Fue en la ciudad de Sancti Spíritus, en los finales de la década de los años 60, cuando escuché por primera vez “cepillo” como referencia a la ruta de ómnibus desde esa sesquicentenaria villa hasta Cabaiguán, tras pasar por el pobladito de Guayos.
Contaban los viajeros que fueron los choferes de la ANCHAR (Asociación Nacional de Choferes de Alquiler Revolucionarios) quienes bautizaron así a los carros de la entidad estatal transportista que por cobrar más barato atraían a los pasajeros y “limpiaban” las paradas.
Por esa razón trataban de dar los viajes en automóviles, que todavía no eran viejos almendrones, en momentos en que no correspondía circular a los vehículos de transporte colectivo que “cepillaban” el mercado de potenciales pasajeros.
Cerca de esos años aparecieron también las denominaciones de “mandarinas” en alusión a los ómnibus de ese color, y por su forma, otros les llamaron “pepinos” a las guaguas, vocablo proveniente de una confusión de los colonialistas españoles que, sin darse cuenta de que los indios se referían a los niños, creyeron que significaba ir cargados o transportados.
Aunque en Venezuela con guarandinga se califica a algo desagradable, todavía en la Mayor de las Antillas se conocen así a esos equipos adaptados para el traslado de personas, a partir de lo que en Cuba conocemos como camión (por cierto, camión le dicen en México a los ómnibus).
Y no faltaron los camiones rústicamente transformados, que por tener la puerta de entrada y salida en la parte trasera les dieron un nombre alusivo a las preferencias sexuales humanas.
En materia de ómnibus interprovinciales están los “colmillo blanco”, vehículos de ese color que se pusieron en circulación en el mismo momento en que la Televisión Cubana transmitía la novela de Jack London con ese título.
Últimamente se escucha “carrito cómico” para denominar los vehículos modernos, pero en conversaciones con varios niños, dicen que “cómico” es todo lo caro, lo que tiene precios inalcanzables para la mayoría de los padres.
Todo parece indicar que el calificativo surgió por las peticiones infantiles, lo mismo de un juguete que de cualquier otro antojo de la niñez.
Según varios pequeñines, ellos le piden a sus padres que le compren algo, y cuando los adultos ven el precio, se sonríen (la risa no necesariamente tiene que ver con la reacción ante un chiste), quizás sea nerviosismo, desconcierto o cualquier otro sentimiento que provoca negarle a un hijo una golosina o juguete por falta de suficiente dinero.
Por tanto, no parece que “cómico” sea por algo humorístico.
arwen
9/2/18 12:01
Aunque la intecion sea otra...a mi me provoco risa. Y hago constar que soy madre y uso el termino "comico" copiadito a los descrito.
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