Para no hacer leña del árbol caído, queda omitido el lugar donde ocurrió y los nombres y cargos de los implicados en una construcción emprendida allá por los finales de los años 60 del siglo pasado.
Entonces no existían los actuales estudios ni tampoco los planes bien elaborados para prevenir desastres, pero sí había lo que siempre ha estado presente: los ancianos con experiencia acumulada.
Alguien tuvo la magnífica idea de levantar una construcción con el propósito de resolver un problema de la comunidad, y tan pronto comenzaron a excavar para la cimentación, el joven a cargo de los trabajos fue alertado.
Deseoso de concluir la edificación para inaugurarlo durante una festividad local muy popular y tradicional, el responsable de la ejecución expuso que entre las ventajas del sitio escogido, estaba la mejor ubicado para recibir los materiales constructivos.
El mismo día de la apertura el septuagenario sentenció que no fue por falta de decirlo y que todos los que tuvieran más de 50 años sabían que por allí los ciclones causaban los mayores daños y que por eso nadie había hecho ninguna casa allí.
Pasó el tiempo y también un huracán. Las tejas fueron encontradas partidas en pedazo a decenas de metros del lugar, y como que así son las casualidades: El entonces joven jefe de la brigada constructora, devenido una de las autoridades de la zona acudió enseguida a valorar daños y emprender la recuperación.
Ya el anciano que alertaba había fallecido, pero no algunos vecinos que le escucharon y estaban presentes ante el llamado de presentarse para aportar esfuerzos junto con una brigada de constructores para reparar todos los daños lo antes posible.
¿Y lo vamos a volver a construir donde mismo hace como 10 años a ti te dijeron que los ciclones se llevaban todo lo que se pusiera ahí y que por eso los viejos no habían hechos casas aquí? Con estas palabras citadas casi textualmente, se llamó a la reflexión.
Esta frase sí es textual: "El que no oye consejo, no llega a viejo, aunque tú sí vas para viejo, lo que no llegó a viejo fue lo que hiciste por no hacerle caso al viejo."
El joven se sintió culpable, así lo dijo, de que los vecinos ahora no pudieran recibir los necesarios servicios de esa instalación, y se retiró a enredarse en los vericuetos de los mecanismos que fueron apareciendo para poder hacer una construcción.
Varios meses demoró la obra, y en cada visita del ejecutor devenido funcionario local, escuchó y él mismo habló de la necesidad de ser precavidos y tener en cuenta los efectos de los fenómenos atmosféricos.
Como era una comunidad costera donde suelen citarse abundantemente los proverbios, en las charlas no dejaba de oírse: el que no oye consejo no llega a viejo, es mejor precaver que tener que lamentar, hombre precavido vale por dos, y este, se lo dije yo: prepararse para lo peor, y si no ocurre, mejor.
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