituciones para subsanar ese error que fue cometido por obra y gracia de los constructores que dieron esa identificación convencional para sus controles internos, y que ahora nadie sabe cómo trascendieron a documentos legales.

Como consecuencia adicional, además de no poder tramitar la propiedad del inmueble hasta que no ponga todo en orden, tampoco tengo posibilidad legal de incluir en el Registro de Dirección ni en el Registro de Consumidores a ninguno de los familiares que se mudaron a vivir conmigo, pues la dirección que tengo en mi carné de identidad no coincide con ningún documento, y por lo tanto, no puedo autorizar que les den alta.

Aprendida con creces la lección, de ahora en adelante, para evitar futuros problemas, siempre aclaro que Arturo es mi segundo nombre, pues el primero es Félix, terminado en equis y no en zeta como frecuentemente insisten, y que además, lleva tilde en la vocal de la primera sílaba.

Otro cuidado es que, se pronuncie o no, exijo que escriban Chang terminado en g, y se escribe así y no CHang porque ya no existe la CH. Y aunque estoy alerta con mi segundo apellido, León, trato de evitar la explicación de cómo es posible que sea ese si mi madre es natural de China (será un tema para otro viernes).

Con estas experiencias, y lo que estoy leyendo en el foro de esta web titulado Los trámites, esa caja de sorpresas...estoy entre los más fervientes partidarios de la actualización de los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución para el período 2016-2021 cuando dice: “272. Transformar el sistema de registros públicos y de los servicios y trámites, a partir de las normas aprobadas y las experiencias adquiridas mediante los experimentos realizados”.